Tres meses sin tampones: así se vive la prohibición en la CDMX
Foto: Cliff Booth/Pexels

En la Ciudad de México nos han robado el derecho a decidir sobre la menstruación. No es la opinión de una, son muchas las mujeres y personas menstruantes que coinciden. La decisión de cómo gestionar el ciclo se vio sesgada desde el 1 de enero de 2021, cuando en la capital del país entró en vigor la prohibición de vender tampones con aplicador de plástico.

La iniciativa a favor del medio ambiente ha dejado pocas opciones cómodas y accesibles para quienes usaban tampones. Sorpresa por el desabasto en los anaqueles del supermercado, desconocimiento sobre el alcance de la prohibición, un ‘no’ rotundo a volver a utilizar toallas sanitarias, colocarse el implante anticonceptivo subdérmico y adaptarse a alternativas como la copa menstrual son historias comunes en estos tres meses. La-Lista recopiló algunas.

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‘No sabía que ya no habría’

Andrea Correa tiene 22 años y es profesora de natación. Ella usaba tampones para estar más cómoda y segura durante su jornada laboral. En los primeros meses del año, la alberca donde trabaja estuvo cerrada por la pandemia de Covid-19, así que optó por las toallas sanitarias. En marzo retomó sus actividades y fue cuando descubrió que los tampones ya no están disponibles en el supermercado.

Tuve que comprar los de aplicador de cartón, pero son más caros, frágiles y no aguantan como los otros”, dice. Pasó de gastar casi 30 pesos a 40 pesos. No tiene planes de sustituirlos por la copa menstrual, le da temor y reconoce que será un proceso de prueba y error.

Anahí Rodríguez, cofundadora de la iniciativa #MenstruaciónDignaMéxico, ha identificado las mismas quejas sobre los tampones con aplicador de cartón: incomodidad y los altos costos.

La decisión de cómo gestionar la menstruación se ve cuarteada“, dice Rodríguez. “El gobierno tiene responsabilidad de tomar acciones a favor del medio ambiente, pero también a favor de las necesidades y posibilidades de las personas, asegurar opciones asequibles en términos económicos, puntos de venta y que sustituyan los que están prohibidos”.


‘No volveré a la toalla’

Sofía* lleva más de 20 años utilizando tampones, un producto que representó un alivio tras su experiencia con las toallas sanitarias. Ella también desconocía de la entrada en vigor de la medida, pero corrió con suerte: viajó a España por un asunto familiar y compró una oferta de tampones que después trajo a México. Este stock le ayuda a enfrentar la prohibición.

Pero los tampones comienzan a acabarse. Por lo que recurrirá al e-commerce para conseguir lo que haya: tampones con aplicador de cartón o no, porque volver a la toalla sanitaria no es una opción. “Nunca volveré a usarlas y sé que la gente que podemos comprarlos lo vamos a seguir haciendo igual, pero los que no, ¿qué opciones van a tener?”, cuestiona.

Susana Arco es una abogada de 27 años. Se enteró que los tampones saldrían de la Ciudad de México gracias a un chat de mamás, en el que unas avisaban y otras recomendaban lugares para abastecerse. “En diciembre, con el aguinaldo, aproveché para comprar cantidades gigantescas que todavía tengo, pero se me están agotando”, dice.

El tema le genera preocupación porque los tampones le daban seguridad. “Aunque existen varias opciones no me hacen sentir la confianza que ya tenía con estos productos”. No considera regresar a las toallas sanitarias, así que decidió colocarse el implante anticonceptivo subdérmico que, en algunos casos, provoca que la menstruación desaparezca.

Para Susana y Sofía, el costo no es un factor que determina la compra. Ambas lo ven como un producto que deben adquirir mensualmente y que es de primera necesidad, pero no todas las mujeres y personas menstruantes están en la misma situación.

“La opción del gobierno es: utiliza lo que hay y ya. Es decir, ¿también te vas a meter en lo que utilizo en mi menstruación? No estoy en contra del planeta y estoy a favor de alternativas sustentables, pero no tendrían que cortar las alternativas porque es un tema de salud pública, no es un capricho que si yo pudiera decidir, no menstruaba”, dice Sofía.

Anahí, de #MenstruaciónDignaMéxico, señala que a la medida le faltó considerar la perspectiva de género y la desigualdad económica. “Otra vez se puso el foco en la menstruación y el impacto ambiental en torno a los productos para gestionar la menstruación, pero no vieron que no todas partimos del mismo piso”.

Una de las opciones amigables con el medio ambiente es la copa menstrual por los beneficios a largo plazo. “Si tú vas al Oxxo o a la tienda de la esquina, es probable que encuentres toallas o tampones, pero no una copa”, señala Anahí. Su acceso no está democratizado.


‘(La copa) tendrá muchos beneficios, pero no es para todas

Anais Gabriela Reyes Navarro es ginecóloga, obstetra y colposcopista. Reconoce que las toallas femeninas y los pañales desechables evolucionaron sin evaluarse el impacto ambiental. Como alternativa recomienda utilizar la copa femenina, “es cómoda, discreta, higiénica y no entorpece las actividades”.

Natalia Richey, enfermera partera del Hospital General de Massachusetts y profesora asociada de la Escuela de Medicina de Harvard, identificó un beneficio particular: las copas son una opción para aquellas personas que tienen jornadas laborales largas, pues puede estar de cuatro a 12 horas dentro del cuerpo.

Tal es el caso de Melisa Guerra, consultora en materia de género y electoral, que desempeñaba jornadas de más de 12 horas y que desde hace cuatro años utiliza la copa menstrual. “Fue un descubrimiento maravilloso, pero reconozco que viví una experiencia privilegiada”, dice la especialista de 43 años de edad.

En su oficina había un baño privado donde el lavamanos y el WC estaban en el mismo lugar, pero sus compañeras no contaban con la misma posibilidad para ocupar una copa. En 2016, cuando remodelaron los sanitarios, puso sobre la mesa la propuesta de contar con mobiliario que facilitara la gestión de la copa: que en cada cubículo de WC hubiera un lavamanos.

“Tuve que ser explícita en el procedimiento, pero si no era así, no entenderían por qué se necesitaba, porque nos han enseñado que eso no se habla con hombres y menos si no son tu familia o amigos”, dice.

A Andrea Cortés, de 23 años, le costó meses adaptarse a utilizar la copa. “Tendrá muchos beneficios, pero no es para todas. Aunque la prohibición no me afecta directamente, creo que no consideraron a quienes utilizan esos productos ni cómo se vive la menstruación”.

Acceder a la copa menstrual aún tiene sus retos: el costo, la educación, la información y la asesoría, así como la falta de infraestructura en espacios de trabajo o escolares para asegurar que su uso sea higiénico y la poca oferta disponible, porque solo dos copas tienen la aprobación de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris).

“Falta compromiso por parte de las empresas para buscar materiales amigables con el medio ambiente, cómodos para las personas y al alcance del bolsillo de las personas”, completa Anahí. “No es responsabilizar a ambas partes, pero siempre ha existido esta burbuja de silencio. Hay que romperla”.

*La entrevistada pidió a La-Lista no revelar su nombre.

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