Violencia, despidos y contagios: ser trabajadora del hogar en tiempos de Covid
Foto: drobotdean / freepik.es

“Se solicita sirvienta”

Laura* vio la oferta de trabajo pegada en un poste de la calle 4 en la colonia San Pedro de Los Pinos, en la Ciudad de México. Parecía un mensaje escrito para ella. Era trabajadora del hogar, estaba desempleada desde que comenzó la pandemia y justo iba camino a una agencia de empleo para dejar sus documentos. Tomó su celular y llamó al número del anuncio. No era mentira: un hombre le contestó, le dijo que seguía la vacante y que lo esperara en el poste, llegaría en su auto por ella y la llevaría a su nuevo trabajo. Así lo hizo.

Aquel 9 de diciembre de 2020, Laura llegó a una casa en la avenida Alta Tensión, en la delegación Álvaro Obregón. Trabajó todo el día y, hacia la noche, el hombre le ofreció de cenar una sincronizada y un vaso de leche. Lo único que recuerda es que no había comido ni la mitad cuando sintió mucho sueño. El hombre la violó.

En la pandemia, la violencia sexual, el hostigamiento y el acoso hacia trabajadoras del hogar está presente. “Se dan muchos casos de violencia y acoso en el hogar”, dice Adriana Paz, coordinadora para América Latina de la Federación Internacional de Trabajadoras del Hogar (FITH). “En nuestra encuesta regional tenemos algunas respuestas y hay unas muy significativas en Cuernavaca, Morelos. Son encuestas anónimas, pero dicen que al estar el patrón todo el día en la casa, pues las toca o las molesta“. Es un fenómeno.

María de la Luz Padua, secretaria general colegiada del Sindicato Nacional de Trabajadoras y Trabajadores del Hogar (Sinactraho), reconoce que es una problemática que se ha vuelto más evidente en la emergencia sanitaria. “El tema de la violencia y el hostigamiento sexual con las compañeras no es que aumente o baje en la pandemia, más bien se va haciendo más notorio por el mismo encierro”.

No hay manera precisa de medir cuántas trabajadoras del hogar han sido víctimas de violencia sexual: pocas se atreven a hablar de ello y a denunciarlo. “Principalmente por el desconocimiento de a qué instancia deben acercarse y a quién confiar este tipo de temas”, explica Padua. “Y el otro es el tema es la necesidad de llevar un ingreso a nuestra casa”.

Laura se atrevió a denunciar, pero el proceso continúa estancado. A pesar de dar la dirección de la casa de su agresor, su número telefónico y participar en la elaboración del retrato hablado, un perito le comentó que su carpeta de investigación está mal integrada y, para subsanar algunos huecos, debe volver a la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México. Teme salir por el riesgo de contagiarse de Covid-19. Teme que la obliguen a carearse con su agresor. Teme volver a sentirse sola, pues aunque muchas organizaciones se pusieron en contacto para ayudarla, al final no contó con su apoyo directo.

Indra Rubio, investigadora del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir, considera que para tener mayor herramientas y políticas de atención a las trabajadoras del hogar víctimas de violencia sexual es necesario que el Estado mexicano ratifique el convenio 190 de la Organización Internacional del Trabajo sobre acoso y abuso en espacios de trabajo. “Pero no hay ninguna ruta, no se ha presentado en ninguna de las cámaras del Congreso este convenio que puede ser ratificado por México”.

Para la secretaria general del Sinactraho, la pandemia vino a evidenciar todas las violencias que enfrentan las trabajadoras en sus entornos de trabajo. “Son desde agresiones físicas, verbales, pequeños empujones que se va volviendo más constantes, miradas y también hay una violencia que nosotras notamos mucho: cuando empieza la separación de alimentos”, dice. Ahora, muchas enfrentan esta separación pero aplicada a los productos de protección contra el Covid-19.

“Empiezan con esa distinción: porque es la trabajadora del hogar, le compramos gel antibacterial más económico, cubrebocas de menor calidad y eso pone en riesgo su salud, pero también la de las personas con la que trabaja y su familia”. 

María de la Luz Padua, secretaria general colegiada del Sindicato Nacional de Trabajadoras y Trabajadores del Hogar

Despidos masivos

Nueve días antes, su madre había fallecido. Todavía estaba en el proceso de duelo cuando sus empleadores la pusieron frente a una disyuntiva: se quedaba a trabajar “de planta” o la despedían. Era la opción que le daban para disminuir el riesgo a contagiarse –y contagiarlos– de Covid-19. “Es que yo me enfermo mucho de la gripa, me dijeron que para que no me contagiara mejor me quedara a dormir en el trabajo”, recuerda Alejandra López. “Por la necesidad, lo tuve que aceptar”.

Tiene 56 años y desde hace 12 es trabajadora del hogar en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Aceptó porque, dice, no podía quedarse sin los 750 pesos que le pagan cada semana. De marzo a octubre, Alejandra trabajó y durmió en el mismo lugar, lejos de sus seis hijos y de su casa. “Mi familia sí se entristeció de que me fui, como están acostumbrados a que me veían diario. Me dijeron que lo pensara muy bien”.

