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Yetzali

La huida de Yetzali


Una mujer tiene precio cuando nace en la región de la montaña del estado de Guerrero, conformada por 19 municipios donde las personas viven en condiciones de extrema pobreza.

Un día, una mujer desconocida llegó a casa de Yetzali, de 14 años, y ofreció pagar por ella para que se convirtiera en la mujer de su hijo Diego, de 17 años. Yetzali nunca lo había visto. Pero él aseguraba que se había enamorado al verla caminar por las calles de Cochoapa el Grande.

Las familias de ambos se sentaron a negociar. Un tío de Yetzali exigía 200 mil pesos, pero el trato quedó en un pago de 160 mil pesos porque Ofelia, la madre de Diego, amenazó con que si Yetzali no se casaba ahora, nunca lo podría hacer.

En la montaña de Guerrero una advertencia así equivale a una maldición, explica la mamá de Yetzali, una señora de unos 40 años que también fue víctima de unión forzada con un hombre que la abandonó cuando ya tenía tres hijas.

“Si no aceptan irse con el hombre, a las mujeres les hacen brujería, se les cae el cabello, reglan, les empieza un dolor dentro de su vientre, ya no encuentran marido o se llegan a morir”, dice la mamá de Yetzali a través de una intérprete de mixteco, su lengua originaria.

Yetzali es una niña morena, muy delgada, de un metro y medio de estatura. Al momento de compartir su historia tiene puesto un vestido rosa que casi le llega a los tobillos y lo combina con una playera roja, el único accesorio que usa es un reloj negro que le adorna su muñeca izquierda, sus pies están desnudos y parecen estar acostumbrados al contacto con la tierra.

La entrega de Yetzali se formalizó con una fiesta que empezó el 15 de junio del 2021 y duró tres días. El acuerdo fue de palabra, sin documento de por medio, como la gran mayoría de estos casos porque desde el 2017 el Congreso de Guerrero prohibió los matrimonios de menores ante el registro civil.

Al término de la fiesta, Yetzali se fue a vivir con aquel joven desconocido y la madre de él, Ofelia. Nadie le preguntó si en verdad eso era lo que quería. No le quedó más que la esperanza de que la trataran bien.

Yetzali aceptó hablar sin que se revelara su nombre verdadero, toma valor para compartir su propia experiencia. Se pone de espaldas a la cámara y relata que antes de ser entregada, ayudaba a hacer los mandados a su mamá y cuidaba a los hijos de sus dos hermanas mayores, quienes vendían atole para mantener a la familia.

Yetzali quedó embarazada unas semanas después de haberse juntado por la fuerza y dio a luz a su primer hijo en marzo de 2022.

Una semana después de que la obligaron a vivir en pareja, Ofelia, la mujer que pagó por ella, la llevó a Amatlán, Jalisco, para trabajar como jornalera cortando tomate y chile verde. Las jornadas laborales eran de hasta 12 horas. Yetzali asegura que trabajó durante meses, hasta una semana antes de dar a luz, sin recibir ningún pago.

La migración interna de los habitantes de Guerrero a otros estados para trabajar es común en algunas zonas. El Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan calcula que en 2021 fueron 14 mil 732 personas quienes salieron a campos agrícolas en busca de empleo, el 48% mujeres.

El problema detectado por Tlachinollan es que aunque ellas trabajan la misma cantidad de tiempo que los hombres no reciben una paga igual e, incluso, se exponen a ser víctimas de abusos sexuales por parte de los dueños de los campos.

Yetzali vivió en carne propia los abusos laborales. No sabe exactamente cuántos kilos de tomate y chile cargaba diariamente, solo estira su mano hasta la mitad de su cuerpo y asegura que de ese tamaño estaban las arpillas que debía levantar sin ayuda de nadie.

A los abusos laborales que sufrió Yetzali también se deben sumar las ofensas de parte de Ofelia. La regañaba si la casa estaba sucia, la obligaba a hacer las labores de limpieza y a cocinar. Lo último que la menor soportó fue que la señora puso en duda quién era el papá de su bebé.

“Me decían que mi hijo no era de mi esposo porque no se parecía su cara y no miraba igual que su familia”, relata Yetzali.

A los pocos días de haber parido a su bebé, la joven tomó las pocas cosas que tenía y, una tarde en la que Ofelia estaba distraída, se escapó junto con su bebé a la casa de su mamá.

Cuando se dio cuenta de esto, Ofelia pidió la ayuda de un grupo de hombres armados que operan como policía comunitaria y no dependen del gobierno municipal. Entraron a casa de Yetzali y se la llevaron junto con una de sus hermanas a unos cuartos que sirven como cárcel. Otra hermana logró escaparse y buscó inmediatamente a la síndica del municipio de Cochoapa el Grande, Hildeberta Moreno Flores, quien intercedió para que ambas fueran liberadas después de siete horas.

Cuando fue liberada Yetzali, la síndica le recomendó irse a un centro comunitario de Tlapa de Comonfort, una pequeña ciudad que es como la “capital” de la región de la Montaña de Guerrero.

Con su mamá, sus dos hermanas y sus bebés huyeron a Tlapa en busca de ayuda y acudieron al Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, asociación civil que ha ayudado a 300 mujeres que buscan huir de la violencia de los matrimonios forzados.

Durante tres meses Yetzali se escondió de su agresora, quien la buscaba para cobrarle los 160 mil pesos que había pagado por ella. Pero la joven nunca tuvo ese dinero. El tío que negoció su venta se quedó con 110 mil pesos y el abuelo de Yetzali recibió 50 mil pesos porque supuestamente estaba enfermo y debía ir al médico.

Yetzali, quien ahora ya tiene 15 años, es firme al compartir su historia. No titubea ni rectifica en ningún momento. Siente enojo contra la señora que la maltrató y contra los policías comunitarios que la encarcelaron por querer escapar de esa violencia. 

Las hermanas de Yetzali quieren que su historia llegue a toda la región de la montaña de Guerrero, mientras ella solo piensa en trabajar para mantener a su hijo.

*Los nombres de esta historia fueron cambiados por motivos de seguridad y por petición de la entrevistada.

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