Llamo a todos los mexicanos libres a una rebelión ciudadana, a no conformarnos jamás con el abuso, la mentira y la mediocridad.
Desde pequeño tengo problemas con el concepto de “autoridad”. Pueden preguntarle a mis padres, maestros, entrenadores y jefes de cualquier trabajo. Todos les dirán que a veces era una pesadilla tenerme como hijo, alumno o empleado. “Porque yo lo digo” es para mí la peor forma de autoridad. Siempre me sonó como un reto para cuestionar la legitimidad de la instrucción y la posición de quien la emitía. Las posiciones de liderazgo y autoridad se ganan con autenticidad y compromiso, se mantienen con humildad y se consolidan con resultados.
La Constitución y las leyes de una democracia le otorgan a una persona el poder de ejercer ciertas funciones y ejecutar determinadas facultades, siempre acotadas por esas mismas normas, que además los obligan a rendir cuentas. Es decir, yo reconozco a la autoridad formal que se deriva de un cargo, y reconozco y respeto las funciones que ese puesto le otorga. Pero también estoy listo para cuestionar y rechazar, inmediatamente, cualquier intento de ir más allá, de abusar y de atribuirse funciones y poderes que no se tienen. Esto es especialmente importante en una democracia.
Así, es absurdo creer que una persona, por haber sido electo presidente y por muy popular que sea, tiene derecho a violar la ley permanentemente, a abusar del poder, a mentir sistemáticamente y luego pedir que no lo cuestionen, porque su cargo merece respeto. No, señor López, son la Constitución y las leyes las que merecen respeto, y siempre que las viole y las pisotee lo vamos a señalar, abierta y directamente. Merece respeto la verdad, y siempre que diga mentiras lo vamos a exponer. Merece respeto la dignidad de las personas, y siempre que la pise se lo vamos a reclamar. Usted no es más que un ciudadano con un cargo temporal que tiene funciones específicas y acotadas, y que trabaja para todos nosotros, los ciudadanos.
Por eso, llamo a todos los mexicanos libres a una rebelión ciudadana, a no conformarnos jamás con el abuso, la mentira y la mediocridad. Los llamo a no conformarse nunca con:
Los invito a no acostumbrarse, a no conformarse, a no ver ninguna de estas veinte cosas como normales. Los invito a rebelarse frente a esta realidad y frente todas las “autoridades” que las permiten. Los invito a una rebelión ciudadana que transforme estas 20 realidades, y las convierta en reliquias del pasado.
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