Cazzu en el Auditorio Nacional 2025: entre sus orígenes de trap y 'Latinaje', la argentina brilla en su concierto la CDMX

Miércoles 15 de octubre de 2025

Cazzu en el Auditorio Nacional 2025: entre sus orígenes de trap y ‘Latinaje’, la argentina brilla en su concierto la CDMX

Cazzu no renegó del trap que la formó, pero tampoco se encasilló en él. En su primera noche en el Auditorio Nacional reinterpretó sus éxitos con la paleta sonora de Latinaje y demostró que sus raíces la siguen sosteniendo.

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Foto: Lulú Urdapilleta.

Cazzu tuvo su primera noche en el Auditorio Nacional.
Foto: Lulú Urdapilleta/cortesía Ocesa

Entre gritos, lágrimas y una ovación que parecía no tener fin, Cazzu fue recibida como solo se recibe a quien ya se siente de casa. “Cazzu, hermana, ya eres mexicana”, corearon cientos de voces desde las butacas del Auditorio Nacional, envolviendo a “La Jefa del trap” en un abrazo colectivo que cruzó fronteras y géneros la noche del martes 14 de octubre en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México (CDMX).

La artista argentina no solo conquistó un escenario, conquistó a un país que decidió adoptarla con el corazón por delante.

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Cazzu, la primera noche de Latinaje en el Auditorio Nacional

Le siguieron Sobre mi tumba, Me tocó perder, Piénsame, Mala suerte y Engreído, piezas que, entre luces rojas y una atmósfera densa, tejieron el hilo narrativo de Latinaje, la novela, una historia que late entre el dolor, la pasión y la supervivencia.

En cada tema, Cazzu encarnó a una mujer cantante de antros que habita entre el glamour y la oscuridad, una figura enigmática que seduce con su voz y presencia, pero que, por dentro, se desmorona.

La intérprete transformó el escenario en un espacio teatral donde la música se volvió una trama: la de una mujer rota que aún así sigue cantando, como si en cada verso intentara reconstruirse.

Con Latinaje, la novela, Cazzu no solo narró una historia, sino que creó una experiencia sensorial que viajó entre la vulnerabilidad y el crimen, entre la femineidad herida y la fuerza que se levanta del abismo.

Fue una noche de catarsis, donde las heridas se hicieron arte y el público fue testigo de una artista que convierte su dolor en espectáculo, y su historia, en legado.

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Foto: Lulú Urdapilleta.

Cazzu, ‘La Jefa’ no olvida sus orígenes en el trap

Aunque Latinaje abrió una nueva veta en su sonido, Cazzu dejó claro que nunca olvida sus orígenes. Con una atmósfera íntima y luces que acariciaban la piel, interpretó Dolce, un corrido reinventado a la manera de Latinaje, y se ganó el coro del público desde la primera estrofa.

Esta canción funcionó como puente: tradición y modernidad latiendo al mismo tiempo, un guiño a raíces que persisten y que con el paso del tiempo evolucionaron.

La noche tomó velocidad cuando sonaron las piezas que la consagraron en la escena urbana. Jefa y Nena Trampa volvieron a retumbar, pero fue en Mucha Data donde el Auditorio Nacional explotó: miles coreando “Yo no peleo por cuero, mami, quédate con él. Ya lo probé, lo descarté, no era pa’ tanto”. Esos versos vibraron como una bandera: la de una mujer que no negocia su valor y que convirtió el desdén en himno colectivo.

Con Brinca, Miedo y Toda la cantante trajo de vuelta esa furia contenida que la hizo referente: movimientos precisos, mirada desafiante y una comunión con el público que lo decía todo sin necesidad de palabras.

Y entonces llegó Loca, la canción que colocó a la escena argentina bajo el lente internacional, pero esta vez Cazzu no repitió la fórmula exacta; la transformó.

Las versiones sonaron teñidas de Latinaje, más dramáticas, más teatrales, entregando una nueva piel a un tema que ya había viajado lejos y ahora regresaba con otra carga emocional.

