La democracia americana convertida en una ciudad fortificada
Presencia militar para cercar las entradas al Capitolio estadounidense. @Foto: Anna Portella/L-Lista.

Por Anna Portella/Enviada

Washington.- A Juan José, un conductor de la aplicación de transporte Lift, le caben en una mano las palabras para describir la capital estadounidense hoy: “Es una zona de guerra”.

La ciudad está en Estado de Emergencia desde el 6 enero, cuando un grupo de seguidores radicales de Donald Trump asaltaron el Capitolio. Su intención era impedir que el Congreso certificara al demócrata Joe Biden como el ganador de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre pasado. 

Una victoria que el próximo miércoles, a las 12 del mediodía y delante del mismo Capitolio, llevará al demócrata a pronunciar el “juro solemnemente que ejerceré fielmente el cargo de Presidente de Estados Unidos…”, con el que se convertirá en el mandatorio número 46 de la patria de la democracia.

Son más de las 4 de la tarde y un el conductor, boliviano de nacimiento, regresa de un viaje. “Fui cerca del Pentágono a llevar a unos diplomáticos que tenían que hacerse una PCR, para eso de la inauguración”, explica en español, entonando cada palabra tras un cubrebocas rojo, como si no hubiera transcurrido el tiempo desde que dejó su país natal y emigró a Estados Unidos. 

Es de los pocos trabajos que podrá realizar en la zona cercana a la Explanada Nacional, donde se ubican la Casa Blanca, el Congreso y la Corte Suprema en un radio que no llega a los 4 kilómetros.

Esa área, personificación de la democracia más poderosa del mundo, es hoy una ciudad fortificada. El Departamento de Seguridad Nacional publicó hace días un mapa con el perímetro cerrado al tránsito: desde la calle D (la paralela a la conocida Avenida de la Independencia) hasta Chinatown (al otro lado de la Casa Blanca), rodeando el monumento de Lincoln y el Capitolio, a bando y bando. 

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Rejas de más de dos metros de alto, puestos de control en las intersecciones entre las calles-letra (las horizontales) y las calles-número (las verticales) y camiones estacionados en horizontal ocupando carriles enteros. En resumen: una carrera de obstáculos. Vecinos comentan que nunca habían visto nada similar.

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©Fotos: Anna Portella/La-Lista.

  • Los bloqueos al paso de vehículos y peatones son constantes en las calles.

Que se lo pregunten a los habitantes de la ciudad, que la mañana del lunes salieron a correr en dirección al estanque reflectante del monumento a Lincoln y se encontraban, frustrados, que no podían acceder al famoso parque.

Muchos aprovechaban que era festivo. El tercer lunes de enero conmemoran el Día de Martin Luther King, en honor al aniversario del nacimiento activista para los derechos civiles. 

Irónicamente, 58 años antes, unas 250 mil personas congregadas ahí mismo le escucharon pronunciar el célebre discurso del I have a dream (tengo un sueño). 

Miedo al futuro

“Es una desgracia que hoy no podamos ir a su Memorial a rendirle homenaje”, lamenta Tom Skinner, después de dar media vuelta al ver que no podía seguir con su paseo en bicicleta. Otro inmigrante que aún pronuncia su apellido terminado con “a”, como en su Reino Unido natal. Él vive a ocho calles del Capitolio. El día de la insurrección, su familia y amigos temieron por su seguridad. A él, lo que le da miedo es el futuro del país, porque el despliegue de agentes que hay por la zona le hace creer que “ahora está todo calmado”.

El centro de la ciudad se siente tranquila si no se leen las noticias del día. El lunes Estados Unidos amanecía descubriendo que el FBI investigaba si entre los 25 mil agentes de la Guardia Nacional desplegados hay algún intruso que pudiera atentar contra la toma de posesión del miércoles 20 de enero.

