25 años de Sex and the City dando en el clavo de la vida de una mujer soltera
Francas y fabulosas... Kim Cattrall, Kristin Davis y Sarah Jessica Parker en Sex and the City. Foto: Cinetext Bildarchiv/Hbo/Allstar

Sex and the City. Hace 25 años, una columnista de sexo de cabello abundante y adinerada debutó en una nueva y audaz comedia sobre mujeres de más de 30 años que tienen citas en Nueva York. “Es como el enigma de la Esfinge. ¿Por qué hay tantas magníficas mujeres solteras y ningún magnífico hombre soltero?“, fue la primera pregunta que Carrie Bradshaw (Sarah Jessica Parker) se hizo con sus amigas solteras. “Cuando llegas a los 30, piensas: ‘¿Por qué tengo que conformarme?’”, fue la respuesta de la abogada Miranda Hobbes (Cynthia Nixon). “La mayoría de los hombres se sienten amenazados por las mujeres exitosas”, añadió la comerciante de arte Charlotte York (Kristin Davis). “El hombre adecuado es una ilusión; ¡empiecen a vivir su vida!“, contraatacó la gurú de las relaciones públicas Samantha Jones (Kim Cattrall). Y sin más, así nació una de las mejores series de televisión protagonizadas por mujeres.

Que las mujeres hablaran con tanta franqueza sobre lo que quieren del sexo y las relaciones fue revolucionario en su momento; un cuarto de siglo después, es folklore. Las conversaciones de toda la serie siguen ocurriendo en todas partes, en almuerzos, margaritas y notas de voz de WhatsApp de nueve minutos. Puedo confirmarlo como treintañera soltera que ha visto las seis temporadas completas al menos, eh, cinco veces desde que tenía 20 años. Prácticamente no pasa una semana sin que mi amiga de muchos años y yo intercambiemos un meme de Samantha (“Si te conviertes en una de esas idiotas casadas, te mato” es uno de mis favoritos). Sex and the City fue, y sigue siendo, la biblia de las solteras.

La serie es una clase magistral en la que se exponen todas las formas en que la sociedad siempre tratará a las mujeres solteras como “inferiores”. En la primera temporada, en el episodio The Baby Shower, Samantha es avergonzada por “seguir yendo de bar en bar y de cama en cama”. ¿Su respuesta? Ofrecer una fabulosa fiesta de “¡No tengo un bebé!”. Posteriormente, en la sexta temporada, en el episodio A Woman’s Right to Shoes, Carrie calcula los 2 mil 300 dólares que gasta en la decisión de una amiga de casarse y tener hijos. Aunque está contenta de celebrar dichos acontecimientos, es injusto que no reciba nada para celebrar su soltería y su estatus como libre de hijos: “Hallmark no hace tarjetas de ‘¡Felicidades! ¡No te casaste con el hombre equivocado!”. Calificamos las decisiones vitales de los demás, comenta, en lugar de celebrarlas. Esto no podría ser más cierto en un momento en el que 604 libras (unos 13 mil pesos) es la cantidad promedio que gastamos para asistir a una boda, a pesar de que la mujer promedio no puede permitirse tener una casa propia en ningún lugar de Reino Unido.

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Regresar y terminar… Carrie (Sarah Jessica Parker) y “Mr Big” (Christopher Noth). Foto: United Archives GmbH/Alamy

Después, por supuesto, están las citas. Los hombres. El sexo. Samantha habla sobre salir con un tipo cuyo “semen tiene un sabor rarísimo” durante el desayuno. La cachonda Miranda fantasea con tener sexo con un sandwich. Prim Charlotte les grita a sus excompañeras de hermandad: “¿Nunca han deseado simplemente que les den realmente duro? … ¡Yo solo quiero que me cojan!”. Ningún tema está fuera de los límites y estas cuatro mujeres sentaron las bases para debatir abiertamente sobre el sexo sin juzgar a nadie. Al parecer, la gente tiene menos sexo que nunca. Tal vez sea el momento de escuchar el sermón de Samantha, que se pasa tardes enteras masturbándose con un vibrador mientras fuma porros.

