Esta fábrica quería pagar un sueldo digno a sus empleados… ahora sufre cierres
Alta Gracia, una fábrica de ropa de propiedad estadounidense, produce ropa deportiva para 600 universidades estadounidenses con el 'salario digno' y los valores de 'dignidad y respeto' en su esencia. Fotografía: Milli Legrain

Cuando Alta Garcia arrancó en 2010 se aclamó como un experimento para demostrarle al mundo que los trabajadores de las maquilas del mundo en desarrollo pueden aspirar a un salario digno y se pueden respetar sus derechos laborales. Pero para sobrevivir, la compañía que vende camisetas y sudaderas hechas en la República Dominicana a universitarios estadounidenses, también necesita ingresos. Y luego llegó el Covid-19.

Nueve meses después del inicio de la pandemia, los trabajadores de Alta Garcia fueron suspendidos sin paga y la compañía basada en EU sufre para mantenerse a flote. Esta no es la primera vez que la compañía tiene problemas y su fracaso de mantener su cabeza sobre el agua después de una década llevó a cuestionar si un negocio de ropa puede pagar un salario decente y mantenerse rentable.

Para los trabajadores la situación es terrible. “Llevo dos meses de retraso en mi renta”, dijo Valentina Garcia, quien ha estado en la fábrica por siete años. “Le debo a mi vecino doce mil pesos (200 dólares). “Tengo cero en el banco y dos hijos que mantener”. 

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En diciembre, el trabajo en la fábrica del Caribe se suspendió por tres meses y en Marzo, la suspensión se extendió por otros 90 días, lo que puso al líder sindical, Eduardo Cabrera, en pánico. “Nos dieron dos opciones. Suspender las actividades temporalmente o cerrar definitivamente”. 

Trabajadoras como Patricia Sandoval, quien recuerda su primer día en la fábrica hace más de diez años, temen lo peor. “Todos estamos preocupados porque la compañía quede en bancarrota y nos deje sin nada. Todos pensamos ‘denme mi indemnización y déjenme ir’”. 

El gobierno dominicano le da a los obreros suspendidos un subsidio mensual de 150 dólares o 75% del salario mínimo. Pero representa solo el 30% del salario mensual de 475 dólares que los trabajadores de Alta Garcia como Patricia y Valentina han ganado consistentemente a lo largo de los años. Aquellos con deudas nunca llegan a ver el subsidio del gobierno. “El banco lo toma directamente de mi paga”, dijeron varias trabajadores, todas mujeres. 

Scott Nova, el director ejecutivo del Workers Rights Consortium (WRC), asegura que se respeten los derechos laborales en la fábrica desde el inicio de la compañía. Nadie disputa su afirmación de que Alta Garcia es la única fábrica de prendas en el mundo en desarrollo que paga un salario digno en una industria conocida por la explotación y condiciones de trabajo abismales. 

Pero esta vez Nova reconoce que no cumplen con el salario mínimo. “Hay mucho enojo y frustración y es completamente comprensible”, dijo. 

Algunos trabajadores se han inscrito en agencias para encontrar empleo. Pero tomar un empleo nuevo durante una suspensión es arriesgar la indemnización a la que tienen derecho los trabajadores si la compañía cierra. Y las oportunidades de empleo durante la pandemia son escasas. La mayoría de los trabajadores suspendidos quieren regresar a Alta Garcia, donde a los trabajadores se les paga casi 2.5 veces el salario mínimo. También tienen vacaciones pagadas y representación sindical. Como Valentina lo pone: “La paga es mejor, nos queda cerca y todos nos llevamos bien”. 

En la pandemia de Covid-19, la industria global de la indumentaria recibió un golpe brutal. Las órdenes de ropa han caído vertiginosamente y las ganancias bajaron en para la industria que se considera no esencial. Mark Anner, una profesora de relaciones laborales y de empleo en la Penn State University dice que la pandemia disparó la peor crisis de la industria textil en la historia contemporánea, los estimados conservadores sugieren que al menos 3.5 millones (10%) de los trabajadores textiles en el mundo perdieron su trabajo en 2020. 

La Clean Clothes Campaign estima que durante los meses de marzo, abril y mayo 2020 los trabajadores textiles en todo el mundo ya habían perdido entre 3,1900 millones y 5,790 millones de dólares en salarios. 

A diferencia de muchos competidores en la República Dominicana y en todo el mundo la fábrica de Alta Garcia pudo mantenerse en operación al fabricar mascarillas cuando la pandemia comenzó, mientras mantenían el distanciamiento social y se aseguraba que los trabajadores tuvieran protecciones faciales. 

