Cuando los hombres no sabemos manejar nuestras emociones

Hace una semana, el futbol mexicano quedó marcado para siempre. La trifulca en el estadio Corregidora en Querétaro evidenció muchas deficiencias en cómo se lleva este deporte, pero también apuntó el pendiente que tenemos los hombres en cómo manejar nuestras emociones. 

No soy aficionado al futbol, por mi sangre no corre la pasión que provoca el llano y que una persona se quite la camisa en las gradas de un estadio. Por ello, no puedo comprender totalmente cómo la fiebre invade a un aficionado del balompié, pero sí puedo dar fe de cómo he visto transformarse a varios hombres en personas irreconocibles frente a un partido en el televisor. 

El futbol es la justificación universal para ver a un hombre llorar, no importa qué tan machista y rudo sea, que su equipo preferido pierda es motivo para que nadie lo moleste por derramar varias lágrimas. A veces, esta catarsis incluye golpes en paredes, televisiones rotas o caras eufóricas de color rojo y ojos desorbitados. 

Esa ira llegó a niveles extremos en el estadio Corregidora: imágenes y videos documentaron como hombres patearon en charcos de sangre a otros que llevaban una camisa del equipo contrario. La pelea entre dos barras de aficionados terminó en una persecución de terror que dejó al menos 26 lesionados, según cifras oficiales, así como 28 órdenes de aprehensión.  

Diversas líneas de investigación extraoficiales apuntan a que se trató de una infiltración del crimen organizado, sin embargo todavía no hay hechos concluyentes por parte de las autoridades locales. Miles de aficionados al balón condenaron los hechos e insistieron que su deporte no se realiza así. Sin embargo, queda en el tintero la forma en que los hombres manejamos nuestras emociones. 

Los investigadores Trinidad Sánchez, Pablo Fernández, Juan Montañés y Jose Miguel Latorre analizaron la socialización de las competencias emocionales en hombres y mujeres. ¿La inteligencia emocional es un tema de género?, se preguntaron estos expertos de la Facultad de Psicología de la Universidad de Málaga. Y su conclusión fue que la formación de los individuos desde niños es la clave. 

“Las diferencias de género en Inteligencia Emocional se vislumbran desde la infancia debido a la instrucción diferencial que, en cuanto a las emociones, tienen los niños frente a las niñas”, aclaran en su documento. 

Desde pequeños, los hombres crecemos con una supresión de las emociones: no expreses que algo te duele o molesta, busca cómo solucionarlo. Si bien es cierto que también se ha ejercido una violencia contra las mujeres, con ellas es más permisivo el hecho de que demuestren sus emociones. Aunque esta justificación sea sexista: puedes llorar porque eres del “sexo débil”. 
“Los hombres, en cambio, son socializados desde niños para evitar expresar emociones. Entre las barreras que se encuentran para la expresión emocional se han venido señalando la competitividad entre los hombres, la homofobia, la evitación de la vulnerabilidad y de la apertura, y la carencia de modelos de rol adecuados. De este modo, los chicos se especializan en minimizar las emociones relacionadas con la vulnerabilidad, la culpa, el miedo y el dolor”, enfatiza la investigación de la Universidad de Málaga. 

Además, Jhon Mayer y Peter Salovey definieron en 1997 a la inteligencia emocional como “la habilidad de percibir con exactitud, comprender, y expresar emociones; la habilidad de acceder y/o generar sentimientos que faciliten el pensamiento; la habilidad de comprender las emociones y el conocimiento emocional; y la habilidad de regular emociones para promover el crecimiento intelectual y emocional”. 

¿Cuántos de nosotros, hombres, sabemos qué hacer para manejar nuestro enojo o tristeza? Tal vez lo que evita que la olla exprés de emociones explote son las válvulas de escape cómo la pasión por un deporte. Los trágicos hechos ocurridos el 5 de marzo también deben ser un aprendizaje para todos, nos guste o no el futbol: una llamada de atención de cómo manejamos nuestros sentimientos. 

Quizá el primer paso está en reconocer que tenemos esa tarea pendiente. El estudio de este grupo de expertos de la Universidad de Málaga encontró que las mujeres tienen un mayor índice de Inteligencia emocional, pero en su autoevaluación ellas consideran una cifra menor. Caso contrario a los hombres, quienes registraron una calificación más baja, pero se autodiagnostican con mayores herramientas para manejar sus emociones. Esto sugiere que tenemos un reto pendiente. 

Comencemos por permitirnos sentir y llorar cuando lo creamos necesario, sin que estemos frente a un partido en el televisor. También aceptemos con humildad que necesitamos ayuda, cuando así sea. Adquirir nuevas herramientas socioemocionales no sólo traerá beneficios personales, también nos dará un mejor comportamiento colectivo.