Paradero de Tacubaya, con más delitos que Pantitlán e Indios Verdes

José estaba en la hora de comida de su jornada laboral, cuando un hombre entró a su negocio y le apuntó con una pistola. “¡Dame el dinero que tengas!”, le gritó el asaltante y le arrebató 10 mil pesos de su caja registradora. Todo sucedió muy rápido, si acaso unos 30 segundos entre la llegada del sujeto y su fuga en una motocicleta que lo estaba esperando afuera del negocio y salió como bala del paradero de Tacubaya, al poniente de la Ciudad de México.

“No pudimos hacer nada, tú no te puedes poner al brinco cuando te apuntan con una pistola porque tienes mucho que perder”, comparte José, quien prefiere dar otro nombre por su seguridad. Frente a las pilas con cientos de refrescos, jugos y bebidas energizantes que hay en el negocio, dice estar acostumbrado a la violencia que ocurre con frecuencia en el paradero de Tacubaya, pero eso no le quita la preocupación de que una vez más vuelvan a robar el dinero del negocio.

El asalto que sufrió ocurrió apenas en octubre de 2022 y dice que ninguna autoridad le ayudó.

“Cuando le llamamos a un policía, esta persona ya se había ido”, lamenta el trabajador de 27 años. Al relatar los hechos, mueve los ojos como si de nuevo estuviera frente a un criminal y tratara de identificarlo. El temor de José está justificado. Durante el 2022, la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJCDMX) abrió al menos 245 carpetas de investigación por diferentes delitos ocurridos en el paradero de Tacubaya y sus alrededores. El crimen más común fue el robo a trabajadores del lugar, habitantes y pasajeros con 65 casos.

Cada mañana, miles de personas salen expulsadas de las tres líneas del Metro y el Metrobús que convergen en Tacubaya para viajar a Santa Fe, el polo de los corporativos en el poniente de Ciudad de México, o llegan de las colonias en las montañas de Cuajimalpa para viajar al resto del valle.

Los datos abiertos de la FGJCDMX muestran que en Tacubaya se iniciaron más carpetas de investigación por delitos ocurridos en esta zona en comparación con otros paraderos muy concurridos, como el paradero de Indios Verdes o el de Pantitlán, donde la gente llega en Cablebús o el Trolebús.

Pero las estadísticas de la fiscalía solo reflejan los datos de quien tiene la voluntad de perder medio día con el Ministerio Público (MP). José, por ejemplo, no acudió ante el MP porque no tiene confianza en que hagan su trabajo. Le reportó el robo al dueño del depósito donde trabaja y éste le dijo con una voz golpeada que estuviera “más abusado”, como si prevenir un asalto con pistola dependiera de las víctimas.

“Lo que queremos aquí es más vigilancia”, señala José. A las 12:00 horas ya se pueden ver varias patrullas y elementos de la Policía Bancaria Industrial (PBI) en los alrededores de Tacubaya, aunque los trabajadores de la zona consideran que no son suficientes para resguardar este paradero con múltiples accesos al Metro y ramales de camiones o combis.

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Los delitos, dicen los empleados del área, también se extienden a los puentes peatonales que hay alrededor y a los desniveles en los que también pueden caminar las personas por las banquetas.

El robo es el crimen más común en el paradero de Tacubaya, pero el año pasado también se abrieron investigaciones por amenazas, fraude, lesiones, abuso de autoridad, narcomenudeo, violación, sustracción de menores y hasta violencia familiar.

En los tres años que José lleva trabajando en el lugar no ha visto que las condiciones de seguridad mejoren. “Yo digo que ha estado igual, siempre hay policías por allá o por acá y se dan sus vueltas, pero no siempre”, indica el joven.

En toda la colonia Tacubaya, el año pasado la FGJCDMX abrió 521 carpetas de investigación por distintos delitos. El 47% de los ilícitos se concentró en el paradero de transporte público. La misma dinámica se registra en los paraderos de Indios Verdes y Pantitlán, focos rojos de violencia para distintas colonias de la alcaldía Gustavo A. Madero, Venustiano Carranza e Iztacalco.

Alejandra, otra empleada de un negocio de productos esotéricos que no da su nombre real por desconfianza, ha trabajado en Tacubaya durante 15 años y no percibe ninguna mejoría en seguridad. A ella no la han asaltado con un arma, pero sí le han llegado a arrebatar productos entre sus velas con olor a sándalo y sus amuletos de hilo rojo con dijes dorados en exhibición para salir corriendo.

“Los policías sí hacen sus rondines, incluso nos dejan su número y eso, pero realmente no tenemos una hora ni sabemos en qué momento los vamos a requerir”, comenta Alejandra dentro de su local, surtido con varios tipos de hierbas y líquidos para hacer limpias. En una esquina de su puesto tiene una escultura de la Santa Muerte de un metro de alto, no porque crea en ella, aclara, sino porque espera que esa figura ahuyente a los ladrones o les haga respetar su trabajo.

De todos los hechos que ha vivido, Alejandra recuerda un caso de octubre de 2022 en el que una persona en situación de calle se metió a su negocio para pedirle dinero de manera agresiva. “Lo tuve que sacar a empujones y gritándole que no le iba a dar nada. Él me manoteó, pero no pasó nada más allá de eso”, cuenta Alejandra, de 40 años.

Cuando el riesgo de asalto se percibe a diario, la estrategia de muchos comerciantes es agazaparse: no salen de su negocio y evitan el menor contacto con las personas. Alejandra decidió llegar un poco más tarde a trabajar, cuando ya hay luz de día, y se va antes de que anochezca, cerca de las 6 de la tarde, según la temporada. Cuando puede, se hace acompañar por el último de sus clientes para no caminar sola los 200 metros hasta la terminal del Metrobús que la lleva a su casa.

Esto le implica la posibilidad de perder clientes, pero Alejandra prefiere eso que exponerse a un asalto. “Ya me acostumbré a estar aquí, miedo ya no me da, pero siempre hay que estar alerta, no hay de otra”.

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