Ahí vienen los texanos
Enernauta

Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.

Ahí vienen los texanos
Foto: pixabay

La reciente disrupción en el suministro de gas natural proveniente de Texas ha llamado poderosamente la atención sobre la seguridad energética de México, en tanto el 70% del gas que consume proviene de ese estado. Un sistema energético texano sorprendentemente mal preparado para resistir una helada provocó el desaguisado, pero que el gobernador de Texas emitiera una instrucción para detener temporalmente la exportación de gas a cualquier destino, incluido México, planteó la duda: ¿y si Texas o el gobierno de Estados Unidos decidieran dejar de exportar gas a México?

La pregunta parece ociosa en el marco del tratado de libre comercio que rige las relaciones entre dos países aliados como lo son México y Estados Unidos, pero quizá evoque en algunos la crisis de suministro de gas de Rusia a Europa ocurridas en 2009 y 2014. En ambos casos, la perenne dificultad de Ucrania para pagar las deudas que acumuló al comprar gas de Gazprom, la gigante empresa rusa, sumada al fracaso de negociaciones para encontrar una salida a este problema, motivó a Gazprom a suspender envíos de gas a Ucrania. El gobierno ucraniano respondió, en contra de acuerdos y contratos, cerrando las válvulas al gas que debía entregar a Europa.

Este uso del “arma del gas” trajo magros resultados para Rusia y Ucrania. En un esfuerzo por recuperar su reputación como proveedor confiable de Europa, Gazprom debió asumir costos adicionales a los que hubiera incurrido en ausencia del conflicto, arreglándoselas con empresas europeas para construir tres nuevos ductos que entraran a Alemania y otros destinos del sur del continente sin cruzar por Ucrania. El primer ducto nuevo, Nordstream I, surgió en respuesta a la crisis de 2009 y conectó por primera vez directamente a Rusia con Alemania a través del Mar Báltico. El segundo ducto, Nordstream II, derivó de la crisis de 2014 y actualmente está en construcción por la misma vía. El tercero, TurkStream, llegó al sur de Europa por el Mar Negro vía Turquía.

La Unión Europea, a su vez, puso en marcha una nueva estrategia energética para encontrar proveedores en otras latitudes, aprovechando la creciente disponibilidad de gas natural licuado estadounidense en el Atlántico. Además, anunció objetivos para ampliar la capacidad de transporte de gas entre los países miembros y de impulsar de manera más decidida un mercado regional de energías renovables, entre otras medidas.

Ucrania recibe hoy menos rentas debido a la reducción en el tránsito de gas por su territorio. Por si fuera poco, es una versión encogida de sí misma, víctima de su desventaja geopolítica y militar frente a Rusia.

Otro importante caso que ilustra la fragilidad del arma energética proviene de la decisión de los países petroleros árabes en 1973 de imponer un embargo a las exportaciones de crudo y refinados a Estados Unidos y sus aliados, con el objetivo de forzarlos a retirar su apoyo a Israel durante la Guerra de Yom Kippur. Aunque el precio del crudo estaba ya destinado a aumentar debido al enorme crecimiento de la demanda comparado con la oferta durante la década previa, el “arma del petróleo” disparó el precio del crudo, motivó la creación la Agencia Internacional de Energía (AIE) como contrapeso a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y, aún más significativo, vigorizó la búsqueda mundial por desarrollar nuevas reservas petroleras y reducir el uso del petróleo. Francia impulsó la energía nuclear; Reino Unido, la exploración petrolera; Alemania, las renovables y el gas natural (de ahí los lazos con Rusia); Japón, el gas natural y la energía nuclear; Estados Unidos, una vacilante combinación de estos cuatro enfoques.

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Para principios de los 80s, la nueva producción de petróleo proveniente del Mar del Norte, Alaska y México, sumada a la recesión económica mundial, provocó un desplome en el precio del crudo. Quienes usaron el “arma del petróleo” terminaron la década con menos ingresos y más competidores.

Es evidente que la situación en Norteamérica es muy distinta a las anteriores. Estados Unidos y México no viven en el siglo 19 y son dos democracias que colaboran en múltiples órdenes, con todo y sus diferencias. Estados Unidos no ha usado el arma energética contra México. En todo caso, sus empresas han hecho exactamente lo opuesto: apoyar por décadas el desarrollo del sector energético mexicano comprando crudo, suministrando gas y combustibles, financiando proyectos energéticos públicos y privados y, desde la apertura energética, invirtiendo en hidrocarburos y electricidad.

Más aún, es realmente difícil imaginar que un empresario texano renuncie al espléndido negocio que significa venderle gas a México. También lo es suponer que México renuncie a los beneficios de contar con gas barato y suministro estable, a pesar de la temporal interrupción de suministro.

Si el uso del arma del gas está descartado entre Estados Unidos y México, ¿entonces qué sigue? No hay misterio. Aún sin riesgo geopolítico, la prudencia en la política energética, en Texas, México o Tombuctú, exige fortalecer la capacidad de respuesta ante una interrupción de suministro, por el motivo que sea: producir más, almacenar más, interconectar más y diversificar más.

En México, esto significa promover la exploración y extracción de gas en el noreste y sureste del país, detonar proyectos de almacenamiento subterráneo, contratar compras de gas natural licuado de orígenes más allá de Norteamérica, construir más ductos, desarrollar nuevos nodos de comercialización, impulsar energías alternativas como la solar y la eólica. México ya ha logrado notables avances en estas áreas; ahora le conviene llegar más lejos.

Ejemplos de acciones como éstas figuran no solo en Europa o Estados Unidos. En América Latina, Chile construyó terminales para importar gas natural licuado como resultado de la interrupción en el flujo de gas natural de Argentina hace casi dos décadas. Brasil buscó más petróleo y gas y construyó terminales de importación cuando un giro nacionalista en Bolivia redujo el flujo de gas hacia su territorio. Japón y Corea del Sur compran el 100% del gas que consumen, pero se aseguraron de que provenga de fuentes geográficamente diversas y confiables. Y todos promueven las energías alternativas.

En el comercio energético predomina la interdependencia. México y Texas son vecinos que han ligado provechosamente sus sectores energéticos mediante ductos, vías de ferrocarril y líneas marítimas; por no hablar del nutrido intercambio de ideas a través del internet y los centros de conocimiento, o la transmisión de tecnología y equipo facilitada por el libre comercio. Los beneficios han superado por mucho los costos ocasionales. En disrupciones energéticas anteriores ha prevalecido la solidaridad en ambas vías. Nada de esto debe cambiar por el apagón reciente.

¡Bienvenidos los texanos!

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