Asaltos, silencio e inacción
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Es jefe de información en Imagen Noticias con Yuriria Sierra en Imagen Televisión. Ha colaborado en Nexos, Proyecto 40 y Dónde Ir.  IG y TW: @alanulisesniniz

Asaltos, silencio e inacción
El asalto fue en la autopista México-Puebla el sábado 19 de marzo. Foto: Captura de pantalla / Twitter @i_alaniis

A finales de la década de los 90, la rutina iniciaba poco antes de las 5:00 horas, debía alistarme para ir a la preparatoria ubicada a una hora de distancia y atravesar al menos cuatro municipios: Coacalco, Tultitlán, Tlalnepantla y Naucalpan. Salía entonces antes de las 5:30 am para llegar a clase de 7:00. Era ruta única, por suerte no implicaba escalas, un recorrido de base a base, pero caminaba al menos un kilómetro todas las mañanas para abordar una combi antes de que el himno nacional sonara en las estaciones de radio. Para ese momento del día que recién comenzaba, los pasajeros éramos siempre del mismo tipo: estudiantes de prepa o universitarios y adultos que salían a sus labores. Con el tiempo, los rostros se vuelven familiares y pasamos de ser desconocidos a vecinos con los que se intercambia un saludo y, algunas veces, hasta una breve conversación. De alguna forma, eso brindaba una sensación de seguridad.

Así es la vida en la periferia, la rutina de millones de personas que viven en la zona conurbada de la Ciudad de México, pero lo mismo ocurre alrededor de cualquier urbe. Hacer trayectos de al menos una hora, si bien nos va, para llegar a la escuela, con la que se aspira a un mejor futuro, o al trabajo, en el que se sueña con un ascenso que incluya un sueldo que permita una calidad de vida más decorosa, que implique, el menos, dejar atrás esos largos recorridos diarios.

Así fueron mis años de prepa, así fue también la etapa de la universidad, aunque aquí los trayectos se hicieron más largos. Demasiado transporte público, debo decir que en todo ese tiempo la inseguridad y la delincuencia se mantuvieron al margen. Aunque desde luego que escuché historias de amigos y familiares: la mala fortuna les había tocado, ladrones abordaban las unidades en que se transportaban, la mayoría de los robos ocurrían en horarios que se prestaban más para actividades delictivas, como la última corrida a medianoche. Esto es lo que recuerdo de cómo se vivía en la periferia que conocí hace más de 20 años. ¿Qué cambió?

En los últimos meses hemos visto videos de asaltos en rutas de transporte público en varias zonas del Estado de México. Lo mismo en trayectos que avanzan por la salida a Pachuca que del lado de Naucalpan o rumbo Puebla. Atracos cada vez más violentos. Hace unas semanas, incluso se reportó que en Coacalco los ladrones utilizan subametralladoras para asaltar a pasajeros a bordo de combis. Sí, combis, las unidades que hace 20 años consideraba seguras por su tamaño, porque jamás imaginé que en un espacio tan reducido habría oportunidad para un criminal.

José Manuel fue baleado en octubre pasado sobre una ruta en Tlalnepantla. Tiene 48 años, 30 de ellos fue conductor de transporte público. En el que sería su último viaje, se resistió a entregar las llaves de su unidad y el ladrón le disparó. Hoy está cuadripléjico, con cuentas médicas por pagar y es atendido por autoridades que solo actuaron ante la presión mediática. La Fiscalía del Estado de México anunció con rapidez la detención del presunto criminal, pero José Manuel afirma que el detenido no es quien le disparó.

Gabriel tenía 18 años, hace unos días su familia lo vio de vuelta en casa solo para despedirse de él. Recibió dos disparos tras resistirse a un asalto, también abordo de una unidad de transporte. Sucedió poco después de las 20:00 horas del sábado 19 de marzo.

Cuando veo imágenes de esos asaltos que se viralizan todos los días, recuerdo aquellas mañanas en que subirme a una combi no me hacía pensar en los riesgos, más bien en la oportunidad de echarme una “pestañita”. Esa tranquilidad se ha ido. Tan solo en el Estado de México, diariamente se reportan al menos 23 asaltos de este tipo, según datos de la fiscalía. El gobierno federal anotó tan solo en febrero 592 atracos a unidades de pasajeros en esa misma entidad.

A los ciudadanos no nos queda nada más que agradecer llegar bien a casa. En la Ciudad de México, por ejemplo, la presión mediática obliga a las autoridades a dar conferencias, al menos. Ya contamos en este espacio un par de historias, pero en territorio mexiquense ni eso. Al gobernador Alfredo del Mazo solo lo vemos en fotos de eventos a los que es invitado por Palacio Nacional y en donde se mimetiza como parte de ese grupo de funcionarios con los que no necesariamente comparte ideología, en teoría; también acude a ceremonias organizadas por su administración, pero que solo se reducen a entrega de tarjetas rosas. Acaso un video semanal en redes en los últimos dos años, en donde anuncia cambios en el semáforo epidemiológico, pero de los asaltos solo silencio e inacción.

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