¿Piensas que eres un mal papá o una mala madre?, puede ser el síndrome del impostor parental
'El miedo a veces es irreal'… Lucille con dos de sus hijos, Freja y Elijah. Foto: Christian Sinibaldi/The Guardian

Como madre de tres niños, hay muchos días en los que cuestiono las decisiones que tomo. En ocasiones, el peso de eso -la noción de que el bienestar y la felicidad de tu hijo dependen de ti- puede resultar paralizante. Al mismo tiempo, somos bombardeados por padres que publican su propio orgullo de los logros de sus hijos en Instagram y Facebook y en los grupos de WhatsApp, lo cual significa que es fácil sentir que todo el mundo sabe lo que está haciendo.

Con frecuencia se discute la idea de que las personas se sienten a veces como impostores en el trabajo. Sin embargo, rara vez se reconoce el síndrome del impostor parental que tienen muchas personas -que están fingiendo y que nunca llegarán a ser padres-.

La psicóloga Linda Blair lo explica: “En 1996, dos psicoterapeutas idearon el concepto de síndrome del impostor, definiéndolo vagamente como dudar de tus capacidades y no sentirte lo suficientemente bueno. Se han llevado a cabo muchas investigaciones sobre el síndrome del impostor en el trabajo, y esto pertenece a ese mismo ámbito. Actualmente escucho mucho más sobre este tema en el consultorio, en parte debido a las redes sociales y a los padres de ‘fakebook'”.

Ranee, de 52 años, vive en el suroeste de Londres con su esposo y sus dos hijos adoptados. Ranee es de origen esrilanqués y la familia de su esposo es de la isla Mauricio. Por ello, tardaron mucho tiempo en ser emparejados con sus hijos, ya que muchos organismos se empeñan en emparejar el origen étnico de los posibles padres y niños.

Durante ese tiempo, Ranee y su esposo pasaron por un riguroso proceso de evaluación, pero cuando el proceso se completó y eran una familia con hijos, se sintió desorientada por todo lo que desconocía.

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‘Era como si tuviera algo falso escrito en la frente’… Ranee y su esposo, Sam, que tienen dos hijos adoptados. Foto: Linda Nylind/The Guardian

“Recuerdo entrar al patio de recreo y pensar: ‘Todo el mundo sabe que no eres una mamá de verdad'”, cuenta, cuando llevó a su hijo de cinco años a la escuela por primera vez. “Era como si tuviera una sirena sobre mí, o ‘falso’ escrito en mi frente. El simple hecho de intentar hablar con los padres en una reunión para niños, o de preguntarme qué comerían los otros niños, resultaba complicado. Mis hijos eran muy quisquillosos con la comida, y todo esto me hacía pensar que no sabía lo que estaba haciendo”.

Comenta que tomó cursos y leyó libros para intentar prepararse, pero nada la preparó por completo para la experiencia de convertirse en madre. “No tenía ninguna amiga madre y pasé directamente de trabajar a ser una madre que se queda en casa. No dejaba de pensar: ‘¿Todo el mundo se siente así? ¿Así funciona todo?’”.

Ranee, fotógrafa de alimentos, explica que ahora que se completó la adopción, su síndrome del impostor ha desaparecido en gran medida. “De vez en cuando reaparece cuando nos enfrentamos a cuestiones escolares, pero ahora tengo una red de amigos que también adoptaron y eso me ha ayudado a ganar algo de perspectiva”.

Además del hecho de que ella y su esposo dejaron de ser una pareja y se convirtieron en padres de dos hijos en un solo día, Ranee cree que la ansiedad respecto a saber si estaba haciendo las cosas “bien” influyó mucho en que se sintiera como una impostora. “A veces tenía la sensación de que había un padre modelo por ahí, pero aprendí a disminuir mis expectativas, y a comprender que mis hijos no conocen otra cosa. Ahora practico la paternidad ‘suficientemente buena’. Sé que cometeré errores y tengo que perdonarme y no exaltarme”.

“Antes quería salir corriendo del patio y esconderme debajo de la cama. Pero aprendí que solo tienes que establecer tu propio estándar. Confía en que serás un gran padre, y lucha por tus hijos. Un día fracasarás, al día siguiente te sentirás menos fracasado, y así sucesivamente, hasta que todo se normalice”.

Años después, dice, las cosas parecen muy diferentes. “Tengo dos hijos increíbles que son adolescentes, y sé que forjarán sus propias vidas, y solo quiero que sean felices”.

