Mónica Lozano, fotógrafa que retrata la mirada íntima de los migrantes
A través de su cámara, la fotógrafa mexicana-estadounidense retrata el horror que viven los migrantes en la frontera de México-EU.
A través de su cámara, la fotógrafa mexicana-estadounidense retrata el horror que viven los migrantes en la frontera de México-EU.
Isabel, de 29 años y sus hijas, de 9 y 6 años, viajaron escondidas durante más de 24 horas en la parte trasera de un autobús en su camino a Estados Unidos. Pero en un momento del viaje sufrieron un asalto y perdieron casi todas las posesiones que decidieron llevar consigo cuando salieron de Guatemala en búsqueda de mejores condiciones de vida.
Cuando Mónica Lozano fotografió los objetos con los que las guatemaltecas llegaron a la frontera norte de México, ellas llevaban casi cinco meses viviendo en Ciudad Juárez. “Preferimos el riesgo del viaje al terror que vive en nuestro país, Guatemala“, le dijeron a la fotógrafa. Entre sus pertenencias había unos cuantos billetes, ropa, cepillo de dientes, guantes para el frío, un cuaderno con un dibujo de Minnie Mouse y muñecas.
Su historia es solo una de todas las que Lozano ha fotografiado en su carrera enfocada en la migración y la vida en fronteras. Se topó con el tema cuando estudiaba fotografía en Madrid. Ahí vio por primera vez los estragos de la migración reflejados en la mirada de aquellas personas que cruzaban por España o vivían ilegalmente en su lucha por una vida mejor.
“La mirada del migrante tiene esta cierta característica que es la misma mirada que yo veía en los migrantes en Juárez, en El Paso, y es esta mirada de no pertenecer, de estar en la búsqueda, de estar en el camino, y de alguna manera también con cierto abismo, de este camino tan difícil que acaban de cruzar”, relata la fotógrafa a La-Lista.
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Está en Texas, donde es testigo de cómo el Covid-19 modifica las tendencias en los movimientos migrantes. Cuando inició la pandemia, la migración se “calmó” un poco, pero aquellos que siguieron viajando hacia la frontera fueron recibidos en unos “hoteles filtro”, donde hicieron cuarentena para después ser enviados a albergues, explica.
El confinamiento, así como encerró a la gente en sus casas, también limitó la ayuda a los migrantes, quienes encontraron más peligroso quedarse en sus países que viajar exponiéndose al contagio de una enfermedad que a la fecha ha provocado la muerte de más de 4 millones de personas en el mundo.
Mónica Lozano recibió su primera cámara como regalo de Navidad a los 9 años. En ese entonces fotografiaba a personas cercanas y espacios que quería conservar para ella, como a su mejor amiga y su recámara. Esa intimidad es lo que busca ahora cuando hace fotografías de las personas migrantes. “Mientras más íntimo, más universal también se vuelve, no hay una regla ni una forma de llegar a contar estas historias, yo creo que todo se va dando en el momento”, dice sobre el proceso de preparación que lleva a cabo para sus series fotográficas.
“Ellos me permiten y me abren la puerta de sus historias, de su confianza, y me permiten quizá retratar sus rostros, sus objetos más íntimos que cargan en el viaje, entonces no hay un plan, es muy orgánico lo que va sucediendo en la sesión, lo que ellos van queriendo mostrar, y yo voy retratando desde un manejo muy sutil de la situación”, relata.
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El trabajo de Lozano, nacida en El Paso, Texas y criada al otro lado de la frontera en la ciudad hermana de Ciudad Juárez, México, la ha llevado participar en decenas de proyectos, conferencias, y a aparecer en la sección “One To Watch” de la revista American Photo y Columbia Journalism Review, que la seleccionó para la lista “20 Women to Watch” en 2011.
La “foto no tomada” es la que más la impactó. Se trata de una niña salvadoreña que llegó a un albergue para migrantes en compañía de su madre. Habían huido de su país después de que su padre fue asesinado frente a sus ojos.
“Llegamos al albergue y ellas venían llegando, bajaron de una camioneta y la niña me veía mucho, nos veíamos a los ojos mucho y de verdad nunca en mi vida había visto una mirada de una niña de 8 años tan dolorosa (…) le pregunté si podía tomarle una fotografía y me dijo que no, le dije: ‘ojalá que sigas diciendo el resto de tu vida, cuando no quieras algo, que digas que no’, y no se la tomé. No se me olvidan sus ojos“, recuerda Lozano.
Indica que para fotografiar a los migrantes y no perder el foco en el camino, hay que tomar el tema con sutileza y entender la posición de vulnerabilidad de quien está frente a la cámara, así como tener claro el mensaje y el porqué de la fotografía. Pero sobre todo, hay que ser valiente, “porque toma mucha valentía realmente abrir los ojos y ver el horror de lo que está sucediendo con estas familias, con los niños y con las historias de migración”.
Lozano explica que tomarse un “respiro” de tomar fotografías es lo que la ayuda un poco a sobrellevar las historias de las que su cámara ha sido testigo. Pero ese “respiro” no lo tienen nunca los migrantes.
“Ahí sigue todo lo demás, van a seguir enfrentando el cruce por el río, la migración, la policía, todo esto tan duro sigue ahí, la frontera sigue ahí rompiendo y uno hace lo que puede hacer, pero realmente es muy poco a la hora de que dimensionas el camino que están viviendo”.
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Su propósito es seguir exhibiendo el panorama al que se enfrentan los migrantes en su viaje. Desde que en enero de 2021 Joe Biden se convirtió en el nuevo presidente de EU, muchas personas viajaron hacia el país norteamericano con la esperanza de ser acreedores de asilo, una situación que ha provocado un escenario de “horror” para los migrantes que quedan varados entre un país y otro, recalca.
Apenas en mayo pasado se arrestó a más de 180,000 migrantes a lo largo de la frontera, la cifra más alta en más de dos décadas, de acuerdo a la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) de EU.
Pero Mónica Lozano, al igual que la migración, seguirá ahí, tomando sus fotografías, dando seguimiento a los casos de aquellos migrantes con quienes mantiene contacto y ofreciendo la ayuda material que le es posible.
“Hay que tener la fuerza, hay que seguir hablando de estas historias. Si uno no lo hace no hay un rostro, se pierden y se sigue deshumanizando la situación”, recalca.