Cultura

Daniel Barenboim: ‘No sé lo que haría si no pudiera volver a dirigir un Anillo en vivo.’

Publicado por: The Guardian

Martin Kettle/The Guardian

El pianista y conductor ha estado muy ocupado durante el confinamiento. Practica el piano y prepara un festival de música nueva. Su temor por el futuro de la música empezó antes de la pandemia.

Se necesita más que una pandemia para detener a Daniel Barenboim. El pianista y conductor no es sólo uno de los músicos más importantes del mundo moderno y del mundo intelectual. También es una de esas personas que por temperamento no pueden permitir que la crisis se desperdicie.

En una llamada telefónica desde Berlín, Barenboim admite que los últimos meses han sido un reto. “Llevo 70 años haciendo música para la gente”, dice. “Pero en los últimos 60 años no había tenido tanto como ahora”. Para llenar el hueco, practica el piano en su casa, y retoma piezas que no había tocado en décadas. “Lo he disfrutado muchísimo”, dice.

Pero tampoco  imaginen que la reclusión forzosa ha hecho que una figura proteica como Barenboim pase el tiempo en el piano sólo para esperar que se acabe el confinamiento.  Tanto practicar el piano llevó a  una nueva grabación, que saldrá en otoño, de las 32 sonatas de piano de Beethoven, que Barenboim grabó por primera vez en Londres hace medio siglo, cuando andaba en sus veintes. Esta semana presentará en stream un festival de música nueva que se comisionó durante la crisis del Covid-19.

“La idea de este festival no se habría dado sin esta pandemia”, dice Barenboim. “Mientras más pienso en su impacto en la música, más creo que la que más va a sufrir es la música contemporánea. Así es que convoqué a 10 compositores. Les dije que no iba a haber dinero pero que si querían escribir una pieza para finales de junio, que su duración no fuera menor de cinco minutos ni mayor de quince, entonces organizaba un festival”.

Y esto es lo que resultó. El festival Distance/Intimacy empieza el 9 de julio y durará 4 días. Barenboim y el flautista Emmanuel Pahud curaron el festival que se transmitirá a las 5pm BST desde la Pierre Boulez Saal, que diseñó en 2017 Frank Gehry en el centro de Berlín. Los programas consisten de trabajos nuevos de pesos pesados de la música contemporánea europea que incluyen a Luca Francesconi, Olga Neuwirth, Matthias Pintscher y Jörg Windmann.

Cada concierto empieza con Barenboim dirigiendo un trabajo de Pierre Boulez, en cuyo honor se nombró la sala y a quien Barenboim considera “el padre de la música contemporánea”.  Después de cada programa, Barenboim y Pahud hablarán sobre las artes y la crisis con los compositores y otros músicos. Ninguno recibió pago por su participación.

“Todos se mostraron muy entusiasmados”, dice Barenboim “Las únicas condiciones eran que las piezas se tocarían en la Boulez Saal y que el ensamble no podía ser de más de 13 músicos a causa de las reglas del distanciamiento”. De hecho, sólo uno de los compositores, Irini Amargianaki, ha escrito para un ensamble completo.

“La música no es sobre la pandemia”, insiste Barenboim. Pero cree que el festival y los conciertos están unidos por un cordón umbilical a los tiempos. “Se trata de una declaración de que no podemos dejar ir las cosas, que tenemos que pensar en el futuro de la música y en la música del futuro”.

Estas preguntas están en la mente de todos los músicos del mundo en estos momentos. Barenboim no es la excepción. “Me gustaría saber cuáles van a ser las consecuencias”, dice. “O, más bien, quiero saber y al mismo tiempo no quiero saber. Coincido con el filósofo Antonio Gramsci. Intelectualmente hablando soy pesimista porque veo lo que hay a mi alrededor y no me gusta. Pero emocionalmente, soy optimista porque creo que todos queremos tener una vida plena”.

A los 77 años, Barenboim se queja por las restricciones del confinamiento.  “No soy virólogo. Pero creo que muchas de las decisiones las toman personas que saben poco más que yo, lo cual es muy poco. En Berlín, los restaurantes están hasta el tope. Pero una orquesta con puede sentarse en el mismo escenario en la forma acostumbrada e independientemente del tamaño de la sala, se limita el tamaño de la audiencia. No hay explicación para esto.”

Hace un mes, Barenboim dirigió el primer concierto post-confinamiento de la Filarmónica de Viena en el Musikverein de Austria. También quiere hacerlo en Berlín. Cuando le pregunto sobre la ópera de Berlín, del cual es director, dice: “Si pensara que nunca más iba a poder dirigir el Anillo en vivo no se lo que haría”. Dice que tiene que creer que va a ser posible. “Yo voy a conducir, siempre y cuando no se pongan vidas en peligro. No tengo miedo. No me da pánico. Hago lo que me dicen que tengo que hacer para cuidarme. Me pongo mascarilla para ir a las tiendas, pero no para tocar el piano”.

Uno de los mayores pesares de Barenboim es la cancelación de un tour por África con la West-Eastern Divan Orchestra. Sus músicos de origen árabe e israelí iban a tocar en Etiopía, Eritrea, Congo, Ruanda y Marruecos. Habría sido su primera visita con orquesta a un país al sur del Sahara. Su mayor frustración y ansiedad es por las amenazas a la música que no se pueden pasar por alto. Esta ha sido una de sus mayores preocupaciones desde la pandemia. “No creo que sea demasiado pesimista creer que con el tiempo la música ya no va a estar presente de la misma forma que en los últimos siglos”. Considera que “nos estamos apartando cada vez más” de ser una sociedad que reconoce la importancia de la música. “En este caso, el desconocimiento da origen al desdén”, me dice. 

Culpa sobre todo a la falta de educación musical. Le molesta sobre todo la falta de voluntad política para hacerlo, ni siquiera en Alemania o Austria. El amor de Angela Merkel por la música es ”la gran excepción”, dice. Le intriga el nuevo líder del Partido Laborista, Keir Starmer. “Escuché que toca el piano”, dice mientras ríe.

La entrevista duró más de la media hora que se había acordado. Le hago una pregunta política. 

¿Qué ve con más optimismo, el futuro del Medio Oriente o el de la música? “¿Cuánto tiempo tengo para contestar? “, ríe. “¿Cuántas páginas de tu periódico me van a dar?” Pero sí tiene una respuesta, también para esto. “La cuestión es cómo hacer que los israelíes y los palestinos acepten la existencia uno del otro. Algún día va a llegar a Israel un nuevo político y un nuevo político a Palestina y los dos dirán: “Es suficiente, tenemos que aceptar la existencia mutua, hay que sacarle provecho”.

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