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Mientras tanto el CEO de la compañía, John Allen, quien tomó el cargo en 2019, usó su experiencia en e-commerce para vender camisetas de Alta Garcia en línea a través de plataformas como University Tees, Shelley Cove o Ivory Ella

Los 60 trabajadores que quedaban en la compañía recibieron un salario digno durante todo 2020. Hasta ahora. 

Además de la pandemia, la dependencia casi exclusiva de Alta Garcia en una base de clientes de estudiantes sin duda empeoró las cosas. 

Unas 400 tiendas de Barnes and Noble College y Follet en universidades de todo el país tienen ropa de Alta Garcia. Pero con los estudiantes en casa, casi todos los campus están desiertos y también sus tiendas, lo que hace a alguna compañía que no se ha podido diversificar aún más vulnerable. 

Los problemas de Alta Garcia no son solo por el coronavirus y en años recientes, la compañía ha experimentado una falta de capital y órdenes canceladas por los vendedores. 

A pesar de múltiples inversiones y varios cambios en la administración, la directora financiera, Suzanne Travaille, dice que Alta Garcia nunca ha sido rentable. “En su historia la fábrica nunca ha llegado a la rentabilidad”. Hoy la compañía pierde dinero. 

En octubre de 2019, seis meses antes de la pandemia, la fábrica despidió a 44 trabajadores o 40% de su fuerza laboral para “aumentar la eficiencia” por una caída en las órdenes de los clientes. Se despidió a la mitad del personal de la base en Atlanta ese año, incluido el director de marketing. “La compañía entera sufre”, dijo el CEO, John Allen. 

Mark Anner, quien encabeza el Center for Global Workers’ Rights y aconseja a University Students Against Sweatshops (USAS) en Penn State, cree que el modelo del salario digno es viable. Pero advierte que los márgenes de la industria textil son estrechos y que las compañías deben escalarse para tener éxito. 

Otros discuten que Alta Garcia no es el mejor barómetro para un modelo de negocios con salario digno. “No creo que Alta Garcia haya sido una prueba real”, dice Nova, quien monitorea los estándares laborales en fábricas de todo el mundo. 

En su mente, la tarea debería llevarla una compañía más grande “que realmente le ofrezca una opción a millones de consumidores” y que tenga “dólares sustanciales de marketing”. 

Entre la multitud de compañías que presumen eslóganes de responsabilidad social, que no siempre se verifican, algunos creen que la compañía se ha quedado corta al promover como Alta Garcia es única y está respaldada por un estricto proceso de certificación. 

Megan Lowell, una estudiante de segundo año cuya madre, que visita desde Seattle, compró recientemente una camiseta de manga larga en la tienda de Barnes and Noble en el campus de la Catholic University, no sabía que su compra contribuía a mantener vivo un ideal. 

Sin duda aquellos que venden prendas de marcas famosas que se producen en maquilas explotadoras junto a productos que son socialmente responsables ven los riesgos de poner una marca contra la otra. 

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Por eso Nova cree que una compañía exitosa con salario digno debe de vender “nada más que bienes producidos con un salario digno”. 

La premisa con la que la compañía surgió bajo el liderazgo de Joe Bosich, fundador de Knight Apparel, era que los universitarios con conciencia social comprarían productos de Alta García. John Allen, el CEO actual de la compañía cree que el impacto social solo es parte del paquete. “Tenemos que tener costos competitivos y vender productos de alta calidad”, dijo. 

Desde que The Guardian comenzó con el reportaje, la compañía aseguró financiamiento de donaciones privadas y se comprometió a pagar el 50% del salario digno por seis semanas para compensar algunas pérdidas de los trabajadores durante la suspensión. En adición, los trabajadores seguirán siendo acreedores del subsidio del gobierno. 

Trabajadores como Keila Mena están aliviadas por la noticia. Ella se mudó con su hija durante la suspensión y dijo que el anuncio fue como “ver un vaso de agua cuando estás sediento”. 

El presidente Joe Biden decretó que las vacunas estarían disponibles para todos en mayo y las universidades pretenden abrir tiempo completo en otoño. John Allen compra tiempo. Él mantiene la esperanza de que los estudiantes regresarán a su campus y querrán usar las prendas de su universidad. 

Pero mientras la compañía continúa prendida de un hilo, la pandemia le enseñó lo rápido que las cosas pueden cambiar. Así que él monitorea la situación todos los días. 

Mientras él trabaja con un nuevo trato para impulsar la distribución, muchos sin duda rezarán para que Alta Garcia se levante de las cenizas. Sin duda todos los trabajadores de las fábricas de República Dominicana.

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