Las mujeres detrás del lente: un momento de ternura en un mundo violento
'Durante el día, pienso que todo está bien, pero en la noche me doy cuenta de que algo en mí se rompió y no puedo dormir porque tengo pesadillas de que estoy en Venezuela en las calles otra vez o que estoy caminando sin rumbo'. Foto: Daniela Rivera Antara

Unas semanas después de haber regresado a Perú en 2019, leí sobre las altas cifras de feminicidios y abusos sexuales que ocurrieron durante ese año. Las estadísticas no incluían a las mujeres migrantes venezolanas.

Sabía que quería fotografiar a esta comunidad sin enfocarme en la violencia que se había convertido en algo demasiado común en sus vidas; me parecía innecesario y traumatizante. Tampoco quería producir las mismas imágenes que normalmente vemos sobre la migración.

Cuando conocí a Adriana, una de las mujeres más jóvenes que fotografié para mi serie titulada Silence of Dawn (El silencio del amanecer), me contó que la peor parte de su experiencia de vivir en Perú era cuando se acostaba. Mientras duerme, revive los tres meses que caminó a través de Venezuela con su hijo, calzando un par de Crocs y arrastrando una maleta rota detrás de ella.

“Caminé hasta Perú seguida por periodistas que fotografiaron a mi hijo mientras cruzábamos las montañas de Colombia sin zapatos ni chamarra. No tenía hogar en Venezuela, por eso me fui. Hay momentos en los que pienso en el pasado y me doy cuenta de que ambos pudimos haber muerto“.
Adriana comenta que fue abusada sexualmente en Cúcuta, Colombia, después de salir de Venezuela en enero de 2020. Ella y su hijo llegaron a Lima en marzo de 2020.

En Lima, vendía café en la calle, y cada vez que regresaba sana y salva a su casa, comentó que contaba sus bendiciones.

En Perú, se ha vuelto común considerar a las mujeres venezolanas como trabajadoras sexuales, un estereotipo que afecta todos los aspectos de sus vidas. Las mujeres que conocí compartieron abiertamente sus experiencias mientras yo intentaba comprender la razón por la que eran tratadas de esta manera.

Tomé la foto que aparece arriba cuando Adriana jugaba con su hijo, Mateo. Se burlaba de él, fingiendo que estaba enferma y que se dormía. La ternura de Mateo, mientras le ofrecía galletas saladas a su madre, resaltaba su deseo de jugar, donde el tiempo y el contexto no existen.

Sus posesiones mundanas albergaban un mundo de significado que los conectaba a un hogar que ya no existía. Adriana comentó que todas las decisiones que ha tomado fueron por su hijo. Los riesgos que ha corrido cada día desde que se fue de su hogar fueron por él.

Le pedí que escribiera los momentos que marcaron su vida como migrante. Las fotos parecían estar incompletas sin la emoción que transmitía la escritura superpuesta. Quise que todas las personas a las que fotografié participaran en el proceso. Además de anhelar la conexión, era importante que se sintieran seguras al compartir su mundo, en un lugar donde eran incomprendidas.

Daniela Rivera Antara es una fotógrafa y escritora nacida en Perú y criada en Lima y Australia. Su trabajo se centra en temas relacionados con el género, en particular con el desplazamiento, la desigualdad y la identidad.

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