La madre de todas las preguntas
Con el tiempo descubrí que la ética y las reglas básicas de comportamiento podían darse sin seres místicos de por medio, sin embargo, a mi “paquete educativo” le faltaba una de las piezas más importantes: Dios está ahí para te aferres a él en los momentos más difíciles, me decían los más creyentes. Es cierto ¿de qué te agarras cuando no queda nadie más?
Con el tiempo descubrí que la ética y las reglas básicas de comportamiento podían darse sin seres místicos de por medio, sin embargo, a mi “paquete educativo” le faltaba una de las piezas más importantes: Dios está ahí para te aferres a él en los momentos más difíciles, me decían los más creyentes. Es cierto ¿de qué te agarras cuando no queda nadie más?
Hoy me saldré de las dudas que genera el acontecer nacional para irme a un ámbito más importante, el personal. No sólo el mío, el de todas y cada una de las personas, tratando de responder a la madre de todas las preguntas: ¿de dónde te agarras?
Me explico. Fui educada en el catolicismo, me lo sé todo: misa en la mañana, rezar antes y después de cada comida, el ‘Angelus’ a mediodía, el rosario a las cinco de la tarde y la oración de la noche. Pero mis dudas han sido siempre más grandes que mi fe o eso que creía mi fe, por lo que la iglesia me perdió rápido. Una comienza a hacerse estas preguntas en la adolescencia, y se supone, las culmina en la adultez, pero le agitan de verdad cuanto tiene que respondérselas a sus hijos: ¿les enseño lo mismo, aunque yo no lo crea?
Así es como esa pregunta me llevó a otra que me ha perseguido por los últimos 17 años. Las religiones y lo que conllevan, representan un maravilloso paquete prefabricado para educar: reglas de comportamiento, comunidades con ideales similares (grupos de soporte, hasta cierto punto) y hasta un mal imaginario para evitar pasarse de la raya. ¿Cómo enseñar todo lo bueno, sin el factor religión? Esa era mi más grande duda. Con el tiempo descubrí que la ética y las reglas básicas de comportamiento podían darse sin seres místicos de por medio, sin embargo, a mi “paquete educativo” le faltaba una de las piezas más importantes: Dios está ahí para te aferres a él en los momentos más difíciles, me decían los más creyentes. Es cierto ¿de qué te agarras cuando no queda nadie más? Se lo pregunté a mi hija adolescente, me contestó: de ti.
No me atreví a preguntarle de quién se agarraría cuando yo no esté.
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Estamos viviendo tiempos de muchas pérdidas, hemos perdido la vida como la conocíamos, hemos perdido la libertad de abrazar a un amigo y hemos perdido personas y por si fuera poco; nos enfrentamos a un bombardeo constante de noticias que no son del todo alentadoras: la creciente ola de contagios y la creciente ola de trastornos mentales, los conflictos políticos aquí y todos esos que también nos competen “allá”, hacen que encontrar un puerto seguro no sea lo más fácil del mundo. Anoche, llamé a una de las mujeres que más admiro, quien llevaba dos días viviendo la pesadilla lamentablemente hoy común en la Ciudad de México –encontrar un hospital para un ser querido enfermo de Covid-19-, mientras ella también padecía los síntomas. ¿Y tú cómo estás?, pregunté. Su respuesta me marcó. “Estoy agradecida”, dijo.
¿Cómo puede una persona estar agradecida en medio de tanta angustia? Ella tenía razones de sobra, enumeró a quienes de una u otra forma la habían ayudado. Pensó en otras personas que podían encontrarse en su situación. Pensó también que para que su familiar consiguiera la cama, era quizá porque alguien más la había desocupado tras morir.
Mi pieza faltante, era esa: la gratitud.
Sin embargo, enamorada de las preguntas como soy, sé que mi respuesta es temporal, hasta que a fuerza de seguirme cuestionando encuentre otra mejor, o cosas más interesantes que preguntar.
Pamela Cerdeira es periodista y conductora. @PamCerdeira
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