Jane Fonda: “Casi nada me asusta… quizá sólo la intimidad emocional”
“Me quedó esto en la cabeza: si no te ves bien, nadie te va a querer. Así que siempre trato de verme bien. Cuando eres pobre te acuchillas y cuando eres rica te haces cirugía plástica”. Foto. Tiffany Nicholson

Cuando arrestaron a Jane Fonda en Washington en diciembre de 2019, a días de cumplir 82 años, hubo una fuerte idea de que la historia se repetía. Y no sólo porque se trataba de la quinta vez que le arrestaban en el lapso de unas semana. Fonda participaba en una muy pública (si bien ahora sólo visible en linea) y continua protesta en contra de lo que ella concibe como una inercia criminal del gobierno de EU en torno a la crisis climática. Cuando escuchó sobre su arresto, el presidente Donald Trump se explayó en un mitin: “Arrestaron a Jane Fonda… ¡nada ha cambiado! Recuerdo que la arrestaron hace 30 o 40 años. Siempre traía unas esposas en las manos, caray”.

En cierto modo, Trump tenía la razón, aunque esta vez la sobreestimó. A Fonda la arrestaron por primera vez en 1970 y medio siglo después sigue protestando, la siguen arrestando y sigue siendo objeto de burlas por los presidentes de EU. En los famosos cassettes de la Casa Blanca de Richard Nixon se puede escuchar cómo platican sobre Fonda en 1971 en torno a sus cada vez más públicas protestas sobre el involucramiento de EU en la guerra de Vietnam. “Jane Fonda… ¿Qué rayos le pasa a Jane Fonda?”, dijo Nixon. “Lo siento por Henry Fonda, un buen tipo. Ella es una gran actriz. Es bonita. Pero, caray, siempre anda desviada”. Menos de un año más tarde, a Nixon lo grabaron planeando la trama de Watergate. Alguien debería decir a Trump que Fonda tiene una excelente racha ganadora a la larga, todo lo contrario a sus críticos.

Uno pensaría que tomaría tiempo sentir el odio de algunos de los más poderosas del mundo, pero, ¿eso le da miedo a Fonda?

“Eso de tener miedo… no sé si así sea la cosa, pero casi nunca tengo miedo. Me he visto en medio de muchas cosas: me han disparado, me han lanzado bombas… pero casi nunca me da miedo. Quizá la intimidad emocional sí me asusta. Ahí es donde radica mi temor”, nos dice desde su casa en Los Ángeles, con una risa de burla propia.

Y mi propio temor radica, en cierto modo, en la idea de entrevistar a Fonda, precisamente porque a ella nada le da miedo. La primera vez que la arrestaron fue porque los oficiales insistían que las vitaminas en su equipaje eran drogas ilegales. “Me dieron órdenes desde Washington”, dijo uno de los aduanales a gritos. A pesar de ello, levantó, impávida, su puño en lo que se convirtió en una imagen icónica.

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La icónica foto de Jane Fonda cuando la arrestaron en Cleveland tras sus protestas en contra de la guerra de Vietnam. La acusaban de tráfico de drogas, cuando en realidad transportaba sus vitaminas. Foto: Cleveland Police Department

“Jane Fonda… ¿Qué rayos le pasa a Jane Fonda? (…) Lo siento por Henry Fonda, un buen tipo. Ella es una gran actriz. Es bonita. Pero, caray, siempre anda desviada”

-Richard Nixon

¿Qué es lo que quería decir en esa imagen? “Desafiar”, dice con firmeza. “¡Me alegra que la luz fuera tan buena!”

¿Y cómo se siente cuando mira las notorias fotos de Hanoi en 1972 cuando parece que, detrás de una batería antiaérea, le dispara a unos aviones de EU, lo que le ha ganado décadas de que le dediquen vilezas?

