3 historias de fallecidos en el desplome del Metro
La Línea 12 lleva más de cuatro meses fuera de operación. Foto: Valentina Alpide / AFP

El desplome de un tramo de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México dejó como saldo 24 personas fallecidas y decenas de heridos.

Entre lágrimas y abrazos, los familiares de los difuntos se congregaron en la Coordinación Territorial Iztapalapa-6 el martes para que las autoridades les entregaran los cuerpos de sus seres queridos.

Esta es la historia de algunas víctimas de la catástrofe contada por sus familiares y amigos.

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José Juan volvía del dentista cuando el Metro se derrumbó

Mi nombre es Francisco García y conocí a José Juan Galindo Soto porque soy un amigo cercano a su familia. Junto a ellos experimenté una gran tristeza el pasado 3 de mayo

Ese día, alrededor de las 22:00 horas, José Juan regresaba junto con su esposa Evelyn de una cita en el dentista. Transitaban por la Avenida Tláhuac en su automóvil cuando las vías del Metro de la Línea 12 se derrumbaron sobre ellos.

El impacto fue tan fuerte que él perdió la vida, mientras Evelyn resultó gravemente lesionada. A pesar de sus heridas, ella alcanzó su celular y antes de que la trasladaran a un hospital hizo una llamada a los padres de su esposo.

La joven hizo eso con sus últimas fuerzas, ya que ahora se encuentra en el Hospital Belisario Domínguez de Tláhuac luchando por su vida.

Minutos después del accidente una gran cantidad de gente se movilizó para tratar de sacarlos de los escombros, pero ese esfuerzo no fue suficiente. Sus familiares también hicieron hasta lo imposible para ayudarlos, acudieron a todos los hospitales y hasta el final fueron a la Coordinación Territorial-6 en Iztapalapa.

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Yo los acompañé a un par de hospitales y luego a la coordinación. Este último lugar era al que nadie quería ir porque el gobierno de la Ciudad de México envió allá a todas las personas fallecidas.

“José Juan era un buen muchacho, siempre se preocupaba mucho por sus padres y a sus 34 años aún quería hacer muchas cosas, creo que el gobierno debe indemnizar a las familias de las víctimas”.

En la coordinación territorial había muchas lágrimas y abrazos, las familias acudían con resignación sólo a escuchar la noticia de que los cuerpos de las víctimas estaban ahí.

El fallecimiento de José Juan se dio de forma prematura. Fue un joven que no tuvo hijos y sin un matrimonio formal. Tampoco tuvo la oportunidad de estudiar y se dedicaba a la albañilería, solía utilizar mucho la Línea 12 del Metro.

Sus hermanos me han dicho que, por lo menos, esperan que el gobierno capitalino se haga cargo de los gastos funerarios, pero también deberían ver por su papá y su mamá, porque él se hacía cargo de ellos.

Vine a la coordinación territorial para acompañar a su padre en este momento complicado, todos queremos darle un último adiós a José Juan y recordar todo lo que fue”.

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Santos, un joven “hogareño” y cercano a su familia

Me llamo Isaías Cruz y soy primo de Santos Reyes, una de las 24 personas fallecidas en el derrumbe de la Línea 12 del Metro.

A mi primo Santos lo recuerdo con cariño, su último año fue complicado porque en 2020 perdió su empleo por la pandemia de Covid-19 y durante mucho tiempo estuvo buscando uno nuevo. Apenas en 2021 lo habían contratado en un almacén. Se le veía feliz, para él lo más importante eran sus dos hijos con los que siempre jugaba y en las últimas semanas emprendió un negocio de comida y postres junto con su esposa.

Muchas veces lo invitábamos a salir y sus amigos igual, pero siempre fue un hombre “hogareño”, prefería quedarse en su casa a ver los partidos del fútbol y estar con sus niños. También era muy cuidadoso del coronavirus, muchos de nosotros nos enfermamos y él se mantuvo precavido.

La noche del 3 de mayo fue muy dura. Alrededor de las 22:00 horas volvía a su casa luego de completar una jornada laboral, como siempre utilizó la Línea 12 del Metro y en esa ocasión las vías se desplomaron, todos se vinieron en picada. 

La esposa de Santos fue la primera en ver las noticias y, con miedo y tristeza, nos llamó por teléfono. “¡Él venía en ese Metro! ¡Él venía en ese Metro!”, nos dijo.

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Apenas escucharon estas palabras, los primos de Santos salimos disparados a todos los hospitales de la Ciudad de México para preguntar si estaba ahí, pero conforme pasaban las horas el ánimo decaía.

“Cada vez teníamos menos esperanza de encontrarlo, cuando nos decían que no había registro en un hospital sabíamos que algo no andaba bien”.

Ya al último fuimos al Instituto de Ciencias Forenses, donde nos dieron dos opciones: lo podíamos encontrar en la Coordinación Territorial número 5 o 6 de Iztapalapa. Cuando nos dijeron eso, de plano perdimos la esperanza porque esos lugares fueron los elegidos por el gobierno de la Ciudad de México para enviar a los fallecidos.

Pasamos varias horas bajo los rayos del sol para que nos devolvieran su cuerpo. Mucha gente estaba pensando en pedir una indemnización al gobierno, pero en ese momento nosotros queríamos que nos entregaran el cuerpo de Santos para velarlo.

Los padres de mi primo fueron los más dolidos. A ellos, la noticia les llegó de lejos porque viven en San Luis Potosí, la ciudad que Santos abandonó hace 15 años para encontrar mejores oportunidades de vida en la Ciudad de México.

Santos fue una muy buena persona, era muy noble y siempre se preocupaba por todos, lo vamos a extrañar mucho”.

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Immer, ingeniero y devoto de la fe adventista

Me llamo Flor y soy la tía de Immer del Águila Pineda. De mi sobrino puedo decir muchas cosas, pero principalmente tenía dos grandes pasiones: su trabajo como ingeniero en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y sus actividades en la Iglesia Adventista.

A su empleo acudía entre semana, toda la tarde se la pasaba en el aeropuerto y volvía a su casa, que estaba cerca del metro Tláhuac, hasta las 11:00 de la noche. En cambio, los fines de semana se los dedicaba a la iglesia, donde era consejero y organizaba distintos tipos de actividades para toda la comunidad, especialmente para los niños y niñas.

Apenas su último sábado y domingo participó en el “Club de aventureros”, un campamento que dura todo un fin de semana y al que acuden niños, niñas y adolescentes.

La oportunidad de seguir realizando esas actividades la perdió el pasado 3 de mayo, cuando un vagón de la Línea 12 del Metro se desplomó sobre la Avenida Tláhuac.

En la familia hay mucho dolor, exigimos justicia porque (las autoridades) sabían que estaba mal esa línea y la echaron a andar aún así”.

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Todos extrañaremos a Immer, él era muy amiguero y se reunía con frecuencia con su familia. A sus 29 años también era muy feliz viviendo con su mamá y papá. En su vida no tuvo muchas parejas y hasta el día de su fallecimiento era soltero.

Nos costó mucho trabajo encontrarlo, dimos vueltas y vueltas por los hospitales de la Ciudad de México y tampoco en Locatel nos daban información sobre su paradero.

Hasta que llegamos a la Coordinación Territorial-6 de Iztapalapa lo encontramos. Ahí varias familias lloraban a sus fallecidos, mientras otros aún mantenían la esperanza de que les dijeran que ahí no estaban sus seres queridos. 

Muy pocos se llevaron esa buena noticia.

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