El poder hipnótico de Mark Rothko llega a la Fundación Louis Vuitton
Mark Rothko llega a Francia con su exposición. Foto: EFE

El poder hipnótico de los grandes lienzos de Mark Rothko (1903-1970) centra la retrospectiva que se inauguró este miércoles en la Fundación Louis-Vuitton de París, una de las mayores consagradas a este maestro del expresionismo abstracto.

Hasta el 2 de abril de 2024, este gran espacio dedicado al arte en pleno bosque de Boulogne de París expone 115 obras prestadas por coleccionistas particulares e instituciones culturales de referencia, como la National Gallery de Washington, la Tate de Londres y la Phillips Collection de Washington.

Divididos en períodos cronológicos coincidentes con su evolución pictórica, de lo figurativo a la abstracción total, los magnéticos y perturbadores cuadros del artista juegan con una extensa paleta de colores, de los sombríos a los chillones, que crean un efecto inesperado en el espectador.

“No buscaba el color en sí, eso no le interesaba. Iba más allá. A través del color, buscaba un estado emocional muy fuerte y eso creo que lo consigue con las gamas de colores más brillantes, pero también cuando son colores oscuros”, explicó a EFE una de las comisarias de la muestra, Suzanne Pagé.

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La exposición, que se inauguró el pasado miércoles, muestra el poder hipnótico de los grandes lienzos de Mark Rothko. Foto: EFE

Ese trabajo del color y de la luz en Rothko se complementa con la elección de imponentes formatos (de más de dos metros de altura), que el pintor consideraba “más humanos e íntimos”, pues el espectador podía así “entrar” en los mismos.

“Las obras son tremendamente seductoras, sensuales y vibrantes. El cuerpo queda magnetizado, hipnotizado”, agregó Pagé. Basta contemplar obras como Light cloud, dark cloud (1957) o el icónico cuadro “no. 14” (1960), perteneciente a su periodo más introspectivo y escogido como cartel de la exposición.

Aunque lo más conocido de su trabajo sea la abstracción pura y dura, la muestra también recupera el periodo inicial de este artista de ascendencia judía que nació en lo que era el Imperio ruso (en Daugavpils, actual Letonia) y que emigró a la costa este de Estados Unidos con solo diez años.

Escenas del metro neoyorquino, en las que los elementos arquitectónicos predominan sobre lo humano, y el único autorretrato conocido de Rothko (1936) son obras relativamente figurativas, aunque ya con una tendencia a la deformación.

“Decía que no podía representar a la figura humana sin mutilarla. Por eso fue evolucionando a un segundo periodo llamado ‘multiforme’, en el que mezcla lo humano con lo animal”, comentó la comisaria. Eso queda patente en “El presagio del águila” (1942), donde se mezcla su amor por la mitología griega y su desazón por la Segunda Guerra Mundial.

Brillante estudiante becado en la Universidad de Yale y que durante la escuela llegó a ir dos cursos adelantados a su edad, Markuss Rotkovičs, el nombre de nacimiento del artista que cambió por el de Mark Rothko después de nacionalizarse estadounidense, “fue un exiliado” durante toda su vida.

“En el fondo, era un europeo. Nació en Rusia y fue, en el fondo, un exiliado permanente, geográfica y mentalmente”, apuntó Pagé.

El último tramo de la exposición reúne obras más oscuras y contemplativas, correspondientes al periodo que precede su muerte a los 66 años -se suicidó ahorcándose en su taller neoyorquino-.

La última sala es para los inquietantes cuadros de Rothko junto a angustiosas estatuas de su gran amigo Alberto Giacometti.

¿Era un presagio de su muerte? Para la comisaria, no. “Es un poco básico relacionar lo negro con su estado depresivo. Esta selección junto a Giacometti era un encargo hecho por la Unesco”, aclaró.

Con información de EFE

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