En este contexto, cualquier alarma que en la Avenida de la Reforma sería un ruido más de fondo, le hace a uno preguntarse si ha pasado algo. Y aún más, ante el silencio actual de Washington DC. 

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©Fotos: Anna Portella/La-Lista.

  • Manifestantes congregaron banderas del Black Lives Matter en la parte trasera de la Casa Blanca, antirracistas, LGBT e, incluso había una mexicana.

Quien no ha visitado nunca esta ciudad, le costaría creer en estos días que en esas avenidas de tres carriles por sentido, en condiciones normales, tienen mucha vida. 

De poco sirven los semáforos para peatones porque no hay tráfico. Y las paradas de autobuses son meras barras de metal con anuncios que nadie ve porque no hay transeúntes, a excepción de los uniformados.

Si van vestido con ropa camuflada, una intuye que son de la Guardia Nacional o del Ejército. Los policías locales y del FBI se identifican por su letrero en sus vehículos, al igual que los de la Oficina de Aduanas y los de Protección Fronteriza. Los agentes del Servicio Secreto, si no te dan la espalda y lees el “USSS” (las siglas en inglés de United States Secret Service) en su chamarra negra, podrían pasar por operarios que trabajan en el montaje del escenario del Día de la Inauguración. 

A las 9:45 de la mañana, entre el lío de de rejas que resguardan el Capitolio emergía una orquesta ensayando el himno nacional. El 20, la encargada de interpretarlo será Lady Gaga. 

Listas también están las casi 200 mil banderas que simbolizarán los ciudadanos que no podrán acompañar al futuro presidente y su vicepresidenta, el equipo Biden-Harris, por riesgo de atentados y o de contagios de Covid-19. 

De los últimos se encargarán de recordarlo los cubrebocas. De los primeros, las imágenes de las caras de los vándalos del Capitolio que hay desplegadas por toda la ciudad bajo el rótulo de “Buscando información”. 

La revista The New Yorker hacía públicos unos videos del día del asalto en el que se da a entender que fue el presidente saliente quien movió a la multitud a irrumpir en el Congreso. “Escuchamos a Trump, él es nuestro jefe”, gritaba uno. 

El portal de encuestas FiveThirtyEight estima que en promedio, 58.1% de los ciudadanos desaprueban la gestión del presidente. 

Jesús, otro capitalino que no quiere identificarse más que con su nombre, hace las encuestas en su calle. “Tu vecino de la derecha o el de la izquierda son probablemente pro Trump, así que hay más desconfianza ahora que en el pasado”, explica. 

Él y su acompañante, Bonny, caminaron más de tres kilometros para acercarse al monumento de Lincoln, también sin éxito. Se sienten seguros ahora pero inseguros en el largo plazo: con Biden, a lo mucho, empezará la cura de un país dividido.

“El día del asalto, mis padres me hablaron y no pude decirles que tenía miedo; tan pronto cuando menciono la palabra ‘insurrección’, cambian de tema”, explica Bonny con la voz apenada pero firme que se escucha a pesar de su tapabocas de tela. La solución que encontraron para evitar ensanchar el distanciamiento con su familia, que apoya a Trump, la explica así: “Tenemos que dejar el elefante en el cuarto fuera del cuarto”. 

Según algunas fuentes, como Reuters, Trump prevé dejar la Casa Blanca la misma mañana del día de la Inauguración. La residencia del jefe de Estado es impenetrable; apenas se atisba desde la calle H, la que da a la parte trasera en la plaza Lafayette.

El despliegue de seguridad que provocó el asalto al Capitolio hará que el presidente del muro termine sus últimas horas en el cargo aislado entre muros. 

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©Fotos: Anna Portella/La-Lista.

  • Un anuncio en la para de autobuses con fotos de búsqueda de los asaltantes del Capitolio.
    El gran Obelisco luce cercado, una familia venezolanos pasea y comenta que la irrupción del capitolio les recordó a su país natal.

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