Una perla de leche
Katharine Dowson, “My soul”, 2005, vidrio esculpido con láser. Foto: cgs.org.uk

Después de todo parece increíble que la escritura de una palabra pueda detener el tiempo hasta proyectarse en una amplia pantalla en tres dimensiones en el centro de la actividad cerebral.  Diamela Eltit

El paradigma cartesiano tantas veces repetido, al menos en el mundo occidental, que reza cogito ergo sum coloca al ser humano en el centro de la realidad, actor principal capaz de recoger información del mundo circundante, racionalizarla, discernir y comprender. Ello sitúa al ser pensante entre sistemas de signos que habrán de ser recibidos e interpretados, y otros más que habrán de ser producidos en consecuencia: según Pierce, un proceso semiótico infinito, al estar en comparecencia constante con el mundo. La labor hermenéutica más fina, es decir, interpretativa a detalle, será el momento más exquisito de esta cadena interminable de quehacer racional, donde también intervinenen componentes no racionales y formaciones imaginarias complejas. Se trata de un bordado o una filigrana de altísima complejidad y, en el caso de la comunicación no funcional como la que ocurre en las artes o el amor, de un inigualable valor simbólico, estético y descriptivo de lo más profundamente humano. Es esta, poesía de alto voltaje, la de estar en el mundo, leerlo, pensarlo, conectarlo, interiorizarlo, glosarlo y compartirlo, incluso en mensajes donde lo menos importante es el mensaje mismo: en un verso, la potencia está en la musicalidad y su conmoción. Así se coloca la piedra de arranque en el centro de esta reflexión sobre la existencia: el cerebro

El frío suplica ante un muro romano. 

La Luz es intensa (atrapada)

y las sombras esperan como

capuchas a punto de caer.

El cerebro llama

dos veces

por sal. 

Acaso fue Ovidio quien dijo, Tanto viento

enmudece las piedras. 

Anne Carson

Un órgano delicadísimo, completamente irrigado de sangre y donde habitan más de ochenta mil millones de neuronas. Una maravilla capaz de procesar y desenmarañar todos los mensajes que le son provistos por impulsos externos y regalárnoslos como experiencias, sensaciones, emociones y memorias: maquinaria perfecta en posibilidades de producir datos, imaginar, crear, conducir experiencias estéticas al contacto con la belleza y, en consecuencia, hacer poesía todo el tiempo, incansablemente, en el sueño y en la vigilia. Según estudios recientes, el cerebro humano parece responder de manera inmediata con actividad peculiar, como si se tratara de un guiño o una cosquilla, es decir, con placer, ante el ritmo que produce la poesía, además de que activa diferentes capas de la corteza frente a los distintos niveles de significado simbólico. Ornamento, entonces, este artesonado neurológico con fragmentos de mujeres poetas a propósito de ese extraordinario magma cerebral.

Esta es la hora del deseo ardiente.

De mi cerebro una centella

cae en mi pecho

y me abro al espacio

como un eco. 

Clara Janés

Hay un sitio, entonces, donde todo ocurre. Electricidad y torrente sanguíneo se unen en un mar inmenso, océano con oleajes insospechados, pleamares de aparente tranquilidad pero infinita actividad subacuática, embarcaciones de toda índole, animales en cada estrato, incluso en la zona abisal de las más recónditas memorias; líquenes unas veces espesos e insondables, pero otras coloreados por dulces nenúfares, ondineas alucinantes y esperanzadores lotos. Ocasionales botellas conteniendo mensajes incomprensibles y alguna que otra carta de naipes arrojada por el azar, flotando como recordatorio de aquello que no se puede controlar. Soles y lunas alumbrando, calentando, oscureciendo y produciendo mareas que moverán todo periódicamente, para volvernos otro y luego ser yo de nueva cuenta. 

Pero (déjame pensar) ¿no fue en un hotel en Chicago

donde tuve el primero de esos -mi cuerpo saliendo de la 

pieza

curvo en un trámite mortal

y yo en el techo como desapareciendo-

pinturas cerebrosexuales las llamaba?

Anne Carson

La revisión médica de una resonancia magnética de mi propio cerebro me llevó a descubrir algunos detalles insospechados como el hecho de que, ante las migrañas, el cuero cabelludo se duele debido a que cada uno de los cabellos posee una terminal nerviosa y está irrigado por venas y arterias, que conducen su propia información: al pasar los dedos entre la cabellera o la piel, seremos partícipes del sistema más perfecto y detallado de información y producción sensaciones. Como yo, Katharine Dowson y Angela Palmer, son creadoras que producen obra en soportes como vidrio o acrílico con pintura y grafito, teniendo como referente estudios cerebrales. En el caso de la primera, imagenología que revela padecimientos físicos y enfermedades terminales, pero también el hogar del alma humana; para la segunda, autorretratos de lo más esencial y auténtico del ser individual. 

Sentí un funeral en mi cerebro,

los deudos iban y venían

arrastrándose -arrastrándose- hasta que 

pareció

que el sentido se quebraba totalmente-

Emily Dickinson

Dejo un tesoro para el final de esta serie de pensamientos: las mujeres que hemos sido madres y elegido lactar, tendremos para el resto de nuestras vidas un brillo en la hipófisis, producto de la hormona prolactina que el cuerpo produjo para dar esa posibilidad nutricia. Calostro y leche tatuaron lo más agudo e insondable de nuestras mentes, como un círculo iridiscente que muchas nunca veremos, pero permanecerá como espíritu del pensamiento: una perla blanquísima, prístina y brillante ilumina la esencia de nuestro ser en este mundo. 

Y es, sobre mi cuerpo por el agua empapado

como un maravilloso y estupendo tocado

de gotas cristalinas, de flores deshojadas

que vuelcan a mi paso las plantas

asombradas. 

Y siento, en la vacuidad

del cerebro sin sueño, la voluptuosidad

del placer infinito, dulce y desconocido, 

de un minuto de olvido.

Llueve, llueve, llueve,

y tengo en alma y carne, como un frescor de

nieve. 

Juana de Ibarbourou

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