Creada en la antigüedad, perfeccionada por los alemanes y disfrutada por todo el mundo, la cerveza es clave a la hora de refrescarnos.
La cerveza ha acompañado a la humanidad desde hace miles de años. Esta bebida fermentada se consumía ya desde el antiguo Egipto, donde había sacerdotisas que se encargaban del proceso de fermentación de la bebida; incluso, a quienes construían las majestuosas pirámides, se les solía pagar con cerveza.
De hecho, los primeros vestigios de la producción de cerveza datan del año 3 mil 500 antes de Cristo, aunque la primera referencia literaria conservada hasta la actualidad fue escrita por el griego Xenofonte en el siglo 5 antes de Cristo.
La elaboración de la cerveza ha variado muy poco desde entonces. Se emplea agua, lúpulo y algún grano malteado, además de levaduras. En China, por ejemplo, las cervezas suelen llevar arroz, mientras que en Europa del Norte son más habituales las que están elaboradas a partir de avena o trigo.
Las levaduras son fundamentales en la elaboración de cerveza. Aunque todas provienen de la Saccharomyces cerevisiae, ciertas variantes podrán producir distintos estilos de cerveza. Aún más, las lámbicas, o de fermentación espontánea, son cervezas que aprovechan las levaduras que hay en el medio ambiente.
De forma muy general, las cervezas se pueden clasificar en pálidas o rubias, ámbar o tostadas y oscuras o negras. Sin embargo, una forma más precisa de catalogarlas es a través del tipo de fermentación que tienen, pues eso nos da una clave en torno al sabor y la textura que tiene.
Las ales son cervezas de fermentación alta, que presentan cierta turbidez y aromas a frutas y especias; su perfil de sabor es algo más complejo, pero siempre existe la presencia de frutas y cereales. Por otra parte, las lagers son cristalinas, considerablemente más amargas y en sus aromas siempre se puede distinguir un aroma a grano.
De acuerdo con los expertos, la cerveza jamás debe beberse de la botella, debido a que no permite que la nariz participe en la experiencia organoléptica. Adicionalmente, servirla helada es una tradición errónea, pues a ciertas temperaturas los componentes comienzan a aportar sabores amargos inadecuados. La temperatura ideal de servicio debería rondar entre los 5 y los 12 °C.
Por último, cabe resaltar que la mexicana Corona es la quinta cerveza más consumida a nivel mundial, mientras que la reina de la categoría es la Budweiser. Y contra lo que se pudiera pensar, no es México, Alemania o Estados Unidos el país en el que se consume más cerveza… ¡es República Checa! Y es que, en promedio, los checos disfrutan en promedio de 137 litros de cerveza al año.
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