Tamara Walcott, récord mundial de levantamiento de potencia: ‘Soy una mujer. ¿Por qué no puedo ser fuerte?’

El gimnasio Chiseled Life en Columbia, Maryland, Estados Unidos, vibra con una banda sonora que incluye el ruido de las pesas y los gruñidos de los levantadores. En ese momento, Tamara Walcott se pasea por delante de la barra de peso muerto y el lugar se paraliza. Los hombres que están junto al banco de la barra se detienen y voltean, listos para ver a la poseedora del récord mundial en acción.

Walcott se sitúa frente a la barra y pone un pie en posición, echa el otro hacia atrás y lo coloca a la distancia de la cadera. Sacude una muñeca delante de ella y luego la otra, mostrando sus largas uñas, pintadas de amarillo, con un diseño diferente en cada dedo. Se pone en cuclillas brevemente, después se pone de pie y se inclina para agarrar la barra. Comienza a levantar. “¡Vamos!”, gritan los hombres. “¡Vamos!”, grita una mujer inclinada sobre el rack de sentadillas. Walcott se detiene con la carga de 455 libras junto a sus espinillas antes de levantarla a la altura de su cadera. Vuelve a dejar la barra en el suelo… y repite el movimiento cinco veces más.

Al terminar su primer levantamiento pesado del día, Walcott comienza a quitarse las muñequeras. Los asistentes del gimnasio retoman sus propias pesas; se reanudan los gruñidos y las conversaciones. Su compañera de entrenamiento se da cuenta de mi sorpresa y se ríe. “Todo el mundo se detiene para ver cómo levanta Tamara”, explica.

Walcott, por decirlo con suavidad, es fuerte. Esta mujer de 38 años, madre de dos hijos, estableció el récord mundial de levantamiento de peso muerto femenino en el Arnold Sports Festival a principios de este mes, levantando 290 kg, aproximadamente el peso de un oso pardo de tamaño promedio. Rompió el récord que estableció el año anterior con mucho estilo, su preparación característica, junto con sus uñas impecables y sus arracadas tan grandes que podrían ser usadas como brazaletes, llamaron la atención de los aficionados al deporte y de los profesionales por igual. Sin embargo, la levantadora de potencia profesional recuerda una época en la que subir y bajar las escaleras para lavar la ropa habría sido algo imposible, y mucho menos levantar cientos de kilos.

Walcott, que se autodenomina “adicta a la comida”, se encontraba en pleno proceso de divorcio en 2017 cuando descubrió que su peso había aumentado. “Recuerdo haber atravesado mi divorcio, llorando en mi armario, diciéndole a mi hermana: ‘Quiero perder peso. Quiero perder peso‘”, cuenta.

“Pesaba 415 libras. Hubo momentos literales en los que me compraba un traje -y creo que así fue como me di cuenta de que me estaba volviendo demasiado grande- y tenía que seguir comprando ropa nueva.

Y me decía, acabo de comprar esto, ¿por qué no me queda? Y entonces me probaba algo que me había puesto la semana anterior, y me quedaba apretado”.

Entrar de nuevo a un gimnasio era desalentador. Su hermana, en una de esas conversaciones desde el armario en 2017, le dijo: “Tammy, iré contigo”.

“Y, literalmente, conducía 45 minutos, tres días a la semana después del trabajo para ir conmigo a empezar a entrenar cuando estaba en mi mayor peso”, comenta Walcott. Las noches que entrenaba, Walcott dejaba su trabajo de 9 a 5 como administradora de propiedades residenciales, se aseguraba de que sus hijos estuvieran preparados para ir a la cama y se dirigía al gimnasio, dejando a sus hijos al cuidado de su madre.

Afrontó su adicción a la comida con una nueva adicción: el ejercicio. Cuando le apetecía comer después de una comida, “la nueva Tamara se lanzaba al piso y hacía lagartijas, abdominales y saltos de tijera. Ahora, estoy cansada. Me digo: ‘Chica, sienta tu trasero, no tienes hambre. Solo estás cansada'”. Se ríe. “Todavía soy una adicta a la comida, pero ya no me doy el gusto de hacer esas cosas”.

Walcott había tomado clases de mancuernas antes, pero no fue hasta que entró a un nuevo gimnasio en 2018 que se inició en el levantamiento de potencia. “Vi a todas estas personas haciendo levantamientos, hay tiza por todas partes. Estoy como, ¿qué está pasando? ¿Por qué están gritando estas personas?”, cuenta entre risas

“Y entonces quise intentarlo. Fui capaz de tomar el control de eso. Y sentí que todo lo demás en mi vida comenzaba a tener orden. Así que la gente ve este cambio exterior y piensa que es genial. Pero si realmente pudieran acceder a mi [estado] mental de la manera en que ahora pienso, en que considero mi cuerpo -como tu cuerpo es tu recipiente, cuida tu cuerpo, es el único que tienes- es como un cambio [de 180 grados] de cómo solía pensar”.

Walcott perdió 100 libras en un año. Sus levantamientos despegaron. Después de trabajar con su entrenador, Daniel Fox, durante menos de un año, fue a su primera competencia de levantamiento de potencia a finales de 2018.

