La inventiva mexicana no tiene límites y eso se refleja en las decenas de antojitos y bebidas que reformulan nuestra alimentación. Aquí nuestra lotería.
Para darle la vuelta a la comida, nada como la inventiva mexicana. Y si de por sí la cerveza es sabrosa, ¿por qué no acompañarla con tamarindo, salsas y hasta camarones? A estas innovaciones gastronómicas está dedicada esta lotería.
Una generosa rodaja de jícama con un palo de paleta y cubierta por cualquier cantidad de salsas, chamoy y chile en polvo, identifican a este antojito, el cual nació en Aguascalientes hacia el año 2000 y que actualmente se consume en todo el país.
Se puede decir que es una de las preparaciones legadas por los aztecas, pues desde ese tiempo se solían combinar jarabes de frutas con hielo proveniente de los volcanes cercanos, como el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. Actualmente hay cientos de variedades, incluidas las monjas, hechas con leche condensada, o los diablitos, con chamoy, chile, sal y limón.
Se trata de un icono de la Ciudad de México, favorito de chicos y grandes. Aunque hay tantas versiones como personas, la receta tradicional incluye un chicharrón de pasta de trigo, cueritos, col, jitomate y aguacate, el cual se adereza con limón y salsa.
Aunque por sí misma la michelada es una variación en la forma de tomar cerveza, la licuachela, al igual que la gomichela o la rotochela, es una variación de la variación. Nacida en San Luis Potosí, se trata de una cerveza a la que se le agrega chamoy, chile en polvo y dulces como banderillas de tamarindo o gomitas, las cuales se sirven en un vaso de licuadora.
Las conservas hechas a partir de la piel de cerdo son clásicas en la región del Bajío, y los cueritos, elaborados justo con la piel la cual se conserva en escabeche o vinagre, son un clásico de León, Guanajuato. Son una botana recurrente en cantinas y estadios, y suele acompañarse solo con salsa picante.
Sin duda, el pan dulce posee un lugar de privilegio en el gusto de los mexicanos, y la fusión entre las mantecadas y las conchas realizada por el panadero queretano Josué Rivera en 2018 inició una revolución que aún no ha parado. Inspirados en esta mezcla han surgido las peyoconchas, de peyote, las eloconchas, con forma de maíz y hasta las muerconchas, fusión de la concha y el pan de muerto.
De inspiración prehispánica, se trata de un platillo en el que se aprovechan los granos de elote, a los que se cuece con tequesquite y epazote, para complementarse con mayonesa, queso, chile y limón. Algunas variantes incluyen menudencias de pollo, mientras que otras suman chile poblano y masa para convertirse en chileatole.
Horneado o cocido al vapor, el camote es uno de los postres típicos de la temporada de muertos. La versión nacida en Zacatecas se hornea con canela, anís y piloncillo, para servirse con una buena porción de leche entera.
Originarios de Tijuana, Baja California, y amados en todo el país, los tostilocos o su versión local, los dorilocos, forman parte de esta lotería y combinan la tradicional botana de maíz con pepino, jícama, cacahuates japoneses e incluso otro tipo de botana como los takis, servidos con salsa inglesa y otro tipo de salsa picante.
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