“Me dan ganas de vomitar. Entiendo por qué esa chica… por qué sucedió eso. Pero me enferma todo eso. ¿Que si me arrepiento? No, jamás. Fue algo que me cambió la vida como ninguna otra cosa”. Hace mucho que ofreció disculpas por haber posado detrás de las armas de los norvietnamitas si bien siguió protestando en contra de la guerra, lo que provocó que hubieran protestas afuera de los cines que ponían sus películas por muchos años después de ello.

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Foto: Rob Mieremet / Anefo (Wikimedia Commons)

Jane Fonda ha ganado dos premios Oscar, por Klute y por Coming Home. Pero su extraordinaria vida, para muchos, ha opacado su carrera. Para algunos ella siempre será Hanoi Jane. Para otros, ella es la reina de los aeróbicos. Hoy en día, el Workout de Jane Fonda sigue siendo uno de los videos caseros más vendidos de todos los tiempos. Sin embargo, Fonda lo hizo para juntar dinero para la Campaña por la Economía Demócrata (CED), la organización sin fines de lucro que manejó con su segundo esposo, el activista de izquierda Tom Hayden. Las millonarias amas de casa que hacían sus movimientos pélvicos con Workout no tenía idea de que estaban colaborando con una causa nada alejada del socialismo ni que Fonda reunió más de 17 millones de dólares para la CED. (En una postura clásica del buen izquierdista, Hayden ocasionalmente lanzo “diatribas” en contra de Workout: “Yo pensaba, OK, soy simplona… pero, ¿de qué otra manera hubiera juntado 17 millones”?, escribió Fonda en su biografía de 2005 My Life So Far).

Como prueba de que las cosas casi nunca cambian, durante el confinamiento Fonda ha realizado TikToks de ejercicios para hacer conciencia de sus protestas ambientales, ejerciendo su activismo a los 82. “Me divierte y puedo atraer a segmentos más jóvenes en TikTok”, dice con la fluencia natural de su dominio de las redes sociales.

Fonda sigue con su enorme parecido a su padre y, con sus pómulos producidos y sus oscuras cejas tiene el semblante de alguien que no tolera a los necios. “Además de divertida, caray si es honesta, franca, abierta y con el dedo en la llaga”, dice Sam Waterson, que con ella estelariza la comedia Grace and Frankie.

“Me divierte y puedo atraer a segmentos más jóvenes en TikTok”

Fonda sacó un nuevo libro llamado What Can I Do? Traté de contar todos los libros que ha publicado y llegué a los 12, pero nadie está seguro de ello. Por encima parece tratarse de una mezcla al azar, desde una guía para las adolescentes a los libros de ejercicio. Pero cada uno de ellos se define por el activismo de su autora. Being a Teen salió en parte por su trabajo con su fundación Campaña de Georgia por el Poder y Potencial Adolescente (GCAPP), que fundó en los 90 para ayudar a reducir las elevadas tasas de embarazo adolescente en el estado. Los libros de Workout son una especie de El Capital enfundados en leotardo…

Si bien es fácil burlarse del activismo de las celebridades, nadie puede dudar de las credenciales de Fonda, quien ha gritado consignas por el medio ambiente desde los 60, luego de saber que las emisiones de los autos dañan la atmósfera. Pero, ¿por qué seguir en ello? ¿Por qué soportar la cárcel con su camastro de metal (“Me lastima por ser tan huesuda”, admitió) en lugar de disfrutar una vida tranquila y dulce en su novena década?“¡Pues por mi propia tranquilidad mental! El año pasado me estaba volviendo loca, estaba muy deprimida, sabiendo que todo se derrumbaba y que yo no hacía lo suficiente. Una vez que decidí qué hacer, todo eso se esfumó”, me dice.

What Can I Do? es una guía y una memoria de sus protestas conocidas como Fire Drill Friday que llevó a cabo en Washington cada viernes a fines de 2019 y que llevó a los arrestos de ella y de muchos de sus amigos célebres, incluyendo a Waterston. “Cuando escuchamos lo que ella planeaba, todos nos ofrecimos de voluntarios”, dice Waterston. “Jane es una de esas personas que avanza hacia el fuego. Se lanza a provocar cambios”.