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Entre orígenes y Latinaje, Cazzu conquista su primer Auditorio Nacional

Cazzu vivió una noche inolvidable en su primer Auditorio Nacional, un logro que ella misma describió como uno de los más importantes de su carrera.

“¿Cómo la están pasando? Es un placer para mí estar acá esta noche. No me alcanzan las palabras para expresar la felicidad y el orgullo que tengo de estar compartiendo este momento con ustedes. Les quiero dar las gracias por haber comprado su entrada, por haberse esforzado para venir acá”, expresó emocionada antes de interpretar La Cueva.

Sus palabras fueron el reflejo de una artista agradecida, consciente del camino recorrido y de la entrega de quienes la acompañan desde sus inicios.

Con la voz entre la emoción y la gratitud, Cazzu continuó hablando de la importancia de ese momento: “Mi primer Auditorio Nacional, es un logro increíble, toda mi vida trabajé para poder llevar mi música a diferentes lugares. La última vez que estuve en México éramos muchos menos en Ciudad de México, así que quiero empezar dándole la bienvenida a las personas que es su primera vez en un concierto de Cazzu”.

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Foto: Lulú Urdapilleta.

Sus palabras, honestas y cercanas, desataron una ovación que llenó cada rincón del recinto. Antes de cantar Inti, una canción dedicada a su hija, compartió un mensaje de fortaleza y empatía: “A veces, tenemos más energía, a veces, menos; a veces, estamos enfermos, nos sentimos mal… pero a pesar de caídas y raspones, nos levantamos y seguimos siendo felices”.

Mientras sonaba el tema, el recinto capitalino se iluminó con globos amarillos que simbolizaban al sol, un gesto del público que conectó profundamente con el significado del nombre Inti, que en quechua significa “Sol”.

Durante la noche, la cantante reflexionó también sobre el universo femenino y la dualidad que habita en cada mujer. “Veo todo lo que pasa en el público y el contraste de esta cosa tan bonita, los solecitos y después los cuernitos de diablo… Todo esto para mí representa lo que se quiere vivir en un show como este”, dijo antes de interpretar Pobrecito, mi patrón.

“¿Qué es una mujer para mí? Es ternura, enojo, a veces violencia o frustración, es mamá, es una mujer sensual, que vive, se enamora, pinta solecitos con su hijo, esa es una mujer. Y ustedes me hacen pensar en esto tan bonito y en este contraste que se vive en este show”, destacó la cantante argentina. Sus palabras se sintieron como un manifiesto de fuerza y vulnerabilidad, un retrato de la complejidad femenina que recorre toda su obra.

Uno de los momentos más especiales de la noche llegó con su versión de No me enseñaste, de Thalía. Antes de comenzar, Cazzu confesó que fue difícil elegir una sola canción entre las que marcaron la historia de la música mexicana, pero finalmente se inclinó por ese clásico.

Más adelante, el tono cambió y la energía volvió a subir cuando la argentina recordó sus raíces con el público. “Ustedes saben de dónde yo vengo, con muchísimo orgullo, por eso las personas que están preparadas en este momento tienen que perrear, si ustedes no perrean, yo no perreo”, dijo entre risas antes de interpretar Peli-culeo.

El público respondió con euforia, convirtiendo el Auditorio Nacional en una fiesta. Después siguieron Nada, tema que reservó para sus fans más fieles, Tú y tú, Con otra —que desató gritos y aplausos— y finalmente cerró con Menú de degustación, dejando a su público con la sensación de haber vivido algo más que un concierto: una historia contada con el alma, donde la música fue su verdad más pura.

El cierre fue un mapa de su evolución: no reniega del trap que la formó, pero tampoco se encasilla en él. Reinterpretar sus éxitos con la paleta sonora de Latinaje fue un acto de memoria y reinvención: celebrar el pasado, reescribirlo y convertirlo en otra forma de poder. Cazzu demostró que ser ícono es también cambiar —y que las raíces, aunque transformadas, siguen sosteniéndola.

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