En lo que respecta a las relaciones, Sex and the City hizo un gran trabajo asegurándonos que está bien querer una. No se trataba de mujeres desesperadas. Puedes ser feliz, exitosa y estar satisfecha con tu vida de soltera, y seguir deseando un amor romántico. Miranda, una mujer ferozmente independiente, no se da cuenta de que quiere a Steve Brady en su vida hasta meses después de tener a su hijo. La idealista Charlotte conoce al encantador, calvo y peludo Harry Goldblatt y por fin se da cuenta de que en ocasiones es necesario desmontar la imagen que uno ha tenido toda la vida de cómo cree que debería ser su vida para encontrar lo que es mejor para uno. Incluso Samantha se arriesga con Smith Jerrod después de romper con su infiel ex Richard Wright, cuando le dice: “Yo también te quiero, Richard, pero me quiero más a mí misma” (posteriormente le repite estas palabras a Smith en la película). Y cuando Carrie pone fin a su relación con el horrible Aleksandr Petrovsky en el final, acierta rotundamente: “Soy alguien que busca el amor. Amor de verdad. Amor ridículo, inoportuno, que nos consuma, que no podamos vivir el uno sin el otro“. Esa sí que es una frase digna de seguir.

No obstante, el amor que realmente necesitan estas mujeres siempre ha sido el de la otra. Encuentra a una amiga que se ofrezca voluntaria para sacar tu diafragma en caso de que se atasque –como Samantha lo hace en el caso de Carrie– y tendrás un alma gemela para toda la vida. Por supuesto, hubo algunos baches en el camino, como cuando Carrie avergonzó a Samantha tras descubrirla practicándole sexo oral al repartidor (lo que dio lugar a la clásica frase “Me vestiré como yo quiera y se la chuparé a quien yo quiera mientras pueda respirar y arrodillarme”). Sin embargo, tal como ocurre con las relaciones, la serie explora los momentos más reales e imperfectos de las amistades, así como los más gloriosos. En el episodio Shoulda Woulda Coulda de la cuarta temporada, cuando Miranda le dice a Charlotte, casi estéril, que está embarazada, Charlotte, devastada, insiste en regresar sola a casa. Pero Miranda la sigue en un acto silencioso de apoyo: “Ella sabía que Miranda la apoyaba”. Es maravilloso.

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La vida sigue … Sarah Jessica Parker en And Just Like That … la secuela de la serie de culto. Foto: Craig Blankenhorn/HBO Max

Sex and the City solo resultaba identificable para las mujeres privilegiadas, blancas y heterosexuales, y es difícil ignorar los defectos que ahora resultan dolorosos de volver a ver. Por supuesto, hay muchas cosas que serían diferentes en la actualidad, y se hicieron algunos intentos al respecto en la secuela, And Just Like That… Sin embargo, muchos de los otros sentimientos se sienten atemporales y permanecerán conmigo durante toda la vida. Sé exactamente qué episodio debo ver según mi estado de ánimo, ya sea porque necesito llorar tras una ruptura (el momento en que Carrie lanza el florero al otro lado de la habitación después de la nota de Berger) o porque tengo un día solitario (Carrie lo describe como “palpable” en la presentación de su propio libro, algo que mi generación solitaria solo ahora está encontrando el valor para decirlo en voz alta).

A veces me pregunto si conocería la alegría de tomar sola una copa de vino sin haber visto el perfectamente titulado episodio de la segunda temporada They Shoot Single People, Don’t They? Carrie se sienta afuera de un bar, le dice al mesero que nadie más llegará y pide un trago. “Me senté allí y me tomé una copa de vino sola”, narra. “Sin libros, sin hombres, sin amigos, sin armaduras, sin fingir“. Esto no es del todo cierto hoy en día, pero solo porque yo también metí mi teléfono en la bolsa.

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