Lo hizo con un objetivo en mente: no ser una más de las trabajadoras del hogar que en Chiapas fueron despedidas apenas inició la pandemia. “Hubo despidos masivos porque muchos de los empleadores fueron despedidos o no tenían recursos económicos para pagarles. Las despidieron sin darles ninguna remuneración para vivir en esta pandemia. Sin compensación por los años que trabajaron“, dice Ángeles Gómez, cofundadora del colectivo Mujeres tejiendo raíces, que arropa a trabajadoras del hogar de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, donde los salarios al día van de los 50 a los 80 pesos.

Ser despedidas en medio de una pandemia fue más complicado, porque no había oportunidades laborales. Muchas ahora dependen de sus hijos, otras comenzaron a vender comida, unas más regresaron a sembrar a las comunidades de dónde son originarias. Un grupo todavía espera a que el semáforo epidemiológico vuelva a verde para salir a buscar oportunidades.

Los despidos se replicaron en todos los estados del país y en América Latina. “Muchas fueron terminadas aunque no precisamente con esos términos, por ejemplo, les hicieron tomar vacaciones forzadas, por supuesto sin pago, o les dijeron que las iban a descansar pero ya son descansos tres o cuatro meses“, revela la coordinadora de la FITH.

Eso, ante la ley, es un despido sin que lo hayan articulado como tal y en la mayoría de los casos sin el debido pago de las prestaciones cuando hay una terminación de despido laboral“. 

De febrero a diciembre, el Sinactraho recibió más de 200 quejas por despido injustificado o por alguna violencia a algún derecho laboral. “Con seguridad puedo decir que en Estados Unidos, el 90% de las trabajadoras han sido despedidas y en Colombia, un 70%”, calcula Paz. “En todos los países están mínimo desde 50% a un 80 o 90% de despidos. En México te aseguro que es más del 50%”.

Entre los meses de abril y mayo, la Federación Internacional de Trabajadoras del Hogar realizó una encuesta a 2,700 empleadas en 15 países. Los datos muestran el nivel de violaciones a los derechos laborales y los despidos masivos. Un escenario dramático para todas, pero particularmente para 68% de ellas que son el único sostén de la economía familiar.

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Para enfrentar la crisis económica, la investigadora del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir propone que en las políticas de apoyo a trabajadores informales se incluya a las trabajadoras del hogar. “De los apoyos que ha habido para sectores vulnerables tendría que ser ampliado de una manera universal para que las trabajadoras del hogar pudieran tener un apoyo económico para poder solventar los gastos de estos descansos que han tenido. El único apoyo que han tenido, que fue el crédito solidario a la palabra, estaba supeditado a que ellas estuvieran inscritas en la seguridad social”.

Contagios y más contagios

En Brasil, la primera persona que falleció por Covid-19 fue una trabajadora del hogar de 63 años. La mujer que le daba trabajo viajó a Italia de vacaciones y, al volver, la contagió. “Y no es casualidad. La empleadora se hizo la prueba de Covid, dio positivo, se quedó en confinamiento con la trabajadora del hogar y a ella no le mandó hacer la prueba”, cuenta Paz.

La trabajadora murió sin confirmarse su diagnóstico, pero con todos los síntomas. La empleadora vive. “Ese fue un caso tremendo que suscitó una reacción en cadena en toda la región”, afirma la coordinadora para América Latina de FITH. A la violencia y a los despidos masivos se suma un riesgo más: los contagios de Covid-19.

México es uno de los 10 países con más contagios a nivel mundial, en consecuencia, los casos en trabajadoras del hogar también son masivos. “Ha aumentado muchísimo el tema de los contagios”, dice Padua.

En Chiapas, Ángeles Gómez ha detectado una tendencia: algunos empleadores les dan tiempo para mantenerse confinadas, pero no les pagan lo que las aleja de la posibilidad de pagar tratamientos y medicamentos para atender comorbilidades. Y muchas de ellas ni siquiera tienen acceso a la Seguridad Social.

Cifras de la Dirección de Incorporación y Recaudación del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) indican que en el país, 30,970 trabajadoras y trabajadores del hogar cuentan con Seguridad Social. Esto representa apenas poco más del 1% de los 2.4 millones de empleados del hogar en México.

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Con claridad, México no sabe cuántas de las más de 159,533 muertes por Covid-19 corresponden a trabajadoras del hogar. Mucho menos cuántas han fallecido por causa de un mal manejo en sus espacios de trabajo. “Ellas tienen que seguir eligiendo entre contagiarse de Covid-19 o que su familia se quede sin comer”, concluye Paz. “Las elecciones que tienen realmente son jugarse entre la vida y la muerte”.

*Laura es su nombre ficticio usado para resguardar la identidad de la víctima y respetar el debido proceso.

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