En el hotel de Trump en Washington ya no resuenan las multitudes que lo vitoreaban
El Trump International Hotel: "No conozco a nadie que vaya ahí o que haya ido ahí", dijo un autor local y periodista. Foto: AP. Alex Brandon

En alguna época se convirtió en la segunda Casa Blanca de la multitud MAGA. Ahora corre el riesgo de convertirse en elefante blanco.

Primero le pegó la pandemia del coronavirus, después, la derrota electoral de su dueño. El Trump International Hotel en Washington está sufriendo a causa de una gran pérdida de ingresos y de prestigio. Para los críticos del expresidente de EU, esto es una muestra de lo rápido que se está moviendo la ciudad sin él.

Solía ser el punto de reunión del Mundo Trump pero ahora no me imagino quién pueda ir allí”, dijo Sally Quinn, una escritora y periodista local. “Ni siquiera tenemos turistas en Washington. Y no me imagino que la gente quiera venir a hospedarse allí. No conozco a nadie que vaya allí o que haya ido allí”.

El hotel se abrió en medio de protestas en el histórico Antiguo Edificio Postal en la Avenida Pennsylvania, entre la Casa Blanca y el Capitolio, en septiembre de 2016 cuando Trump estaba en campaña para la presidencia.

Durante cuatro años su opulento lobby se mantuvo lleno de diplomáticos, cabilderos y miembros de la familia Trump. Era uno de los pocos lugares de la capital de EU en donde abundaban las gorras de MAGA, o Make America Great Again. Pero en estos días parece más el hotel embrujado de la película El Resplandor, de Stanley Kubrick.

Barrotes de acero rodeaban la magnífica fachada con las cinco  banderas de EU, además de una estatua del primer general del servicio postal, Benjamín  Franklin. Un portero vestido de negro explica que, debido a las restricciones del coronavirus, sólo la gente que invitan los huéspedes pueden entrar. The Guardian llamó a la recepción, y un hombre que dijo ser el gerente dijo: “Prefiero no hacer comentarios. Gracias por llamar”, y después colgó.

El hotel de Washington sólo obtuvo 15.1 millones de dólares en ingresos el año pasado, una caída de más de 60% en relación con el año pasado. Después, fue la derrota electoral de Trump y el juicio político por incitar a la mortal insurrección en el Capitolio el 6 de enero, tan cerca del hotel, lo cual dañó terriblemente su reputación.

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El 20 de enero, Trump subió a bordo del helicóptero Marine One para viajar hacia su nueva vida postpresidencial en su centro vacacional de Mar-a- Lago, en Florida, y el hotel se quedó sin uno de sus mayores atractivos. Una semana después, The New York Times reportó que  el lobby estaba casi vacío y que los meseros y el personal eran más que los clientes.

Hubo algo de duelo en Washington también, en donde Joe Biden aseguró el 92% del voto en comparación con el 5% de Trump. Más allá de los compromisos oficiales, pocas veces se vio al cuadragésimo quinto presidente en la ciudad. Casi nunca iba a los museos o a los teatros y cuando salía a cenar lo hacía en el hotel Trump.

El mes pasado The Washingtonian  reportó que la mesa 72  en un gabinete redondo en el restaurant de carnes estaba reservada perpetuamente para el presidente en caso de que decidiera visitar de último momento. La revista consiguió un documento de “Procedimientos de Operación Estándar” que el personal tenía que seguir cada vez que llegaba Trump.

“En cuanto Trump se sentara, el mesero tenía que ‘presentarle discretamente’ una minibotella de sanitizante Purell. Esto se hacía desde antes del Covid, hay que aclarar,” reporta. “Después, el diálogo: ‘Buenos…, dependiendo de la hora del día, señor presidente. ‘¿Le servimos su Diet Coke con hielo o sin hielo?‘ tenía que recitar el mesero.

“Una charola pulida con botellas frías o vasos de jaibol estaba lista para cualquier respuesta. Las instrucciones para servir el refresco se explican detalladamente en un proceso de no menos de siete pasos, y se ilustran con cuatro fotografías. La bebida tenía que abrirse frente al comandante en jefe por su fobia a los gérmenes, ‘nunca antes’.

“El mesero tenía que detener el destapador de brazo largo por la parte baja en una mano, y en la otra, la Diet Coke también en la parte baja. Una vez servida, la bebida tenía que colocarse  al lado derecho del presidente. ‘Repetir hasta que el jefe del Ejecutivo deje el lugar’”.

