Opinión

La nueva constitución chilena (III)

Son diversas las lecciones para Chile, para Latinoamérica y para el mundo, destacando en este caso la profunda complejidad de tomar decisiones con tantas aristas y buscar que ello se realice a través de figuras de la democracia participativa.

Desde este espacio se ha dado un seguimiento puntual del proceso que el Estado chileno ha emprendido para contar con una nueva ley fundamental. Como ya se ha señalado, actualmente el pueblo chileno cuenta con una Constitución que data de los tiempos de Augusto Pinochet y, aunque esta ha sido objeto de diversas reformas, ha caído en una clara obsolescencia en un país que suele ir a la vanguardia en diversos aspectos de su vida cotidiana y de la regulación de esta.

De igual manera, es de recordar que este proceso se inició con un grado importante de consenso dentro de la sociedad y de la clase política de aquel país, ello como resultado de una serie de disturbios que se presentaron al final de 2019, durante el gobierno del presidente Sebastián Piñera, un multimillonario de derecha seriamente cuestionado por la actitud asumida tras lo sucedido con la crisis social vivida en los últimos años.

Fue en el mes de octubre de 2020 que se planteó al pueblo chileno, a través de la realización de un plebiscito, la posibilidad de la realización de una nueva Constitución, resultando que una importante mayoría decidió iniciar un proceso que arrancara con la creación de una Convención Constitucional integrada por personas electas para elaborar el proyecto de texto constitucional. Este órgano se compuso por prácticamente la misma cantidad de hombres y de mujeres, además de contar con lugares reservados para representantes de pueblos originarios.

Desde un principio (y a pesar de la inclusión de diversos sectores y del reducido número de integrantes para los partidos políticos), la Convención Constitucional se enfrentó a diversos problemas con algunas de las personas que la conformaban que gradualmente impactaron de manera negativa en la legitimidad misma de este cuerpo colegiado y, luego, en la confianza en los eventuales resultados que este pudiera arrojar. Aunado a ello, la comunicación y retroalimentación indispensables que tendría que haber entre la Convención Constitucional y el pueblo chileno no fue la idónea para poder generar en este último la convicción de que el trabajo realizado era correcto y, más allá, que todas las nuevas propuestas harían de Chile un mejor país.

Ya en el mes de diciembre de 2021 se integró una nueva variable en este complicado proceso: ganó la elección presidencial el candidato de izquierda Gabriel Boric, cuya plataforma política tuvo como una parte fundamental la elaboración de la nueva Constitución, proceso que ya se había iniciado y el cual se calculó que sería beneficiado por el impulso del recién electo presidente. 

A pesar de lo anterior, tanto la legitimidad de la Convención Constitucional como la popularidad del presidente Boric siguieron disminuyendo y las propuestas realizadas por la primera fueron cada vez más cuestionadas por el pueblo, siendo ese órgano colegiado un buen ejemplo del desaseo en las labores quirúrgicas que se deben realizar en un cuerpo tan relevante.

Fueron, entre otras cosas, la mala técnica legislativa y la inclusión de temas que no contaban con el suficiente consenso, lo que poco a poco fue marcando un destino oscuro para la nueva propuesta de texto constitucional, ello a pesar del claro contenido progresista de dicho proyecto en un país que se ha caracterizado por estar a la vanguardia en muchos de los temas sostenidos por esta agenda.

Son diversas las lecciones para Chile, para Latinoamérica y para el mundo, destacando en este caso la profunda complejidad de tomar decisiones con tantas aristas y buscar que ello se realice a través de figuras de la democracia participativa. Además, proponer un plebiscito en donde dicha participación se reduzca a aceptar o a rechazar, deja sin mayor posibilidad al pueblo de establecer matices y ser incluido sin restricción alguna en esa toma de decisiones.

La tarea para Boric será monumental, pues es la voluntad del pueblo contar con una nueva Constitución, aunque queda claro que no con cualquiera y para ello exigirá una participación real y tangible que dé cabida a todos los sectores y a todas las voces.

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