Se necesita más que una plaga global para domar a Fonda y su primera protesta global por el clima fue tan popular que su sitio web se colapsó. “¡Puedes creerlo, un cuarto de millón de personas nos siguieron! Eso no es lo que esperaba. Estoy tan ocupada… me paso todo el día en mi escritorio en reuniones por Zoom. Necesito regresar a trabajar para tener mas tiempo”, dice en referencia a Grace and Frankie, que comienza a grabarse de nuevo este otoño.
En su libro, Fonda detalla sus cándidos y ansiosos intentos para dominar la crisis climática. Pero mis momentos favoritos son cuando se ríe de sí misma, como cuando se pone al corriente con sentadillas en la cárcel. (“Bueno, hay que aprovechar cada oportunidad”.) “Y, bueno, ¡hay mucho de qué reír! Sino me riera de mí misma entonces me pondría a llorar”, me dice.

En enero de 2018 publicó una foto en de ella Instagram toda fachosa en un vestido de fiesta que usó la noche anterior. “Heme aquí a la mañana siguiente. No me pude bajar el cierre, así que me dormí con el vestido… nunca había querido un esposo en mi vida sino hasta ahora”, escribió.

“Jaja, ¿viste eso?”, se carcajea.
Y no sólo lo vi, sino que hablé de ello con Dolly Parton, la coprotagonista con Fonda en 9 to 5, cuando la entrevisté el año pasado. Me dijo que le había encantado eso, pero que nunca lo haría ella. “Pensé que era lindo, pero no, ¡nunca!”.

“¡Ja! No me sorprende. Una vez me pasé 10 días con Dolly en su tour en un autobús y nunca la vi sin toda su parafernalia”, dice Fonda riendo.

Parton y yo también hablamos de la vez en que Fonda y la otra coprotagonista de 9 to 5, Lily Tomlin, presentaron un premio en los Emmys de 2017, en el que propinaron un duro golpe en la trompa a Donald Trump.

“Allá en 1980 en 9 to 5, nos rehusamos a que nos controlara un radical sexista, egoísta, mentiroso e hipócrita”, dijo Fonda.

“Y en 2017 nos seguimos rehusando a que nos controle un radical sexista, egoísta, mentiroso e hipócrita”, añadió Tomlin. El público les aplaudió y Parton, quien sin duda pensaba en sus fans sureños, republicanos, peló enormes ojos con alarma.

“Simplemente no quería que todos pensaran que lo que Lily y Jane pensaban es lo que yo pienso”, me dijo luego Parton. “Simplemente no creo en que tengas que salir en la TV diciendo cosas políticas”.
Le pregunté a Fonda y ella y Tomlin habían sorprendido a Parton.
“Oh, no, lo planeamos antes. Pero creo que Parton reaccionó con molestia. No creo que ella hubiera pensado en ese momento sobre su reacción”, dijo Fonda con desparpajo y poniendo, sin intención, en problemas a su colega nuevamente.

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Jane Fonda, su padre Henry, y su hermano Peter. Foto: United Press Photo/Wikimedia Commons

Una historia de una hija

Cuando Fonda cuenta su historia, siempre tiene que empezar con su padre, Henry. Veterano de la Segunda Guerra Mundial, el público lo veía como un héroe estadounidense, el único actor digo de representar a Tom Joad en The Grapes of War (Las uvas de la ira)y Davis, el juez que buscaba la verdad en 12 Angry Men (12 hombres en pugna). En su autobiografía, Fonda escribe que su padre una vez “pateó el televisor” cuando el Comité de Causas Antiamericanas de la Cámara de Representantes de EU (HUAC) transmitió sus audiencias. Pero, él no se sumó a las otras celebridades que volaron a Washington en donde se llevaban a cabo las audiencias para apoyar públicamente a los escritores y cineastas acusados de simpatizar con el comunismo, a quienes se les conoció como los 10 de Hollywood. Dado lo politizada que Fonda es, ¿no se le hizo raro pensar en ello?“Oh, no. Él se sentía cómodo con su voto al candidato del Partido Demócrata que prometía terminar con la guerra. Y fue lo que hizo. Era algo generacional, creo”, dice Fonda en su espíritu protector. (No tuve el ánimo para decirle que otros de la generación de Henry denunciaron al HUAC, incluyendo a Humphrey Bogart y John Huston.)

