Una retrospectiva de Edward Hopper se presenta en Nueva York
Los momentos que marcaron el rumbo de la trayectoria de Edward Hopper serán exhibidos en el Museo Cape Ann de Nueva Inglaterra. Foto: Cortesía Museo Whitney

Como un fotógrafo que en vez de cámara utilizó pinceles, Edward Hopper pasó las seis décadas que vivió en Nueva York imaginándola, recorriéndola y pintándola como nunca nadie lo había hecho.

Una parte de esa prolífica obra sobre la ciudad que lo acogió integra la exposición El Nueva York de Edward Hopper, en el Museo Whitney, que reúne el mayor acervo del artista con 3 mil 100 obras del considerado “pintor de la soledad”.

Obras como el Automat, Early Sunday Morning, Room in New York, New York Movie y Morning Sun, forman parte de esta exposición junto con acuarelas de techos y puentes, bosquejos para sus obras y documentos que aportan luz a su metódica vida.

En total más de 200 piezas de los fondos del Whitney y préstamos de colecciones públicas y privadas integran esta muestra, que estará abierta hasta el 5 de marzo de 2023.

Pese a que en su época los rascacielos competían en altura y la ciudad era meca de inmigrantes, buscavidas y soñadores dispuestos a todo para hacer fortuna, el Nueva York de Hopper tiene una escala humana y despoblada.

“Como pocos lo han hecho de manera tan conmovedora, Hopper capturó una ciudad que era a la vez cambiante e inmutable, un lugar particular en el tiempo y claramente moldeado por su imaginación”, dice la curadora de la exposición, Kim Conaty.

Prefería los lugares poco conocidos e incluso ignorados y pequeños espacios fuera de los trayectos más frecuentados al icónico ‘skyline’ de la ciudad y lugares de referencia como el puente de Brooklyn o el Empire State Building. 

“Nunca me interesé por lo vertical”, llegó a bromear.

Su propia vida era una isla frente al ruido exterior. Durante 55 años, desde 1913 hasta su muerte en 1967, vivió junto a su esposa, la también artista y modelo de sus cuadros Josephine Nivison Hopper, en el mismo apartamento en Washington Square Park, en Greenwich Village, en donde pasó de ser un ilustrador independiente a convertirse en uno de los artistas más célebres del país.

A modo de voyeur, el artista, nacido en 1882 en un pueblecito del estado de Nueva York, exploró las fronteras porosas entre lo público y lo privado y usó las ventanas, una constante en su obra, para presentar el exterior y el interior de un edificio de manera simultánea, una experiencia de observación que describió como una sensación visual común.

Chimeneas, edificios vacíos, comercios, puentes y escenas cotidianas que exudan soledad, ayudadas por el manejo de la luz, algo que puede resultar en algo aterrador, muy sombrío, vacío, explica Jennifer Tipton, especialista en iluminación para el teatro.

Hopper, según Tipton, utiliza la luz en una forma inexpresable, que te hace sentir algo muy difícil de articular.

Algunas de las piezas que incluye la exposición vienen del archivo que perteneció al pastor bautista Arthayer Sanborn, quien en los años 60 vivió cerca de la casa de infancia de Hopper, en Nyack, el cual hace algunos años fue legado al Whitney.

Recientemente, el diario The New York Times se preguntaba cómo un pastor pudo amasar 4 mil documentos y hasta 300 obras del pintor.

Antes de su muerte en 2007, Sanborn aseguró que habían sido regalos de los Hopper y otros procedían de la compra del contenido del apartamento de la pareja en Nueva York tras la muerte de ambos y de la casa de su infancia, de la que fue guardián.

Pero no hay registro de dichos regalos ni que tampoco se los haya legado la viuda, que falleció en 1968, que en cambio sí lo mencionaba en su testamento, según el diario.

La carrera de Hopper siempre ha estado ligada al Whitney. En 1920, cuando tenía 37 años, hizo su primera exposición individual. Tras su muerte, la viuda del artista donó al museo la totalidad de sus posesiones artísticas, más de 2 mil 500 pinturas, acuarelas, grabados y dibujos.

Con información de AFP

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