Toto en el Palacio de los Deportes: así fue el concierto que se convirtió en 'una cátedra musical' que nos llevó de vuelta a los años 70

Miércoles 17 de diciembre de 2025

Toto en el Palacio de los Deportes: así fue el concierto que se convirtió en ‘una cátedra musical’ que nos llevó de vuelta a los años 70

Una noche inolvidable en el Palacio de los Deportes: Toto transformó su concierto en una clase magistral de música, virtuosismo y emoción que conectó generaciones y dejó huella en cada asistente.

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Foto: Nadia Karina de la Cruz Galindo

Foto: Nadia Karina de la Cruz Galindo

Hay conciertos que se disfrutan y otros que se quedan tatuados en la memoria. El de Toto, en el Palacio de los Deportes de la Ciudad de México, pertenece sin duda a la segunda categoría: esos shows hermosos que se valoran con el paso del tiempo y que, desde el primer acorde, te hacen sentir que estás de vuelta en los gloriosos años 70.

Desde que las luces se apagaron, el recinto se llenó de una energía especial, de esa que solo generan las bandas con historia, oficio y una conexión genuina con su público.

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Un recorrido sonoro por la historia

El setlist fue un regalo para los fans, sonaron todas las canciones que uno quería escuchar, interpretadas de manera impecable y con una potencia que desmiente cualquier idea de nostalgia desgastada. Cada tema fue recibido con ovaciones, coros multitudinarios y sonrisas cómplices entre los asistentes, como si todos supiéramos que estábamos viviendo algo especial.

Pero si hubo momentos que elevaron el concierto a otro nivel, fueron los solos instrumentales. Auténticas joyas sonoras que confirmaron por qué Toto es reconocida como una banda hecha por y para músicos, admirada por su virtuosismo y precisión.

Greg Phillinganes y Steve Lukather: clases magistrales

Lo de Greg Phillinganes al piano fue, sencillamente, una locura. Cada intervención suya se sintió como una clase completa de musicalidad, técnica y sensibilidad. Sus manos recorrían el teclado con una elegancia natural, demostrando por qué es una leyenda viva y una pieza clave en el sonido de la banda.

Y qué decir de Steve Lukather. Verlo tocar la guitarra en vivo es presenciar a un maestro en plena cátedra. Su estilo es elegante y potente a la vez, con un sonido impresionante que llenó cada rincón del Palacio de los Deportes. Cada nota parecía colocada con intención, con experiencia, con amor por la música. Aunque, siendo honestos, después de semejante demostración, a más de uno nos hubiera gustado verlo romper la guitarra como broche de oro tras esa exhibición brutal de talento.

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Foto: Nadia Karina de la Cruz Galindo

Experiencia, oficio y amor por la música

Lo que quedó claro durante toda la noche fue que Toto no solo toca canciones: cuenta historias a través de la música. Se nota la experiencia acumulada durante décadas, el oficio pulido en cientos de escenarios alrededor del mundo y, sobre todo, el amor genuino por lo que hacen. Eso se transmite y se siente.

Fue uno de esos conciertos que se disfrutan de principio a fin, sin mirar el reloj, sin darse cuenta del paso del tiempo. Cuando las últimas notas sonaron, la sensación fue la misma para muchos: “¿Ya se acabó?”

Otro de los grandes aciertos de la noche fue el ambiente del público. Familias completas, personas de todas las edades, amigos, parejas… Un ambiente relajado y lleno de emoción. Se sentía que no se trataba solo de asistir a un concierto, sino de compartir recuerdos y crear otros nuevos. Padres cantando junto a sus hijos, generaciones distintas unidas por las mismas canciones.

Esa conexión colectiva hizo que la experiencia fuera todavía más profunda y emotiva. La música de Toto funcionó como un puente entre épocas, recuerdos y emociones.

Un recuerdo para toda la vida

Al final, más allá de la técnica impecable y del sonido espectacular, el concierto de Toto en el Palacio de los Deportes dejó algo más importante: una marca emocional. De esas que sabes que vas a recordar por mucho tiempo. Una noche en la que la música, la buena compañía y las canciones emotivas se combinaron para crear una experiencia que trasciende el momento.

Sin duda, Toto no solo ofreció un concierto; regaló una vivencia que confirma por qué su música sigue vigente y por qué, décadas después, sigue siendo capaz de tocar corazones. Un show para atesorar y para decir, sin exagerar, que fue uno de esos conciertos que te acompañan toda la vida.

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