Lucille vive en Suffolk y tiene cinco hijos. Cuesta imaginar que alguien con tanta experiencia en la crianza de los hijos pueda sentirse como alguien “falso” que podría ser descubierto, pero, según comenta, con frecuencia las redes sociales la hacen sentir que no es lo suficientemente buena. “Soy mi peor enemigo porque me impongo el síndrome del impostor“, explica. “Es demasiado fácil ver las fotos perfectas de Facebook y los momentos de Instagram y olvidar que mucho de eso es simple apariencia. Y nadie tiene todo tan ordenado”.

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Lucille con dos de sus hijos, Freja y Elijah. Foto: Christian Sinibaldi/The Guardian

“Al crecer, deseaba tener hijos más que respirar, así que cinco hijos -y nueve abortos espontáneos después- en muchos sentidos esto es todo lo que soñé, pero no sé si alguna vez sentiré que logré lo suficiente”.

Blair comenta que esto es algo que ha escuchado antes con anterioridad. “El trabajo de las redes sociales consiste en presentar tu mejor imagen, por lo que obtenemos una versión distorsionada de la paternidad”, explica. “Una de las medidas que aconsejo es intentar limitar las redes sociales, o complementarlas con pláticas cara a cara con otros padres. De este modo, se obtendrá una imagen real de lo que ocurre, y es más probable que la gente sea sincera”.

Lucille es diseñadora de joyas y vive con dolor crónico debido a una enfermedad. Su esposo trabaja muchas horas, lo que significa que gran parte de la crianza recae en ella. Además, educa a su hijo en casa porque corre el riesgo de sufrir anafilaxia. “La mayor parte de nuestras horas de vigilia, somos yo, yo misma y cinco. La gente me ve con horror cuando les cuento esto, pero para nosotros nos funciona”.

Lo que puso todo en su lugar, dice, no solo es el tiempo, sino las difíciles situaciones que han atravesado. “En los últimos 18 meses, casi perdemos a Elijah a causa de su anafilaxia, todos nos contagiamos de Covid-19 dos veces, y mi hijo mayor, Alex, se encontró un bulto inexplicable en el brazo, que nos dio un susto tremendo. El miedo en ocasiones ha sido irreal, pero, como madre, todos estos retos me han ayudado a darme cuenta de que puedo aguantar casi todo”.

“Con cinco hijos, tuve la oportunidad de aprender de mis errores. Sé que puedo afrontar casi todo lo que se me presente, pero eso no significa que sienta que lo estoy haciendo a la perfección. Simplemente, me esfuerzo al máximo”.

Blair señala que el hecho de convertirse en padre no es necesariamente más sencillo, incluso con varios hijos: “Muchas técnicas que aprendes solo son temporales. Puede que funcionen al principio, pero después los niños crecen, las circunstancias cambian y dejan de ser eficaces. Tienes que aprender a perdonarte a ti mismo porque ellos cambian”.

Mi esposo, Adnan, tiene 56 años. Él quiso dejar en claro que no solo las madres se pueden sentir como impostoras en su vida hogareña. “Tenía esa ilusión de cuento de hadas de cómo sería yo como padre”, cuenta. “Cuando nació nuestro primer hijo, tenía imágenes de todas las cosas que haríamos juntos. No incluía imágenes de noches de insomnio, ni de cada prenda de ropa cubierta de mocos y yogur”.

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Saima Mir con su esposo, Adnan, y sus hijos. Foto: Cortesía de Saima Mir

También dice que no se vuelve más fácil con más hijos, ya que cada uno de ellos tendrá una personalidad diferente que requerirá diferentes métodos de crianza. “Existe una delgada línea entre el manejo de los niños, centrándose en la salud y la seguridad, y ser un padre presente, intentando escuchar todas sus voces”, dice.

“Nadie te explica que eres su protector, así como la persona que cumple con sus factores de higiene, los alimenta, escucha la política de los parques y construye su confianza. Eres la persona encargada de narrar en su cabeza lo estupendos que son”.

Adnan comenta que, aunque no se compara con otros padres, todavía le resulta difícil sacudirse el cuento de hadas que tiene grabado en su mente y con el que nunca llega a cumplir del todo. “El arbitraje continuo, y el delegar la toma de decisiones va más allá de todo lo que he hecho en el trabajo”.

“Me sigo preguntando: ‘¿Estoy capacitado para afrontar esto?’ Soy padre, consejero, entrenador, autocrático y democrático. También influye el hecho de ser padre a los 50 años: no tienes la cualidad física de los 30″.

