La princesa y el Caravaggio: amarga disputa por la villa romana
La princesa Rita Boncompagni Ludovisi se enfrenta a la posibilidad de tener que abandonar la extensa Villa Aurora. Foto: Victor Sokolowicz/The Guardian

Según la leyenda, lanzar una moneda a la fuente de Trevi garantiza el regreso a Roma. Cuando Rita Carpenter, una turista estadounidense de 16 años, participó en el ritual y pidió el deseo de un día casarse con un romano y vivir en la capital italiana, no sabía que casi cinco décadas después regresaría para casarse con un príncipe y que su hogar sería una villa del siglo XVI llena de historia, incluyendo el único mural en el techo jamás pintado por Caravaggio.

Sin embargo, ahora la princesa Rita Boncompagni Ludovisi se enfrenta a la posibilidad de tener que abandonar la extensa Villa Aurora, y los vastos tesoros que contiene están en riesgo de ser cerrados al público.

El 18 de enero, la propiedad será subastada en medio de una amarga disputa por la herencia con los hijos de su difunto esposo, el príncipe Nicolò Boncompagni Ludovisi. Escondida entre altos muros cerca de la Via Veneto, en el centro de Roma, la villa saldrá a la venta con una oferta inicial de 471 millones de euros, lo que la convertiría en una de las casas más caras del mundo.

“No pudimos alcanzar un acuerdo, así que el juez dictaminó que tenía que ser subastada“, dijo la mujer de 72 años. “La verdad es que no he dormido mucho“.

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El mural de Guercino en Villa Aurora. Foto: Victor Sokolowicz

La princesa no cree que la petición lanzada esta semana en la que se insta al gobierno italiano a que aporte el dinero necesario para comprar la propiedad sea exitosa. Debido a que el lugar está protegido por el Ministerio de Cultura, una vez que se haya acordado una oferta en la subasta, el Estado tendrá la oportunidad de comprar la propiedad al mismo precio. “Me gustaría que el Estado la comprara, pero no sé si es una posibilidad, ya que no sé si tienen el dinero, ese es el problema. Y no soy la única heredera“.

La mayor parte del precio solicitado corresponde al mural Júpiter, Neptuno y Plutón de Caravaggio, que el artista pintó en 1597 en el techo de un pequeño cuarto apartado en el primer piso de la villa. El primer propietario de la villa, el cardenal Francesco Maria Del Monte, encargó este mural de 2.75 metros de ancho para adornar el techo de su laboratorio de alquimia.

No obstante, el Caravaggio no es el único fragmento de historia que adquirirá el nuevo propietario de Villa Aurora. La propiedad se encuentra en el sitio de lo que alguna vez fue la casa de Julio César. Entre los monumentos que se encuentran en el jardín delantero figura una escultura de Miguel Ángel. La propiedad también cuenta con murales pintados en los techos por el pintor barroco Guercino, quien recibió el encargo de parte de los Ludovisi, una familia noble con estrechos vínculos con el pontificado y que adquirió la propiedad de Del Monte en 1621. La escalera de caracol que conduce al Caravaggio y a los tres pisos superiores fue diseñada por el arquitecto barroco Carlo Maderno, que también diseñó la fachada de la Basílica de San Pedro.

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El mural Júpiter, Neptuno y Plutón de Caravaggio. Foto: Victor Sokolowicz

Las aproximadamente 40 habitaciones están repletas de reliquias, como una puerta que perteneció a un antiguo barco de guerra veneciano, un telescopio que Galileo Galilei obsequió a la familia Ludovosi y una caja de cuero con la inscripción de un mensaje del jefe de la Cruz Roja británica agradeciendo a la familia Ludovisi por haber permitido que los miembros de la Cruz Roja permanecieran en la villa durante dos años después de la segunda guerra mundial. Por Villa Aurora han pasado desde Tchaikovsky y Henry James, que escribió con pluma parte de su clásico de 1909, Horas venecianas, en el jardín de la villa, hasta Bette Midler y Madonna.
De verdad esto es un museo“, dijo la princesa Rita.

Villa Aurora permaneció fuera del radar del público hasta 2010, cuando fue inaugurada tras un proyecto de restauración impulsado por la princesa después de que la vio por primera vez en 2003, el año en que conoció al príncipe Nicolò.

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Una vista de Villa Aurora. Foto: Victor Sokolowicz

“Estaba abandonada, había pájaros volando a través de ella y le dije a Nicolò: ‘Tenemos que abrir la villa, los italianos y otras personas tienen que verla, tienen que entender la belleza y la cultura que encierra'”, dijo.

Hasta la muerte del príncipe en 2018, la villa albergó a estudiantes de historia y pequeños grupos turísticos privados. Además, el matrimonio impulsó varias iniciativas benéficas. La princesa reunió un archivo digital de 150 mil documentos que aportaron incluso más información sobre la historia de la villa.

La princesa tuvo una vida intrigante antes de conocer a Nicolò. Descrita por el Washington Post en 1978 como una de las cuatro mujeres jóvenes más dinámicas de la ciudad, estuvo casada con el congresista estadounidense John Jenrette hasta su divorcio en 1981, tras la condena de este último por sobornos durante la investigación ABSCAM del FBI. Actuó en varias películas y miniseries, estudió en la Harvard Business School, escribió tres libros y posó dos veces para la revista Playboy.

Era agente inmobiliaria en Nueva York cuando conoció a Nicolò. “Él había leído un artículo sobre mí en Crain’s Business, y después un amigo común me contactó y me dijo: ‘Tienes que venir a Roma, hay un príncipe que quiere poner un hotel en una de sus propiedades en las afueras de la ciudad'”. Al principio, ella se mostró despectiva, pero finalmente voló a Roma y la pareja se enamoró instantáneamente. Una vidente le había dicho con anterioridad que se casaría con un europeo y viviría en Europa. “Lo había olvidado de alguna manera, pero entonces ahí estaba él. Era un hombre brillante en todos los sentidos, y lo menos importante de él era ser un príncipe”.

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FOTO: La habitación Fama de Villa Aurora. Foto: Victor Sokolowicz

En su testamento, Nicolò le concedió a su esposa el derecho a permanecer en la propiedad durante el resto de su vida y, en caso de venderla, las ganancias se dividirían entre ella y sus hijos. Sin embargo, los hijos impugnaron su derecho a permanecer en la villa, desencadenando inmediatamente una tóxica disputa legal. La mujer teme que también intenten impedir que reciba su parte de las ganancias de la venta.

“Quieren la casa para ellos, olvidando lo amable que he sido con ellos o que su padre dijo que yo lo hice lo más feliz que había sido en su vida. No sé qué haré después, pero ya hice todo lo que pude, no puedo luchar más”.

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