Por fin dejé la monogamia y encontré un romance que nunca esperé
Solía pensar que las relaciones abiertas no eran para mí porque tendría que renunciar a mi lado romántico. Eso simplemente no era cierto.
Solía pensar que las relaciones abiertas no eran para mí porque tendría que renunciar a mi lado romántico. Eso simplemente no era cierto.
Si hace unos años me hubieras preguntado si alguna vez renunciaría a la monogamia, me habría reído en tu cara. Me identificaba como un romántico clásico incluso antes de que supiera que era homosexual. La idea de que había alguien en alguna parte, esperando a que yo lo encontrara y me convirtiera en su todo, me ayudó a superar mi (a menudo insoportable) adolescencia.
En la conservadora Polonia, de donde soy, muchos intolerantes consideran el hecho de ser homosexual como algo puramente sexual. Incluso los más liberales lo ven como algo que debería permanecer “en la intimidad de sus propios hogares”. Como si ser homosexual fuera un fetiche que no tiene sentido fuera de un contexto sexual. En el fondo, yo sabía que eso no era cierto. Tuve mis primeros enamoramientos en la escuela primaria, y la representación puramente sexual de la homosexualidad me hizo desear aún más una relación verdaderamente romántica. Y qué hay más romántico que tener ojos para una sola persona, ¿verdad?
A pesar de este deseo de una historia de amor de cuento de hadas, los hombres homosexuales de mis círculos nunca compartieron del todo la emoción. Uno de mis primeros ligues, un consolidado director de orquesta, me dijo que cuanto mayor se hace un hombre gay, la monogamia parece menos realista. Antes de mudarme al Reino Unido en 2016, cuando tenía 20 años, me rompieron el corazón varios jóvenes caballeros que me prometieron un felices para siempre, solo para acostarse después con alguien en un club o invitar a un chico a quedarse cuando yo no estaba.
Parecía que los hombres más jóvenes eran más propensos a decir cosas como “nunca amaré a nadie más” solo para conseguir lo que querían, mientras que los mayores me decían lo que realmente pensaban, incluso si era algo que yo no quería escuchar, como: “Estadísticamente, hay muy pocas probabilidades de que estemos juntos para siempre”.
Sin embargo, estos fracasos y desamores no me alejaron de la monogamia. Tanto si se trataba de un joven softboi mentalmente agotador como de un hombre mayor frío y distante, cada ruptura me dejaba con ganas de más, como un apostador sentado en un casino a las cuatro de la mañana. “Pronto me tocará la lotería: solo tengo que seguir intentándolo”, solía pensar.
Fue con mi actual pareja cuando empecé a comprender que el hecho de ser sexualmente exclusivo no siempre equivale al amor, y viceversa. Hubo un periodo en el que, tras un año separados, mi pareja y yo empezamos a vernos de nuevo sin ponernos una etiqueta. Hacíamos exactamente lo que solíamos hacer antes como pareja –pasar unos días seguidos juntos, comer, ver la tele, dormir juntos y viajar– todo ello sin mencionar qué había pasado exactamente en nuestras vidas durante el tiempo que estuvimos separados. Los dos sabíamos que el otro tenía relaciones sexuales con otra persona de vez en cuando, pero nunca hablábamos de ello, y al cabo de un tiempo nos sentimos cómodos al respecto.
Con el tiempo, establecimos algunas reglas y le pusimos la etiqueta de “relación abierta”. Me di cuenta de que, debido a la naturaleza de las aplicaciones de citas para homosexuales como Grindr, el sexo ha perdido parte de su santidad. “¿Te apetece?” “¿Diversión ahora?” “¿Estás lejos?” “¿Dónde estás?” “¿Te busco ya?” “¡Envía ubicación!” Regístrate en Grindr y te lanzarán estas frases casi al instante. La comunidad homosexual ha creado un entorno en el que el sexo no siempre es celebrado como algo especial. Pero durante siglos se nos trató como pervertidos sin remedio, así que no es de extrañar, ¿verdad?
Me di cuenta de que realmente no me importaba si la persona que me da un beso en la cabeza cada mañana antes de irse a trabajar, que cocina conmigo durante horas, ve televisión basura a mi lado y espera conmigo más de una hora bajo la lluvia torrencial solo para que pueda tomarme una selfie con una estrella del pop, quiere tener algo de sexo espontáneo de vez en cuando. Sé que me quiere mucho.
A veces me pongo celoso cuando él se divierte y yo me pudro en casa escribiendo, solo soy humano. Pero, en general, disfruto muchísimo nuestro acuerdo. Siempre regreso a las palabras de RuPaul, que dijo: “No me gustaría poner restricciones a la persona que más amo en este planeta”.
Cuando se tienen reglas que se acuerdan de forma abierta y honesta, como es nuestro caso, ninguna de las partes se siente perjudicada siempre y cuando se cumplan. Si hay malentendidos, los hablamos. Prefiero estar con alguien que es transparente y honesto sobre sus sentimientos, necesidades y deseos, que con alguien que me dejará sintiéndome como un periódico gratuito abandonado en el asiento del camión. Solía pensar que las relaciones abiertas no eran para mí porque las personas en ellas no podían ser románticas. Eso simplemente no es cierto. Tengo, con diferencia, la relación más romántica que he tenido jamás.
¿Regresaré alguna vez a la monogamia? Tal vez. Puede que este acuerdo no sea el adecuado para otra relación, pero sí lo es para esta. Y lo que es más importante, no necesito ser monógamo solo para demostrar que mi país se equivoca. He encontrado mi historia de amor, en mis propios términos.
Tomasz Lesniara es periodista y reside en Glasgow.