Blair, que ella misma crió a tres hijos, comenta que su consejo en estas circunstancias es pasar tiempo con cada uno de ellos a solas. “Encuentra la manera, cada mes, o cada semana, de pasar una hora con un solo hijo, uno por uno. Vayan a un café después de la escuela o algo parecido. Lo recordarán por encima de todo lo demás. Yo solía hacer esto con mis hijos, y simplemente era mágico”.

Adam, de 61 años, se mudó al Reino Unido desde Zambia hace ocho años con su esposa y sus tres hijos. La esposa de Adam es arquitecta y pasa gran parte de su tiempo en Zambia, mientras que él se queda en su casa en Carterton, en Oxfordshire, para cuidar a los niños.

Tuve mi primer hijo a los 46 años, y tengo una hija de 20 años que tenía cinco años cuando me casé con su madre, y que adopté cuando tenía ocho”, dice.

“Al llegar al Reino Unido, rápidamente comencé a sentirme inferior con respecto a otros padres, por lo general mucho más jóvenes, que parecían tener éxito sin ningún esfuerzo en todo: carreras, familia, etc., y esto todavía continúa”.

“Desde el punto de vista práctico, en Zambia tuvimos mucha ayuda durante los primeros años, era sencillo conseguir niñeras y había mucho espacio libre”.

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Adam con su esposa, Mwangala, su hija, Nina, y sus hijos, Christopher y AJ. Foto: Enoch Kavindele Jr

En sus momentos más tranquilos, Adam se muestra realista sobre sus propias habilidades. “Sí creo que he hecho un trabajo razonable. Los niños están todos, afortunadamente, bien adaptados, son razonablemente trabajadores y muy sociables”.

Sin embargo, dice que en otras ocasiones lo atormentan los pensamientos de que podría estar haciendo algo mucho mejor por sus hijos: “Como llegué a la paternidad de forma tardía y porque casi siempre estuvimos tan lejos, nunca tuve la oportunidad de compartir mis experiencias de paternidad con mis contemporáneos de aquí, por lo que cuando llegamos al Reino Unido la mayoría de ellos ya habían pasado a otra fase, con hijos en la universidad, y me sentí bastante solo. Desde hace 25 años, sufro de forma intermitente de depresión, y con frecuencia se manifiesta a través de una falta de autoestima paralizante”.

“Mis hijos en verdad son maravillosos. Me gusta pensar que ellos dirían que soy ‘el mejor padre de la historia‘, solo que muchas veces yo mismo parezco incapaz de aceptarlo”.

Blair opina lo mismo. “Tenemos que descubrir nuestra identidad única. Cuando lo entendemos, todo resulta más fácil. Creemos que tenemos que vivir conforme a las reglas de otras personas, pero después nos sentimos insuficientes cuando no cumplimos las expectativas. Todos los libros de crianza son modelos. Tienes que inventar tu propia forma de criar, porque cada niño es único”.

“La teoría de la ‘crianza suficientemente buena’ es una gran forma de ver las cosas”, señala. “Los padres perfectos en realidad no producen los mejores hijos. Los errores que cometemos les brindan a nuestros hijos espacio para convertirse en mejores adultos, cosas contra las cuales rebelarse, y los ayuda a forjar su personalidad”.

La psicoterapeuta Philippa Perry comenta que como sociedad nos hemos obsesionado mucho más con nosotros mismos, colocándonos en el centro de la relación en lugar de nuestros hijos, aspecto que no ayuda. “Todos amamos a nuestros hijos, pero lo que tenemos que hacer es respetarlos. Nos engañamos si pensamos que tenemos el control. No tenemos el control, pero lo que sí tenemos es el control sobre cómo nos comportamos, y tenemos que comportarnos de forma auténtica y respetuosa con nuestros hijos. Tenemos que asociarnos en nuestros intentos. Respeta el tiempo de tus hijos y respétense los unos a los otros”.

El agotamiento nos puede hacer olvidar que ya no somos las personas más importantes de nuestro mundo. Para aquellos que tenemos el privilegio de ser padres, tal vez solo necesitamos simplificar las cosas mientras navegamos por la vida junto a las pequeñas personas que nos fueron confiadas, y vernos a nosotros mismos a través de sus ojos.

La terapeuta londinense Michelle Qureshi también tiene algunas recomendaciones. “Acéptate como ser humano, abandona las comparaciones con otros padres, dite a ti mismo: ‘En general, hago un buen trabajo, y ellos también’. No dejes que tus inseguridades te definan, permítete disfrutar de tu propio estilo de crianza, independientemente de cuál sea”.

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