Al infinito… el sueño de crear un ‘jetpack’ en tributo a un padre
Richard Browning prueba el Jetpack. Foto: Cortesía Gravity

Sam Wollaston/The Guardian

En una tarde sombría en un bosque de Sussex, un superhéroe del Siglo XXI se aparece. Vestido de negro, con casco y una mochila en su espalda y propulsores en sus brazos, el personaje se levanta unos cuantos metros sobre el suelo, acelera sobre un tramo con pasto y después vuela entre un remolino de hojas de otoño. 

No importa cuantas veces hayas visto un video de YouTube, nada puede prepararte para ver un ser humano volando. Es la encarnación de miles de mitos, desde Hermes y Peter Pan hasta Iron Man, así como un millón de sueños de niños, y es la única respuesta correcta para ese viejo dilema: qué poder elegirías, ¿invisibilidad o volar? Si no fuera por el rugido de los propulsores y el olor del combustible, asumirías que es un sueño. 

De regreso en la Tierra, con los propulsores en silencio, sin casco, el superhéroe se revela. No es ni Clark Kent ni Tony Stark, es Richard Browning, de 41 años, un expetrolero, ahora emprendedor, innovador… volador. “Es el estado más feliz, libre, y como salido de un sueño”, dice de la experiencia. “Cuando andas en bicicleta, no piensas en mover el manubrio o en mantener el equilibrio, solo piensas: voy a pedalear de esa manera. Imagina eso en un espacio tridimensional, ser completamente libre de moverte e ir hacia donde quieras”.    

Articulado, confiado, algo intenso, no es sorpresa que mientras ganaba mucho dinero en una ciudad, también pasó seis años en las reservas de los Royal Marines. (Aunque su decisión de no tomar el entrenamiento de oficial en Sandhurst probablemente tuvo que ver con su preferencia por romper el libro de las reglas en lugar de seguirlo.)

Al irse más atrás, Browning tiene aviación, innovación y combustible en su sangre. Uno de sus abuelos fue piloto civil y en la guerra, mientras que el otro volaba helicópteros Westland. El padre de Browning era ingeniero aeronáutico, inventor y diseñador. Cuando era niño, Richard hacía y volaba planeadores de madera de balsa con su papá. 

Los amos del aire

Volar era inevitable, pero la forma es sorprendente. “Creo que puedes entrenar a tu cuerpo y a tu cerebro para hacer cosas impresionantes”, dice. “Cuando lo piensas, es increíble correr y caminar. Yo tenía esta creencia de que si añades los caballos de fuerza faltantes, puedes volar de una forma muy diferente”. 

Añadir caballos de fuerza fue lo que él hizo. Hace cuatro años, consiguió dos microturbinas de gas, las ató a sus brazos y después brincó arriba y abajo en un campo. Después consiguió un par más, brincó un poco más alto, agregó más turbinas, se cayó muchas veces… y eventualmente voló. “No tenía un negocio en mente, ni lógica, solo pensé que sería divertido”, dice. 

Ahora se da cuenta de que también tuvo una razón muy personal. Aunque dejó su trabajo fijo para seguir con sus investigaciones, su padre no pudo obtener dinero de ellas y, en desesperación, se suicidó cuando su hijo tenía 15. “Ahora me doy cuenta de que este viaje es para cumplir una ambición incumplida. Mi papá es solo una de esas miles de personas que cuando tiene una idea, trata de realizarla. No funcionó y finalmente le costó la vida. Crecí con eso. Ahora descaradamente me gusta tomar nuevos retos y tratar de superarlos, probablemente para hacer lo que no vi que pasara cuando era un niño”. 

La fuerza de la gravedad

Su papá amaría lo que hago, dice Browning. Pero ¿qué está haciendo? ¿Cuál es el punto de todo? “Lo principal, tan burdo como suena, es entretenimiento”. 

Browning y su compañía Gravity Industries, una firma multimillonaria con inversiones de gente como el empresario de Silicon Valley Tim Draper, hacen demostraciones de vuelo en eventos, como en la inauguración de un estadio de beisbol en Japón o el lanzamiento de un auto en China. Tamabién planean una serie de carreras, aunque esto está en pausa por la pandemia. Dan entrenamientos aquí en Goodwood, Sussex,. Por 6,000 libras, los pudientes pueden venir e intentarlo, aunque atados con una correa para prevenir cualquier incidente como el de Ícaro. 

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¿Salvavidas? Richard Browning el fundador de Gravity Industries vuela en Langdale, Cumbria, hacia una simulación de accidente cerca de Bowfell. Fotografía: Gravity Industries/ YouTube/PA

Browning cree que estos en estos tiempos de Covid, Brexit, Trump… se ha impulsado un interés público por “la metáfora de liberarse, ser ligero y sin ataduras, ir hacia el cielo y las estrellas. No creo que la gente esté consciente de eso pero yo creo que eso representa”. 

Maestros del aire

Browning no es el único que va hacia los cielos. Este año, alguien con un jetpack voló por el aeropuerto de Los Ángeles. El francés Franky Zapata cruzó el Canal de la Mancha el año pasado en su hoverboard con propulsores. JetPack Aviation, una compañía estadounidense, presume que puede elevar a una persona a más de 4,600 metros. 

