El Pueblo de Xoco bajo la sombra de Mitikah
El proyecto Mítikah se encuentra en los límites de las alcaldías Benito Juárez y Coyoacán. Foto: Alexa Herrera / La-Lista

Álvaro Rosales vive hoy bajo la sombra de la Torre Mítikah. En el callejón de San Felipe el aire es más frío desde que el rascacielos más alto de la Ciudad de México bloquea la luz durante buena parte del día.
Rosales es presidente de la Asamblea del Pueblo Originario de Xoco: la organización que ha mantenido la batalla legal y social contra las empresas que impulsan la construcción de torres alrededor de este pequeño pueblo ubicado al sur de la capital que alguna vez fue una aldea teotihuacana.

–Años de ruido constante por las máquinas: el polvo que respiramos todos los días, las calles cerradas y derruidas por meses –se queja Álvaro–. Todavía faltan tres torres ya programadas y, no se nos quiere dar información, pero se rumora que hay otras varias más proyectándose. ¿De qué se trata esto?

El proyecto Mítikah Ciudad Viva comenzó en 2008 y, en catorce años, Álvaro es capaz de recitar la larga lista de agravios que ha sufrido el pueblo, uno por uno. Hasta 2015, los vecinos se habían limitado a denunciar las obras ante el gobierno de la ciudad. Luego de que lograran frenar las obras durante varios meses, Fibra Uno –el fideicomiso inmobiliario más grande de Latinoamérica– tomó el control de la construcción. Desde entonces, la empresa se comprometió a invertir en proyectos que mitigaran el impacto de las torres, en tomar en cuenta la opinión de los vecinos, en respetar la disposiciones y procesos legales.

Desde el 2018,la Asamblea de Xoco denunció que estas promesas se convirtieron en el mecanismo legal para socavar aún más al pueblo. En 2018, luego del escándalo que suscitó la tala de más de 54 árboles sin contar con las autorizaciones ambientales, la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, prometió poner un alto a las construcciones de Mítikah.

Pero el proyecto no paró. Cuando se supo que la calle Real de Mayorazgo se convertiría en un desnivel vehicular que conduciría a un estacionamiento –con capacidad para más de mil automóviles– y en un patio elevado que integraría las construcciones de Mítikah, el Pueblo de Xoco decidió escalar la lucha y demandó no sólo a Fibra Uno sino al gobierno de la capital.

En pocos años, financiado con recursos que debieron mitigar el impacto del proyecto, la calle se convirtió en el lobby al aire libre del Centro Comercial más grande de toda Latinoamérica: 120 mil metros cuadrados de tiendas que hoy, viernes, 23 de septiembre de 2022, abrirán por primera vez sus puertas. El acceso al Pueblo de Xoco en auto ahora sólo es posible a pie o tomando un rodeo a través de avenidas cada vez más saturadas.

–Más de 15 minutos para recorrer dos cuadras –dice el ingeniero Miguel Silva, vecino y también integrante de la Asamblea–, ¿no te parece un absurdo del tamaño del mundo?

–Si te asomas desde el puente de Churubusco vas a notar que el pueblo ya está hundido por el peso de estas megaconstrucciones –dice Ady Palacios, también vecina–. Que por favor ya paren.

–Las obras que supuestamente Mítikah hizo en la calle de San Felipe fueron hechas con el presupuesto participativo que nosotros ganamos en 2020 y 2021 –dice Saúl Barbera, integrante de la Comisión de Participación Comunitaria (Copaco)–. Y las hicieron mal: ya la calle está hecha un desastre de nuevo.

–Nos prometieron renovar el centro de salud en la calle San Felipe –dice Julia Torres, también integrante de la Copaco–. Nuestro centro de salud hoy es un edificio abandonado, que se usa como basurero.

Las quejas contra Mítikah conforman una lista interminable. Desde ocultar el destino de los hallazgos arqueológicos durante las obras hasta financiar campañas en redes sociales para ensuciar la imagen de la Asamblea.

–Nos quieren desaparecer –dice Álvaro–. Yo no encuentro otra explicación. El acceso principal a nuestro pueblo lo convirtieron no sólo en un recibidor para sus comercios. En la práctica es también una muralla de seis metros de altura que nos segrega: de ese lado la gente blanca y rica, del otro lado nosotros. Es racismo. ¿No lo ven?

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Desde las calles del pueblo de Xoco se puede ver la monumental torre. Foto: Alexa Herrera / La-Lista

‘Racismo institucional’

Cada miércoles por la noche, los vecinos del Pueblo de Xoco celebran su asamblea en el kiosko del parque San Sebastián, entre resbaladillas y juegos infantiles. Pero este miércoles 21 de septiembre, la asamblea se desarrolla en uno de los salones de la Cineteca Nacional.

En su mayoría son mujeres de la tercera edad, un grupo de 30 vecinos apretados en una mesa con pocas sillas que comparten los detalles de su preocupación con Alain Aizpuro Akel, secretario particular de Carlos Alberto Ulloa, titular de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda.