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Trump siempre comía lo mismo: coctel de camarones, un corte de carne bien cocida y papas fritas. A veces comía pay de manzana o pastel de chocolate de postre, según Washingtonian. “El manual indica que el mesero tiene que abrir pequeñas botellas de vidrio de salsa ketchup en frente de Trump, y asegurarse de que se escuche el sonido de la tapa cuando hace ‘pop’”.

Una charola con papas fritas, chocolates, barras de granola, Tic Tacs, ositos de goma, oreos, pasas cubiertas con chocolate y otras golosinas tenía que estar a la mano. La revista cuenta que en una ocasión Trump reclamó que su compañero de mesa tenía un corte de carne más grande que el suyo,  y que la primera dama Melania Trump una vez regresó el lenguado porque estaba aderezado con perejil y alcaparras.

El hotel y su restaurante de carnes recibían a toda la caballería de estrellas de MAGA, desde el abogado Rudy Giuliani hasta la asesora de la Casa Blanca Kellyanne Conway, del congresista de Florida, Matt Gaetz, hasta el CEO de MyPillow, Mike Lindell.  El exsecretario de estado Steve Mnuchin y su esposa, la actriz inglesa,  Louise Linton vivieron allí una temporada.

Algunos miembros de la familia Trump también figuraban, lo cual atraía a muchos admiradores que solicitaban selfies, y los invitados disfrutaban el “Spa de Ivanka Trump”, que incluye una “cámara de sales del Himalaya” y “un gimnasio con equipo Technogym de última generación”, pero ambos se cerraron a causa del Covid 19. En el bar se sentaban muchos  a ver las diferentes pantallas con deportes o Fox News.

De hecho, esta era la embajada Trump en una ciudad decididamente liberal. Quinn señala: “Él nunca iba a otro lugar que no fuera el hotel Trump y la mayor parte de su gente tampoco, así es que era como un ejército en ocupación. No los veía uno y todo el mundo seguía con su vida normal, pero siempre estaba esta nube negra encima de nuestra cabeza”.

En 2019, Trump supuestamente trató de vender el hotel por 500 millones de dólares pero se dice que ahora esos planes se quedaron en espera. El hotel tiene nueve pisos y 263 habitaciones. Su página indica que hay habitaciones disponibles desde 476 dólares la noche, suites de 1,122 dólares  la noche y suites de diseñador de 1,316 dólares la noche.

Kevin Chaffee, editor senior de la revista Washington Life dijo: “El hotel Trump ha tenido problemas desde hace tiempo y , si él no se encuentra allí, la gente no tiene que rendir pleitesía y hospedarse allí. Algunas embajadas realizaban allí sus eventos, pero ya no tienen que hacerlo”.

Agregó: “el bar era el mismodesastre de la Casa Blanca, pero esa gente ya no tiene que reunirse para ver qué está pasando en la escena porque el hombre ya se fue. Así es que debe ser como una ciudad fantasma”.

Los Trump dejaron poco rastro en Washington. Ivanka, la hija del expresidente, y su esposo, Jared Kushner, dejaron la mansión que rentaron en el barrio de Kalorama mientras trabajaban como asesores senior en la Casa Blanca.

La pareja se mudó a un condominio de lujo en Miami, Florida. Su antigua casa se promociona en las listas de los agentes de bienes raíces por una renta de 18 mil dólares al mes. Cuenta con seis recámaras y siete baños, abarca 464 metros cuadrados y está a tiro de piedra de la casa de Barack y Michelle Obama.

Jack Shrestha, dueño de Kalorama Guest House, que se encuentra a 1,600 m de distancia, dijo: “Los residentes del barrio en donde vivo son 90% demócratas así es que están felices de que Trump se fuera. Pero yo soy el dueño del negocio y no tomo partidos. A mí, ni siquiera me importa.

“El hijo de Ivanka iba a la misma escuela que mi hija, una escuela judía en Cleveland Park. Así es que me tocaba ver cuando iba a dejar al niño. No dijimos mucho porque nos dijeron que no le habláramos, que no le tomáramos fotos, ni nada parecido”.

Washington está lleno de memoriales, monumentos y estatuas de expresidentes. Biden y la vicepresidenta Kamala Harris ya se han hecho visibles. Mientras tanto, el hotel de Trump se está asegurando de que su nombre conserve las letras doradas en la Avenida Pensilvania, supuestamente, la calle más famosa de EU.

Quinn comentó: “Sospecho que quien quiera que lo compre quitará todos los adornos dorados y lo convertirá en algo nada relacionado con Trump.

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