Pero Jane veneraba a su padre y por años “me sentí bajo su sombra”. Y fue una larga sombra a pesar de que Henry fue una presencia más en teoría que en la realidad durante su infancia, dejando a ella, a su hermano Peter, y a su madre Frances, solos por su trabajo y, después, por otras mujeres. Cuando Fonda tenía 12 años, su madre se suicidó. Poco tiempo después, Henry mandó a sus hijos a un internado. Jane y su padre nunca más volvieron a mencionar a Frances.Fonda pasó gran parte de su vida tratando de hacer que su padre viera la cosas desde su perspectiva, pero sin mucho éxito.

Sus protestas por Vietnam fueron una fuente de rencor entre ellos. “Trataba de que él entendiera. Pero no se pudo. Le decía lo que escuchaba de los soldados sobre las atrocidades en Vietnam. Y me dijo: ’Si puedes probarme que eso es cierto encabezaré una manifestación a La Casa Blanca’. Así que traje a un Boina Verde para que se lo contara… y aún así no lo creyó. No era su estilo”, refiere.

Le pregunto si ha vuelto a ver On Golden Pond, la película de 1981 en que los Fonda interpretan a un padre que se guardaba sus emociones y una hija necia. “¿On Golden Pond? La miro una y otra vez y…” Fonda se interrumpe, solloza. “Dios, sólo con pensar en ello…” y para otra vez.
Le digo que lo siento: No era mi intención hacerla llorar.
“No, está bien. No hay nada malo en llorar”, me dice.

Le digo que también lloro al ver esa película, siempre en la escena en que la hija toca el brazo de su padre y él mira hacia abajo, como evitando llorar. (En el libro de Fonda ella cuenta que improviso ese gesto y que las lágrimas del padre eran reales.)

“Ay, Dios, lo sé. Soy la personas más afortunada del mundo. El hecho de que pude hacer esa película con él antes de que muriera… murió a los cinco meses”, me dice, y vuelve a llorar.

Padre e hija recibieron sendas nominaciones al Oscar por esa película, pero sólo Henry se lo llevó, su último Premio de la Academia. Estaba muy enfermo y no fue a la ceremonia, así que Fonda lo recibió en su nombre. Fue, dice, “el momento más feliz de mi vida”.
Es un testamento a la influencia de Henry el que tanto Jane como Peter, su hermano, fueran actores (así como la hija de Peter, Bridget, y el hijo de Jane y Hayden, Troy Garity). Peter murió en 2019 a la edad de 79 años. ¿Eran muy cercanos?

“Sí y no. Éramos muy diferentes. No lo veía mucho y ni siquiera sabía que estaba enfermo. Pero en algún momento me mandó un email y me dijo que estaba en el hospital y a las pocas semanas se murió. Fui a verlo casi todos los días y nos reíamos y reíamos. Agradezco que así terminara todo”.

Fonda adoraba a su padre, pero también tiene en claro muchas cosas. “A papá le obsesionaba que las mujeres fueran delgadas. Cuando llegué a la adolescencia, la única vez que él se refirió a cómo me veía es que estaba muy gorda”, escribe en sus memorias. Ella aprendió desde muy joven que si no se mostraba herida o con necesidades elogiarían su fortaleza. Lo aprendió tan bien que, inclusive cuando su madre murió, no lloró. Pero el dolor resiste la represión. En el internado, Fonda arrancó una pelea de 30 años contra la bulimia, una práctica que terminó en sus cuarenta.