–Para la Seduvi es importante conocer el sentir de los ciudadanos en torno a cualquier proyecto inmobiliario –dice con sonrisa afable–. Queremos entablar un encuentro honesto, cara a cara.

La noticia ha causado desconcierto y críticas en los medios de comunicación: ante la inauguración del nuevo mall de Mítikah, el edificio del Centro Coyoacán –una plaza comercial inaugurada hace 33 años– será demolido. Los vecinos saben que si se derriba un edificio en Xoco no será para cederle el lugar a un parque o a una biblioteca pública. Temen lo peor: que en el terreno baldío ya se proyecte un nuevo hotel babilónico o un estacionamiento gigante.

No sería una sorpresa. En junio de 2022, uno de los directores de Fibra Uno declaró que la Fase 2 del proyecto Mítikah podría reanudarse en cualquier momento. Esta fase fue cancelada en mayo de 2019 por la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, tras detectar irregularidades en los permisos.

A la fecha, además de la torre Mítikah –con 65 niveles– y el nuevo centro comercial, Fibra Uno ha levantado ya otras dos torres de departamentos de 23 y 35 pisos, un hospital privado y una torre de consultorios de 11 y 10 niveles. La siguiente fase contemplaba dos torres más, de 35 niveles cada una, y un centro bancario de cinco pisos.

Fibra Uno pertenece a la familia El Mann Arazi, investigados desde el año 2020 por la Unidad de Inteligencia Financiera por acusaciones de lavado de dinero y fraude fiscal.

Eso explica la inquietud de la asamblea de este miércoles.

–Francamente yo no entiendo el motivo de esta reunión –exclama Arturo Aparicio, abogado y representante legal de la Asamblea del Pueblo de Xoco. Señala con el dedo a Alan Aizpuro Akel, el emisario de la Seduvi–. Ustedes como institución están demandados por la Asamblea del Pueblo de Xoco. Me parece una falta de respeto venir aquí sin una agenda, sin información concreta, sin reconocer el peso político de la Asamblea y de los vecinos de la Copaco, cuando tenemos estos antecedentes.

Aunque los vecinos tratan de ser respetuosos, la asamblea dura más de cuatro horas y los ánimos se encienden. Los vecinos coinciden en sentirse traicionados por las autoridades de un gobierno de izquierda que juró estar de su lado.

Hoy, Xoco atraviesa una batalla jurídica cada vez más enredada pero concentrada en un debate: la legitimidad de la Asamblea como representante de los habitantes de Xoco y de Xoco mismo como un pueblo originario. En diciembre de 2021, un juez obligó a Fibra Uno a suspender las obras en la calle Real de Mayorazgo por no haber consultado debidamente a los pobladores. Las obras continuaron debido a que la Seduvi y la jefatura de gobierno de la Ciudad de México impugnaron esta decisión y esgrimieron un informe de la Secretaría de Pueblos y Barrios Originarios que determinaba que el Pueblo Originario de Xoco se limitaba a un par de casas particulares y que, por tanto, la Asamblea no tenía injerencia en el espacio público.

–Los integrantes de la Asamblea han ganado democráticamente su representatividad como Comisión de Participación Comunitaria, en elecciones organizadas por los órganos oficiales –explica Aparicio–. Tampoco eso lo quieren reconocer las autoridades. A mí me parece que esa falta de reconocimiento es racismo institucional

–Yo puedo hacer un compromiso aquí y ahora –dice el funcionario Aizpuro Akel, acorralado por las señoras que le piden una respuesta clara–, es a construir un camino sólido para que se dé un diálogo franco con las autoridades. Permítanme decirlo así: yo no me voy a rajar.

La incertidumbre

La situación actual de Mítikah recuerda la película de 1963, Las Manos sobre la Ciudad (1963, Francesco Rosi). La película comienza con un empresario inmobiliario dibujando un cuadrado sobre una parcela de tierra en los límites de la ciudad italiana de Nápoles.

– Este es el negocio del futuro –dice ante un grupo de políticos e inversionistas–. Invierte en una fábrica y ¿qué tendrás? Huelgas, sindicatos. Este mismo metro cuadrado de tierra, en cambio, valdrá cinco mil veces más en diez años.

El filme narra con detalle el absurdo que significa la alianza entre funcionarios públicos y empresarios para administrar el negocio de la tierra. Mientras los constructores logran levantar torres en la ciudad, violando todo tipo de reglamentos y medidas de seguridad, a la sociedad civil se le empantana en ritos burocráticos y litigios interminables.

La misma batalla que libra hoy la Asamblea del Pueblo de Xoco para que sus calles no se conviertan en un escaparate más de Hugo Boss, H&M, Nike o Victoria Secret.

–El juicio contra Mítikah sigue abierto en tribunales –dice Álvaro–. Lo que sigue es parar las siguientes torres que se proyecten. Porque ya no sólo es Mítikah. Otras inmobiliarias ya están instalándose y negociando nuevos proyectos: nos quieren fuera.

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