Opinión

Concreto y cristal

Tras el retiro de Simone Biles, vimos de todo, leímos de todo y entre ello, como siempre, la acusación de pertenecer a “la generación de cristal” y la respuesta o alusión a la otra, “generación de concreto”.

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Hace unas semanas se dio a conocer la decisión de la deportista Naomi Osaka de renunciar a Roland Garros por “proteger su salud mental”: las reacciones no se hicieron esperar. Esta semana, con los Juegos Olímpicos Tokio 2020 en el centro de las conversaciones de todo el mundo, Simone Biles se convirtió de nuevo en objeto de atención mediática, no por las medallas que ganó sino por una decisión histórica: dejar la competencia por la misma razón que Naomi Osaka, poner su salud mental como prioridad. En los mismos días además, o craso error, las seleccionadas para competir en softball por parte de México fueron descubiertas luego de cumplir un crimen imperdonable para muchas mentes: decidir tirar sus uniformes. 

De Biles –al igual que en su momento de Osaka– escuchamos quejas que hablaban de “falta de compromiso”, “disciplina”, que criticaban su carácter y le culpaban por los resultados del equipo y lo poco solidario de un acto así. Un acto así: priorizar su salud mental por encima de un podio. A las atletas mexicanas les adjudicaron por otra parte faltar al respeto de valores como la cultura, el respeto. Vaya: ¿cómo es que se atrevían a decidir no querer preservar unos uniformes?

Vimos de todo, leímos de todo y entre ello, como siempre, la acusación de pertenecer a “la generación de cristal” y la respuesta o alusión a la otra, “generación de concreto”. Tan parecido al tiempo en el que el conflicto parecía estar entre los muy descartados millenials y los llamados boomers. Tan parecido a esas descalificaciones históricas que son unas constantes en nuestras cámaras de diputados y senadores. 

En medio de todo, y como se repite todos los días, un comentario no necesario en boca de un hombre blanco de muchas maneras privilegiado: “la presión es un privilegio”, dijo el tenista serbio Novak Djokovic. El mejor del mundo según muchas métricas opinó y con ello encendió el fuego de una hoguera que ya hemos visto antes. Un hombre de 34 años (blanco) corrigiendo (tal vez sin esa intención) a una gimnasta (negra) de 24 años. Ambos con historias de vida y resiliencia, historias de éxito considerando los entornos en los que crecieron y cómo lograron superar las situaciones experimentadas. Ambos con obvio derecho a expresar sus puntos pero: ¿dónde hemos visto antes algo similar?

El mejor del mundo, por cierto, también famoso por la manera en que destruye raquetas en la cancha, frente a los ojos de todo el mundo. La confirmación de que la presión es un lujo cuyos efectos no son del todo alentadores. Nadie quiere ser su raqueta. 

Importante nota, cuando Rafael Nadal comunicó una decisión similar a la de Simone Biles, los ataques no fueron del todo iguales, de hecho, fueron muy contados casos. 

Imposible no pensar en las aristas machistas de este tipo de reacciones. Porque la hay: la manera en que una corriente de pensamiento –que predomina aún de muchas maneras– sigue privilegiando valores como el alto rendimiento a costa de cosas que considera ideales como el sacrificio físico y emocional. La idea del pódium en la mente y de las estadísticas en la sangre. La materialización en números de la esencia de las personas. La descalificación por otro lado de un grupo de gente (convendría dejar de pensar en las etiquetas meramente generacionales) que nos ha hecho cuestionar nuestra relación con el trabajo, con la calidad de vida, con derechos humanos tan básicos como vivir en ambientes libres de violencia. 

Al final, y con todas las posibilidades que nos da un tiempo como éste, convendría pensar desde lo transversal, aquí sí, lo intergeneracional, desde lo humano y con ello, hasta lo planetario. Porque esos valores que tanto defienden unos nos han llevado al mundo en el que estamos. Y esos otros con los que cada vez más gente conecta más, pueden no estar probados todavía, pero llevan consigo una carga de experiencia y eso, siempre será válido. 

Somos simios que crearon un aparato referencial llamado cultura. Inventamos el cristal y también el concreto. Por supuesto que podemos pensar más allá de eso. 

Miguel Ángel Ángeles es escritor, periodista, locutor y productor en Aire Libre 105.3 FM y gestor cultural. Ha escrito para medios como Vogue, RollingStone, Esquire, Código,  El Universal entre otros, y colaborado en Imagen Radio, Ibero 909, Reactor y Bullterrier FM. No juega tenis ni hace gimnasia, pero admira a Simone Biles y a Novak Djokovic como si lo hiciera.

comunalcom@gmail.com / Twitter: @mangelangeles / IG: @miguelangelangeles

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