La mirada poética de México: Graciela Iturbide a los 80 años
Desde los retratos del pueblo seri hasta las representaciones de las pandillas de Los Ángeles, esta importante figura de la fotografía latinoamericana siempre ha buscado 'la sorpresa en lo ordinario'.

Este año, la fotógrafa mexicana Graciela Iturbide cumple 80 años. Sigue tomando fotografías, y una nueva exposición mostrará algunas de sus obras desde los años 70 hasta la actualidad. Heliotropo 37 estará en la Fundación Cartier en París, Francia, hasta el 29 de mayo. También está disponible un libro con el mismo título. Todas las fotografías: Graciela Iturbide/Cartier Foundation for Contemporary Art
Iturbide es una importante figura de la fotografía latinoamericana. Durante más de 50 años, ha creado imágenes que oscilan entre un enfoque documental y una mirada poética.
Heliotropo 37 reúne más de 200 imágenes, desde sus fotografías más emblemáticas hasta su obra más reciente, además de una serie en color creada especialmente para la exposición.
Iturbide expresa: ‘En última instancia, creo que la fotografía es un ritual para mí. Salir con mi cámara, observar, plasmar la parte más mítica del hombre, después entrar en la oscuridad, revelar, elegir el simbolismo’.
Iturbide se inició en la fotografía en la década de 1970 junto a Manuel Álvarez Bravo (1902-2002). Siguió al fotógrafo en sus viajes a pueblos y fiestas populares mexicanas, donde lo observó buscar el lugar adecuado, esperar a que ocurriera algo, prácticamente invisible, sin molestar a nadie y después fotografiar todo lo que le resultaba interesante. Se convirtió en el mentor de la joven Graciela Iturbide y compartió con ella su sensibilidad y su enfoque humanista del mundo.
Es especialmente famosa por sus retratos del pueblo seri en el desierto de Sonora y de las mujeres de Juchitán, así como por su trabajo fotográfico relacionado con las comunidades y tradiciones ancestrales de México.
‘Busco la sorpresa en lo ordinario, un ordinario que podría encontrar en cualquier parte del mundo’.
La exposición Heliotropo 37 recibe su título de la calle donde se encuentra el estudio de Iturbide, en la alcaldía Coyoacán de la Ciudad de México. Con motivo de la exposición, la Fundación Cartier publicará un libro que explora su obra y su universo personal. Reúne todas las fotografías de la exposición, junto a una extensa entrevista a cargo de la ensayista francesa Fabienne Bradu, un cuento del escritor guatemalteco Eduardo Halfon y un reportaje fotográfico realizado en el estudio de Iturbide por el fotógrafo mexicano Pablo López Luz.
Entre las series de este periodo destacan Los que viven en la arena de 1978, para la que Iturbide pasó una larga temporada conviviendo con la comunidad seri en el desierto de Sonora, al noroeste del país; y Juchitán de las mujeres (1979-89), dedicada a las mujeres y la cultura zapoteca, en el valle de Oaxaca, al sureste de México.
En lugar del realismo mágico con el que se le ha asociado con frecuencia, Iturbide prefiere la idea de un ‘toque de poesía e imaginación’ que amplía la interpretación documental. ‘El conocimiento es dual: cuando viajas, descubres cosas tanto fuera como dentro de ti, a través de tu soledad’.
La serie White Fence Gang (1986-89) se centra en los cholos, pandillas de origen mexicano presentes en Los Ángeles y Tijuana.
La exposición presenta fotografías de personas a las que Iturbide conoció en el transcurso de sus diversos viajes a través de México, pero también de Alemania, España, Ecuador, Japón, Estados Unidos, India, Madagascar, Argentina, Perú y Panamá, entre las décadas de 1970 y 1990.
Continuó su búsqueda de objetos y símbolos en India e Italia. ‘Las fotografías que tomé en India atestiguan el reto que me propuse, es decir, no mostrar ningún rostro, sino únicamente símbolos que concentren tradiciones culturales o simplemente situaciones humanas’.
Iturbide también aporta una atención casi espiritual a los paisajes y objetos.
A finales de los años 90, Iturbide viajó por Luisiana y estudió los paisajes desolados del sur de Estados Unidos.
La exposición presenta las dos facetas de Iturbide, ofreciéndonos una nueva perspectiva sobre su obra.
Con el paso de los años, las imágenes de Iturbide se fueron despojando de la presencia humana y su atención se centró en los materiales y las texturas.