Las elecciones a la Comunidad de Madrid han revivido el debate sobre cómo abordar el fenómeno de la ultraderecha de Vox en España.
La pandemia es clave para entender el lema de la candidata que el 4 de mayo tiene más números de revalidar su mandato como presidenta de la Comunidad de Madrid (España), Isabel Díaz Ayuso, por el Partido Popular (PP), la derecha establishment española.
“Libertad”. Libertad para poder reabrir los bares sin toques de queda, para poder salir de la provincia, para juntarnos más de seis en una mesa. Pero también, para bajar impuestos y para decidir si llevo a mis hijos a una escuela pública o privada.
Tanto convence, que Ayuso incluso opaca a la fuerza política en ascenso en España, la ultra derechista Vox, liderada por Santiago Abascal y abanderada del derecho a decir lo que uno piensa sin filtro.
Hace una semana, Vox volvió a dominar el debate público cuando su candidata por Madrid, Rocío Monasterio, puso en duda la amenazas de muerte que sufrió su contrincante del ala más a la izquierda, el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias.
Iglesias abandonó el debate y ahí empezó otro debate, el de cómo hemos llegado hasta aquí, el de si los medios han blanqueado la extrema derecha en España dándoles voz y el de qué hacemos con ellos, que ya son una fuerza en los parlamentos del país.
Lo mismo se preguntó el sociólogo e investigador sobre las derechas radicales en la Universidad Complutense de Madrid, Guillermo Fernández, cuando escribió su libro “Qué hacer con la extrema derecha en Europa. El caso del Frente Nacional”.
A él le trasladé las preguntas que amigos mexicanos llevan haciéndome sobre el fenómeno Vox. Me recordó el valor de tomarse en serio a las personas, de preguntarles por lo que predican y sobre todo, de repreguntarles.
En la Comunidad de Madrid, Vox está débil en esta elección porque sus simpatizantes prefieren a la candidata del PP, Isabel Díaz Ayuso. Por eso, (Vox) necesita hacer ruido, llamar la atención y polarizar la izquierda. Lo que pasó en ese debate es una consecuencia lógica de eso.
El episodio rebeló las formas de Vox, la soberbia y mala educación, y, sobre todo, el fondo, que es que Vox tiene problema con el pluralismo político en España.
Tiene que ver con una espectacularización de la política. Vox ha contribuido a demonizar de una manera muy hiperbólica a los miembros del gobierno de España y, particularmente, a Unidas Podemos. Habla de gobierno socialtraidor, socialcriminal, al presidente lo llama el sepulturero, al (ex) vicepresidente (Pablo Iglesias), lo llamó rata. Es difícil pensar cuál será el siguiente paso en la escala verbal. ¡Ya no lo hay!
Esa es la pregunta fundamental. La derecha neoliberal lleva gobernando en Madrid más de 25 años y lleva creando un modelo fiscal, de sanidad, incluso de urbanización, muy norteamericano.
En la privatización de servicios, en llevar como divisa la bajada de impuestos, en que Madrid ha crecido mucho desde el punto de visto extenso, con casas unifamiliares. Con ello, necesitas el coche para moverte y casi no hay espacios públicos.
Pero hay otro factor, que tiene que ver con el contraprocés que hay en Madrid.
Hasta hace 4 o 5 años no era normal que en cualquier edificio hubiera banderas de España. La derecha ha sabido politizar de manera ágil el sentimiento de españolidad herido que tienen muchos españoles con respecto del independentismo catalán. Hay mucha gente que considera que si eres nacionalista español y estás en contra del procés, tu enemigo es la izquierda, porque son tibios con ellos.
Una cosa que me llama la atención de las derechas extremas europeas es cómo elaboran la cuestión de la identidad. A estos partidos, Agrupación Nacional de Marine Le Pen, La Liga de Matteo Salvini, no les gusta que les llames derecha radical pero sí derecha identitaria, porque son conscientes de que el tema que más preocupa es la identidad.
Para Le Pen, ser francés significa una cosa concreta y quién va a Francia, tiene que adaptarse a ese modelo y no se puede cambiar, porque es el heredado de los ancestros. Estas derechas lo que hacen es tratar de interpelar a identidad en apuros o que se sienten vulnerables y les dicen que no se tienen que sentir culpables por ello.
Estos partidos publicitan mucho que son partidos libertarios, porque animan a que se pueda decir cualquier cosa y desenmascaran la hipocresía de la izquierda, pero al tiempo que hacen eso, para ellos hay cosas que no son cuestionables. Para Vox solo hay un tipo de política económica, la desreguladora. O el debate económico es sobre el modelo neoliberal o no lo hay. Por eso solo visualizan los asuntos de los modos de vida y estilos de vida.
De ahí el tema de la cultura de la cancelación. Vox lo ha aprovechado porque garantiza que no me harán sentir culpable por poner a mis hijos películas de Disney, porque me gustan las películas de tiros o porque soy un hombre y me gusta sentarme con las piernas abiertas. Avanzan con el discurso de la libertad pero lo paradójico es que, al mismo tiempo, ilegalizarían los partidos independentistas o los que tienen vínculos con el marxismo.
Querer excluirlos del juego político da la idea de que son tan inteligentes que si hablan, convencen a todo el mundo y ganan. Lo mejor que se puede hacer es tratarlo como un partido como los otros y hacerles crítica política.
Evitar hacernos eco del escándalo moral, que es lo que esos partidos esperan que hagas, y analizar qué proponen y de aquello con lo que no se sienten cómodos.
Ahí hay otra polémica, la del periodismo declarativo. Pero no es tanto hacerla una entrevista o no, sino preguntarle por lo que no le gusta hablar y repreguntarle, ser exigente con ellos. Sacaron un cartel donde comparaban las ayudas que recibe un mena (menores extranjeros no acompañados) con la pensión que recibe una abuela. Si aprovechamos para preguntar qué proponen en materia de pensiones, resulta que quieren privatizarlas, pero nunca mencionan esto. Con ese cartel quieren que se hable de ellos y darse un aura social.
Suelo llamarlos derecha radica porque el proyecto de Vox, La Liga, Agrupación Nacional, no es instaurar de nuevo regímenes fascistas sino de refundar a la derecha con postulados más duros en lo moral, en lo nacional y en lo económico. El debate sobre nombres es complejo y no es muy productivo.
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