“Cuando recién comencé, escuchamos muchas cosas como: ‘¿Por qué quieres hacer levantamientos? Algo como: ‘No vas a perder peso haciendo levantamientos’. Pero lo hice. ‘No deberías hacer levantamiento en banco, vas a parecer un hombre’. Pero no es así. La gente incluso me ha hecho preguntas en internet, como, ‘¿Eres un hombre? ¿Realmente eres una mujer o eres un hombre?’ Di a luz a dos niños. Soy una mujer. ¿Por qué no puedo ser fuerte? ¿Por qué tienes que hacerme esas preguntas por ser fuerte? ¿Entiendes lo que quiero decir? Así que se trata de crear conciencia en otras mujeres y otras niñas de que está bien ser fuerte porque hay otras personas como tú, otras mujeres como yo que también lo hacen”.

Recuerda que le enseñó su primera medalla a su abuela, la matriarca de su familia, que se había enfermado y se encontraba en un centro de cuidados paliativos en Maryland. La primera vez que Walcott menciona a su abuela, que ya falleció, la emoción se abre paso en su voz y sus ojos se humedecen.
Cuando me divorcié, no sabía cómo iba a llegar a fin de mes habiendo pasado de dos ingresos a uno“, comenta. Pero su abuela, que trabajaba como cocinera en las Islas Vírgenes y con la que Walcott, sus hermanos y su madre vivieron durante su infancia, le había demostrado que era posible, y además con generosidad. “No teníamos mucho”, dice, pero su abuela cocinaba regularmente ollas gigantes de comida y alimentaba al vecindario. “Nunca sentí que me faltara algo mientras crecía. Siempre me sentí querida”.

“Cuando hago peso muerto, pienso en ella”, comenta. “Cuando dejó de ser capaz de caminar, no todos sabíamos cómo usar [la grúa para sacarla de la cama], y ella no se sentía segura y protegida. Así que un día le dije: ‘Abuela, te tengo’, y la levanté y la puse en su silla o la levantaba y la volvía a poner en su cama. Y ella decía: ‘Oh, Dios mío, levantaste todo este peso muerto. Ahora me levantas a mí, eres mi grúa humana‘”.

Para ser una mujer que desprende confianza, Walcott dice que no es inmune a las inseguridades. De hecho, sus logros estuvieron precedidos por ellas.

“Me siento y me sumerjo y me siento como, tal vez, me sienta herida en el momento. Pero no me detengo ahí durante mucho tiempo. Lo que mi abuela siempre solía decir es: ‘Tammy, tu situación actual no es tu destino final'”, comenta. “Así que hay días en los que me siento cansada. Hay días en los que me siento emocionalmente golpeada. Hay días en los que no quiero ir al gimnasio, pero sé que no seguiré sintiéndome así para siempre.”

Ir al Arnold Sports Festival fue uno de esos momentos. Hizo una lista de las razones por las cuales no debía ir: Acababa de participar en una competencia, sería una levantadora de potencia que competiría en una competencia de strongman, y nunca había levantado la barra tipo elephant, que es aproximadamente dos pies y medio más larga y se curva más que una barra normal de peso muerto.

“Voy a avergonzar a todas las levantadoras de potencia, todas las mujeres fuertes se van a reír de mí”, recuerda haber pensado. “En cada competencia, siempre pienso que es la última. No voy a participar en otra, esta es mi última competencia“.

El día de su prueba, Walcott se puso pantalones rojos para celebrar el mes de la historia de la mujer y se puso unas grandes arracadas doradas. Mostró sus uñas pintadas de rojo en su preparación característica. Cuando rodeó con sus dedos la barra elephant, era la primera vez que la tocaba. “¿Alguna vez has hecho el truco del lápiz cuando lo mueves y parece que se balancea? Así es como se siente la barra elephant. Cuando la levantas, las pesas rebotan hacia arriba y hacia abajo, te jala hacia el piso”. Ella levantó 601 libras. Después, levantó 626.

Le pregunto en qué estaba pensando. “Caminando hacia la barra, pienso en mis hijos. Pienso en mi abuela, que era la matriarca de nuestra familia. Y son un montón de emociones que fluyen. Así que es casi como una visión estrecha. No escucho a la multitud. No veo nada. Veo la barra. Ni siquiera veo el peso en la barra. Solo sé que tengo que levantarla, porque tengo que hacerlo por ella”.

“Me quito los audífonos justo antes de ir a levantarla porque no quiero escuchar al presentador. No quiero escuchar a nadie más. No quiero escuchar cuánto peso hay en la barra; tengo un cálculo aproximado de lo que va a poner mi entrenador”. Esta vez no pudo escapar de la voz del presentador que alborotaba al público con la cantidad que estaba a punto de levantar: 641 libras. “El presentador lo repetía una y otra vez. No paraba de decir: ‘Vamos chicos‘, y yo decía: ‘Señor, ¡no quiero saber eso!'”
Entonces la levantó, sosteniéndola durante un segundo completo antes de dejarla caer. “Miré hacia arriba, y finalmente vi que era un buen levantamiento. Me sentí como ‘¡Ah, gracias a Dios!'”.

“Se sintió ligera. Definitivamente me quedaba más fuerza. Definitivamente”, comenta, riéndose de mi reacción. “Sí, lo sé. Es una locura, ¿verdad? No es que sea imposible porque ya he levantado 650 [libras] en el gimnasio, así que por eso sé que me queda fuerza”

Walcott quiere superar las 650 libras en una competencia a finales de este año, aunque no me dice por cuánto. Lo que sí me revela es que en 2022 tiene los ojos puestos en los récords de sentadilla, total y en banco de la levantadora de potencia April Mathis, establecidos hace 11 años. “Así que ahora mismo estoy persiguiendo a las leyendas”, me dice. “Todavía no he alcanzado mi límite”.

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