Le digo que yo también tuve un desorden alimenticio de adolescente y que le agradezco por hablar de cuánto se puede tardar uno en recuperarse.

“¡Ah, sí, tardé años! Fue muy difícil. Recuerdo a Jason Robards, quien había sido un alcohólico de órdago, hablando del tercer paso del programa de AA, el gran poder. Y siempre pensé: cuánta porquería. Luego descubrí que eso era verdad”, dice.

Así que, ¿fue la fe la que finalmente le ayudó a dejar la bulimia?
“Fue una combinación de muchas cosas. En parte fue la fuerza de voluntad, pero ayudó más cuando recibí un espíritu. Sufría horrible y… ¡Dios, qué raro suena contándoselo al Guardian! Estaba sola encima casa y había tocado fondo. Así que lo dije fuerte: ‘Debe haber una razón por la que Dios quiere que sufra así’. Y miré alrededor y dije: ‘¿quien dice que soy una atea?’

“Y justo entonces todo comenzó a cambiar. Fue mi revelación, sentí qué sucedía en mi cuerpo. Sentí que me armaba de vuelta para volver a ser una persona. Sabes, es como si tuvieras una extensión de ti misma y lentamente esos duplicados se juntan y ajustan perfectamente. Eso es lo que sucedió. Es la ausencia de ello lo que provoca la ansiedad y provoca los trastornos alimenticios”, dice. En 2001, Fonda se volvió cristiana.

“¿Y qué hay de ti? ¿Ya estás bien ahora?”, me pregunta.

Le digo que estoy bien, aunque no fue un gran poder el que me ayudó. Fue ser mamá; de pronto tenía personas que necesitaban que yo comiera. Y me disculpo por lo poco feminista que eso suena. “¡No, para nada! Es la verdad, lo entiendo”, dice con sentimiento.

A su recuperación de la bulimia le siguieron los aeróbicos. ¿Fue cambiar de cuerpo una obsesión que siguió a la otra? “Creo que el ejercicio fue para mí una manera saludable de controlar mi cuerpo que no hubiera encontrado en ninguna otra”, dice.

En el pasado se ha referido a hacerse cirugías faciales y el implante de senos. ¿Fue la cirugía otra forma de castigar su cuerpo? “Oh, sí, la cirugía plástica… eso es interesante. Bueno, no importa, me aferro a esta idea: si no luces bien, nadie te va a querer. Así que siempre intenté lucir bien. Creo que cuando eres pobre te cortas a ti misma y cuando eres rica te haces cirugía plástica”.
Las figuras dominantes en su vidaComo adulto, Fonda cambió una figura masculina dominante por otras tres: sus esposos. Cuando estaba con el director Roger Vadim, quien previamente había estado casado con Briggitte Bardot, Fonda se convirtió en una gatita sexy Bardot-esca en Barbarella y practicó tríos con él, pero al nacer Vanessa, su primera hija, lo abandonó. Cuando se casó con Hayden se lo llevó a las barricadas con ella. Cuando se casó con el magnate de los medios Ted Turner en 1991, ella cambió su vida en las trincheras por la de la esposa de un multimillonario.
“Siempre quise andar con alguien que fuera lo opuesto a mi padre”, explica. “No me di cuenta de que, en lo que era importante, elegía a hombres que eran como él porque les costaba la intimidad”. 
Fonda dice que ella y su padre nunca hablaban de su madre porque ella temía lastimarlo y que a ella también le costaba trabajo expresar sus sentimientos a sus maridos. Y como quiera, salía a sus ruidosas campañas a pedir que las reclutas estadounidenses regresaran de Vietnam, que las niñas tuvieran una mejor educación sexual, y por los derechos pesqueros de los indígenas.
“Así fue, pero era un coraje exterior. No tenia que ver con mi corazón”, explica.
Yo había leído las memorias de Fonda previamente antes de leer What Can I Do? y fue un shock pasar de leer de leer de sus casi diarios viajes en jet privado con Turner a sus advertencias sobre el medio ambiente. ¿Se arrepiente de ese periodo en su vida?

