Salir del pantano

Estamos parados sobre otro terreno, sin duda. Gran parte de la conversación de esta semana estuvo concentrada en lo que sucedió en la entrega del Oscar. Will Smith abofeteando a Chris Rock. También en la forma en cómo se cubrió este momento. Mucho debate y múltiples frentes para analizar esos segundos de alta dosis televisiva. Sin embargo, uno de los puntos principales, y que nos permiten entender mejor lo que ocurrió, más allá del instante altamente rentable para el canal que los transmitió, es que muchos hemos comprendido que ya dejamos atrás la comedia basada en la burla de la vulnerabilidad ajena, hoy vemos con más claridad el error con el que muchos crecimos y donde germinan discursos de odio y entornos de violencia sistémica.

Condiciones de salud, color de piel, identidad de género, forma de vestir, bailar o expresarse no son elementos para el chiste fácil. Pero tampoco podemos justificar que un golpe puede verse como un acto de amor. Hace unos meses, Iván Ruiz García fue removido de la dirección del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, después de que se viralizó una declaración dada en una emisión de radio en la que expresó que un feminicidio era “un acto de amor”. Aunque podría parecer desproporcionada la comparación entre lo ocurrido la noche del domingo en el Dolby Theater y el asesinato de una mujer, es justo la niebla que hay entre ambos extremos lo que nos ha impedido apresurar el cambio, nuestra deconstrucción individual y colectiva, para evitar estos crímenes. Es justo esa bruma la que ciega el camino para el entendimiento de la pirámide de la violencia de género.

Sucedió lo mismo cuando después de tres semanas, Luis de Llano Macedo finalmente publicó una postura respecto a lo publicado por Sasha Sokol a propósito del 8 de marzo. Quien fuera la figura más importante de la industria del entretenimiento en México en los años 80 y 90, se apresuró a culpar a los medios de comunicación por el manejo de la información y a negar que cometió delito alguno. Sin embargo, como la propia Sasha lo expresó, fue a partir de los años y gracias al cambio del contexto social y tras mucha reflexión personal, lo que le permitió nombrar, finalmente, las situaciones que vivió en su adolescencia. Rebecca Jones expresó puntualmente este proceso en un post en Instagram que publicó hace unos días: los tiempos han cambiado, las dinámicas sociales familiares y laborales, también; ya no son las mismas que hace 10, 15 o 20 años. Lo que en el pasado nos parecía normal, gracioso o insignificante, hoy ha cobrado un nuevo significado, ha ocupado su lugar, uno que nos permite visualizar su verdadera naturaleza, con todo y sus demonios.

En redes se lee mucho sobre la corrección política, llaman a quienes hacen eco de este momento integrantes de la “generación de cristal”, como si no fueran precisamente ellos los que se resisten a soltar los vicios, a entender que el mundo ha comenzado a leerse distinto, que acuña nuevos nombres, que abre puertas e instala nuevos escenarios para otros puntos de partida y dan oportunidad a una reflexión en otras direcciones. Yo sí celebro que estos sean nuevos tiempos, en los que nos cuestionamos cada vez más cosas, porque nos recuerda lo mucho que tenemos que aprender y no puede haber mejor manera de alimentar la idea de que se pueden construir mejores sociedades, porque el terreno de lo normalizado sobre el que muchos crecimos y que se pensaba firme, era en realidad un pantano.