“Caperucita Roja” transforma a Violeta Isfel: teatro, infancia y segundas oportunidades

Después de décadas en la televisión, el teatro y el cine, Violeta Isfel vuelve a conquistar al público, esta vez en una faceta entrañable y llena de color: protagoniza Caperucita Roja: Súper cuento musical, una puesta en escena que combina marionetas, canciones originales, interacción con el público y una importante dosis de valores. En entrevista con La-Lista, la actriz reflexiona sobre los retos que le presentó este proyecto y el poder transformador del teatro familiar.

Bajo la dirección de un equipo que apuesta por la sensibilidad y la creatividad, Caperucita Roja se convierte en una experiencia integral para toda la familia. No solo por su historia divertida y accesible, sino porque permite a los espectadores, niños y adultos por igual, reconectar con emociones fundamentales como la empatía, la ternura y la solidaridad. Para Isfel, el viaje va más allá del escenario: la obra la obligó a reconectarse con su niña interior, pero también con una parte de sí misma que pensó perdida: su voz cantada.

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¿Qué te motivó a formar parte de Caperucita Roja: Súper cuento musical?

“Me atrapó la propuesta porque sentí que ya no hay tantos proyectos de teatro musical infantil”, confiesa Violeta con entusiasmo. “Me encantan porque son un reto como actriz, y cuando me hablaron de este montaje no tenía idea de qué iba. Vi videos y supe que había marionetas y un enfoque muy original de la historia, pero lo que terminó por convencerme fue leer el guion”.

Lo que encontró en esas páginas fue mucho más que una reinterpretación del clásico cuento. “Me pareció maravilloso que esta Caperucita enseñe valores como el respeto, la lealtad y la amistad, cosas que, con tanto contenido en redes, a veces se nos olvida reforzar en casa”, explica. La actriz valora que el montaje invite a las familias a colaborar activamente: los niños y sus padres participan ayudando a Caperucita a cumplir su misión, lo cual transforma la obra en un juego colectivo que deja huella.

“Yo siempre fui una mamá que buscaba este tipo de obras para conectar con mi hijo. Hoy él tiene 21 años, pero me sigue emocionando pensar que este tipo de experiencias dejan recuerdos imborrables. Esa fue mi motivación principal”, añade.

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¿Cómo fue volver a cantar en escena después de una operación de cuerdas vocales?

Uno de los desafíos más íntimos para Isfel en esta obra fue recuperar su voz cantada. “Hace 10 años me operaron las cuerdas vocales. Desde entonces había sido muy difícil volver a cantar con seguridad. Me costó muchísimo”, confiesa. Pero en Caperucita Roja, encontró un espacio donde podía hacerlo acompañada de coaching, clases y, sobre todo, mucho amor por su oficio.

“Fue un reto vocal, emocional y actoral. Y gracias a este montaje, estoy recuperando inflexiones que no conocía de mi propia voz. Le perdí el miedo, y eso me hizo volver a confiar”, dice con evidente emoción. Más allá de lo técnico, este proceso tuvo un efecto transformador en su relación con el arte: “El teatro tiene esta magia. Es muy demandante, pero cuando conectas, te cambia. A mí me reconcilió con mi voz y con mi vocación”.

Además, esta obra le permitió enfrentarse por primera vez a una técnica muy particular: actuar con marionetas. “Nunca había operado una directamente. Fue increíble darle vida a un objeto inanimado. Es uno de los aprendizajes más bonitos que me llevo”, asegura.

¿Por qué el teatro familiar sigue siendo tan importante para ti como artista?

Aunque Violeta Isfel tiene una carrera que abarca desde telenovelas hasta cine, el teatro familiar ocupa un lugar muy especial en su corazón. “Siento que en los niños están las respuestas de todo”, afirma convencida. “Son los adultos del mañana, y si desde ahora les enseñamos a tener empatía, respeto, a no juzgar... les damos herramientas para ser mejores personas”.

La actriz enfatiza que no solo los niños, sino también los padres, pueden beneficiarse del mensaje de obras como Caperucita Roja. “A veces los papás también necesitan una pausa. Esta obra les recuerda que está bien no tener todas las respuestas, que está bien decir: ‘no sé, pero lo intento’. Si desde el escenario puedo apoyar con mi experiencia o simplemente con un mensaje de esperanza, siento que mi trabajo cobra sentido”, explica.

Isfel también destaca el poder del teatro para generar comunidad: “Ver las caritas de los niños, cómo reaccionan, cómo participan, es un regalo. Me llena el alma. Me confirma que estoy en el lugar correcto, haciendo lo correcto”. Para ella, esta conexión genuina con el público, más allá del ego, la fama o la trayectoria. es el motor que la impulsa a seguir.

“A través del arte se puede sanar, acompañar, inspirar. El teatro infantil me permite hacer todo eso al mismo tiempo”, concluye con una sonrisa. Y sí, basta verla en escena para saber que lo dice desde el corazón.

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