Con Vadim, ella encarnó la experimentación sexual de los 60; con Hayden, el activismo de los 70; y, con Turner, la vida adinerada de las nuevas élites en los 90. Ahora Fonda está aprendiendo de una nueva generación de activistas

Tras una larga pausa: “No hubiera cambiado un sólo momento de eso por nada. O sea, él es dueño de casi 2 millones de hectáreas, okay? Así que pensaba qué es lo que le pasaría a esas tierras si alguien las comprara. Es decir, cuántas mansiones de mal gusto construirían… él salvó esas tierras y la única manera de llegar a ellas era teniendo su propio avión. Así que no me preocupaba por ello”, afirma.

En lugar de desgastarse con todas sus protestas y arrestos, ¿por qué no pedirle a Turner que hiciera donaciones, por decir, 500 mil millones de dólares, a causas ambientales? Seguro que así hubiera conseguido mucho también.

“Hmm, no se lo hubiera pedido. Él tiene una fundación familiar y, sabes, todas las fundaciones familiares ahora la pasan mal. Así que, no, no le pedí dinero”, dice en la voz cuidadosa y casi tensa que emplea cuando habla de Turner. Su relación suena, no tanto de control, pero algo restrictiva, con Turner agendando cada hora de sus días con meses de anticipación. Él insistía que siempre estuviera a su lado y Fonda no rodó películas en su matrimonio, el cual terminó cuando ella lo dejó en 2001. Entonces él la mandó en su jet privado desde su rancho a  Atlanta. Su nueva novia, quien sin que Fonda lo supiera, había estado esperando en el aeropuerto, voló de regreso al rancho en el mismo asiento que Fonda dejó tibio.

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Jane Fonda y su exmarido Ted Turner. Foto: John Mathew Smith & www.celebrity-photos.com

En el pasado Fonda ha dicho que se juntó con hombres fuertes porque se sentía insegura de sí misma. Pero, ¿acaso no necesitaba gente fuerte cerca porque ella en sí es un personaje fuerte?

“Pues, sí, cuando estoy con hombres que no son fuertes me la he pasado mal”, acepta. “Ahora soy cinco años mayor que mi papá cuando murió y me he dado cuenta de que, en realidad, soy más fuerte de lo que él fue. Soy más fuerte que todos los hombres con los que me he casado”.

Por estos días, Fonda está soltera. “Esa parte de mi vida ya se acabó. Lo sé. Se acabó. Ya cerré la tiendita. Y estoy muy feliz sola”, dice. Una mención muy común en sus memorias es que ella permitió que sus esposos la moldearan demasiado por su “aversión a no gustarles”. Otra manera de verlo es que simplemente era muy abierta a las nuevas experiencias.

Con Vadim, ella encarnó la experimentación sexual de los 60; con Hayden, el activismo de los 70; y, con Turner, la vida adinerada de las nuevas élites en los 90. Ahora Fonda está aprendiendo de una nueva generación de activistas. Poco antes de nuestra entrevista, ella publicó en Instagram un mensaje con Patrisse Cullors, una de las cofundadoras de Black Lives Matter. Y durante el confinamiento ha sido anfitriona de eventos del Fire Drill Day con activistas trans.

“¡Seguir aprendiendo es una de las cosas más emocionantes en la vida!”, dice. “Es uno de mis mantras: es más importante interesarse en algo que ser interesante para alguien. Me siento como una estudiante y eso es buenísimo. Toda esta gente joven son tan buenos en saber qué hacer y qué no, qué decir y qué amo decir, y me trasmiten sus enormes conocimientos. Estoy aprendiendo tanto cada día que me hace feliz. Es un nuevo capítulo”.

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