‘Zona de guerra’: miles huyen mientras tropas de Venezuela y rebeldes de Colombia chocan
Hay casi 5,000 refugiados en el pequeño pueblo colombiano de Arauquita, después de huir de las batallas intensas y continuas.
Hay casi 5,000 refugiados en el pequeño pueblo colombiano de Arauquita, después de huir de las batallas intensas y continuas.
Lizeth Iturrieta, una periodista del pequeño pueblo de La Victoria en la frontera occidental de Venezuela con Colombia, se despertó con el murmullo de los vehículos armados que pasaban por su casa. Horas después los sonidos de balazos y explosiones estremecieron las paredes, y ella y su esposo se apresuraron a resguardarse.
“De la nada estábamos en medio de una zona de guerra”, dijo Iturriera en una videollamada desde un campo de refugiados en el lado colombiano de la frontera. “Después de ocultarnos un día en casa en absoluto silencio, corrimos por nuestras vidas hacia el bote que iba a Colombia. Casi nos caemos al río por el pánico”.
Más de una semana después Iturrieta es una de casi 5,000 refugiados en Arauquita, un pueblo pequeño en el lado colombiano del Río Arauca, que escaparon de los choques intensos y frecuentes entre las fuerzas armadas de Venezuela (FANB) y los grupos colombianos rebeldes.
Los testigos describen los abusos de los derechos humanos a manos de los soldados de las FANB, incluidos algunos allanamientos y desapariciones forzadas, aunque los observadores independientes hasta ahora no han podido verificar los reclamos.
“Dos hombres, todos vestidos de negro, llegaron a mi casa y exigieron dinero, ellos me amenazaron”, dijo Eduard, quien escapó de La Victoria el martes pasado. “Mi familia tuvo que irse antes que yo, no podían soportar los sonidos constantes de balazos”.
Aquellos que huyen de la violencia llegan a un lugar mal preparado para recibirlos, muchos duermen en campamentos improvisados en una escuela y la cancha pública de básquetbol.
“Las autoridades aquí me tratan bien”, dijo Castañeda. “Estoy esperando a ver qué pasa después y a ver cuándo puedo encontrarme con mi familia”.
El ministro interior de Colombia, Daniel Palacios, declaró una “calamidad pública” el domingo, un mecanismo que permite que la ayuda humanitaria se despliegue más rápido. UNHCR, la agencia para refugiados de la ONU, asiste con la labor de refugiar y alimentar en mejores condiciones a los llegados desesperados.
Los ataques de las FANB van en contra de los disidentes rebeldes que alguna vez pertenecieron a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), una insurgencia de izquierda que firmó un tratado de paz con el gobierno Colombiano en 2016.
El acuerdo terminó formalmente con más de cinco décadas de una guerra amarga que mató a más de 260,000 personas y forzó a más de siete millones a dejar sus hogares. Pero cientos de luchadores se rehúsan a dejar sus armas y el tráfico de drogas. El Ejército de Liberación Nacional (ELN), otro grupo guerrillero de izquierda también está presente en ambos lados de la frontera.
Los oficiales y analistas colombianos acusan a Venezuela de darle refugio a las guerrillas colombianas, aunque los supuestos aliados ideológicos previamente han chocado en pequeñas escaramuzas.
La ofensiva actual en contraste, llamada Operación Escudo Bolivariano, ha desplegado casi 3,000 soldados venezolanos a la región fronteriza de Apure desde el 21 de marzo, con explosiones y tiroteos diarios. Los refugiados huyen por el río para escapar de la lucha.
Diego Molano, el ministro de defensa de Colombia, dijo que el incremento de las hostilidades es por una disputa entre las FANB y los grupos armados ilegales por las rutas de narcotráfico. Su contraparte venezolana, Vladimir Padrino, declaró la violencia como una ofensa extranjera en su país.
“Los grupos irregulares colombianos nos atacan con explosivos y armas largas”, tuiteó Padrino el martes.
“Son una especie extraña de mercenarios camaleónicos y desalmados”, continuó Padrino “movidos por el narcotráfico que pretenden hacer aquí lo que hacen en Colombia”.
Los defensores de los derechos humanos en Arauquita dicen que mientras que la población civil ha vivido mucho tiempo entre grupos rebeldes y narcotraficantes en cualquier lado de la frontera, y hay graffiti del ELN en la escuela en donde muchos están refugiados, nunca habían visto el terror a gran escala de los últimos 10 días.
“Es la peor crisis que he visto en décadas aquí”, dijo un trabajador de los derechos humanos que pidió no ser nombrado. “Cada día las explosiones sacuden nuestras ventanas y techos mientras más refugiados llegan”.
El activista añadió que la retórica bélica de Bogotá y Caracas no ayuda. “Diría que lo hace peor”.
Las relaciones entre Colombia, un aliado ferviente de EU, y la autoproclamada antiimperialista Venezuela siempre han sido rocosas. Ambos lados han desplegado tropas ocasionalmente en la frontera en momentos de tensión.
Ambos rompieron relaciones diplomáticas a principios de 2019 cuando Colombia se unió a docenas de otras democracias al apoyar a Juan Guaidó, un líder de oposición en Venezuela que trató de sacar al presidente Nicolás Maduro.
Maduro, quien heredó el poder y la “Revolución Bolivariana”, de su difunto predecesor, Hugo Chavez, en 2013, continúa con la supervisión de un país en ruina económica y social donde la hiperinflación, escasez de alimentos y cortes eléctricos son una realidad diaria. Cuatro millones de venezolanos han huído, con casi la mitad que se quedaron en Colombia, lo que empeoró las relaciones. En febrero Colombia le otorgó a 1.7 millones de venezolanos estatus de protección.
Pero ahora los analistas se preocupan porque las tensiones en la frontera son particularmente volátiles, y las exacerba la mala comunicación entre las dos capitales.
“El genio salió de la botella… Después de años de negación de que las guerrillas colombianas operan en las fronteras con Venezuela, las fuerzas armadas venezolanas ahora están en una confrontación abierta con una facción de disidentes de las FARC”, dijo Bram Ebus, consultor del International Crisis Group (ICG), un thinktank.
“En el punto más tenso de la guerra fría, los líderes en Washington y Moscú todavía tenían una línea directa para evitar una catástrofe nuclear, pero hasta ahora Colombia y Venezuela no han podido dejar sus diferencias a un lado y abrir canales diplomáticos para prevenir un incremento en el conflicto”.
En Arauquita, los desplazados y refugiados desesperados se preparan para el largo plazo porque la lucha al otro lado del río no muestra señales de calmarse pronto.
“Las autoridades de Venezuela nos dicen que regresemos a casa, que la lucha paró, pero sabemos que es una mentira, sabemos que puede continuar por días o semanas o meses”, dijo Iturriera. “No tenemos ni idea de que pasará después, pero al menos estamos vivos”.