Podrías pensar que los cielos se van a llenar pronto de gente volando por todos lados, pero (por suerte para el ambiente) Browning dice que a los jetpacks todavía les falta para convertirse en un medio de transporte común. “Nunca lo desarrollé con eso en mente. Me embarqué en este viaje con la única idea de divertirme con algo que el sentido común decía que era imposible”. 

Recuerda que los primeros automóviles eran considerados ruidosos, poco confiables y peligrosos – muy inferiores, tecnológicamente, al caballo. “No voy por ahí diciéndole a todos diciéndoles que mañana habrá una revolución”, dice Browning. “Solo vamos a disfrutar el viaje y ver hasta dónde llega”. 

Franky Zapata: El inventor francés cruza el canal de la Mancha en hoverboard.

Esto no significa que no tenga esperanza. “Puedes imaginarte, con una batería segura con mayor capacidad energética que la gasolina, el diésel y el combustible para aviones, un traje planeador eléctrico puede manejarse automáticamente para que no vuele por encima de tres o cuatro metros y con un sistema de bolsas de aire que lo vuelva completamente seguro, el equivalente de andar en bicicleta”. 

Paramédicos voladores

Parece que las aplicaciones prácticas ya están aquí. Browning dice que su compañía está hablando con las fuerzas armadas del Reino Unido y de Estados Unidos. “Diré que hay una colaboración muy sana. Hay una aplicación nicho para fuerzas especiales. Si tienes que llevar a un humano a cualquier lugar en un radio de tres o cuatro kilómetros de aquí, sobre campos minados, zonas de desastre después de un terremoto, alrededor de bosques, sobre ríos, no importa si es de noche o hay una tormenta, puedo arrancar la última versión de uno de estos en diez segundos y estar ahí”. 

Al personal de ambulancias en el Lake District pronto se le podrían unir paramédicos con propulsores, después de que en un ensayo reciente se vio que pueden llegar con un senderista o escalador herido en una fracción del tiempo que le tomaría llegar a un equipo de rescate de montañismo tradicional. 

Andy Mawson del servicio aéreo de ambulancias del Great North, que estuvo en el ensayo con Gravity, dice: “Es increíble lo que puedes hacer con un set mínimo de equipo”. El kit de 10 o 15 kilos atado al frente y a las piernas del paramédico podría incluir un defibrilador ligero, equipo para el manejo de vías respiratorias y unos cuantos medicamentos. “No es imposible que si alguien tiene un ataque cardíaco en Helvellyn, podríamos llegar a defibrilar a ese paciente en ocho minutos”. 

Mawson ve una situación en la que un paramédico opera desde un auto con un jetpack a bordo, en algún lugar en el centro del Lake District, cerca de los páramos más populares, listo para ir cuando la llamada entra: fractura de pierna en Scafell Pike, tal vez. Él hace la analogía de un paramédico motociclista en la ciudad. Un jetpack no te llevará al hospital, pero llevará con una persona capacitada a tu lado pronto, para tratar la respiración, el sangrado o el dolor. 

Él ya tuvo un día de entrenamiento y el servicio está en negociaciones con Gravity para volver el sueño realidad. “Es probable que lo revisemos el verano del próximo año”, dice. 

Probar no cuesta nada, pero el jetpack

De regreso en el terreno menos retador del sur de la región, es mi turno. Estoy aquí para experimentar ese estado onírico por mí mismo. La mochila está en mi espalda, los propulsores en mis brazos y estoy usando protectores de oídos. 

Hay una estructura metálica con una grúa. Estoy tratando de pensar en que estoy a punto tocar en el escenario principal de Glastonbury en lugar de ir a mi propia ejecución, aunque se siente más como eso. El verdugo es el asistente de Browning, Ryan, que me ata al cable colgante. En el otro lado de este hay un contrapeso: voy a necesitar toda la ayuda posible. Después se encienden los propulsores. Aprieto tentativamente el gatillo bajo mi dedo derecho. 

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Sin calzas… El reportero Sam Wollaston logra elevarse en Goodwood. Foto: Graeme Robertson/ The Guardian

Es una sensación extraña, con un impulso que va por los brazos. Browning, parándose enfrente de mí, me indica que debo inclinarme hacia adelante como recargando mi peso sobre mis brazos y así siento una reducción en el peso… después me giro para ver hacia el otro lado. Después de un poco más de intentos. Después de unos intentos más, mis pies se levantan del suelo unos cuantos centímetros, pero probablemente es porque Ryan me está jalando. Menos Iron Man, más el Hombre de Hojalata del Mago de Oz. Después, un pequeño paso, como dicen. 

Está bien. Me llevo uno. ¿Cuánto cuesta? No están a la venta, dice Browning. “Hemos vendido un par, pero a gente que hemos entrenado y que no estaba desesperada por tenerlos”.  

“Y todavía tenemos sus trajes, nunca les quitaríamos los ojos de encima. Es como un auto de Fórmula Uno… ¿Quién vende un auto de Fórmula Uno? Es demasiado peligroso a menos que sepas lo que estás haciendo”. 

No me daré por vencido, ¿cuánto cuesta? El último se vendió por 340′ mil libras. Mucho dinero por algo que ni siquiera puedes llevar a casa. 

¿Qué tan peligroso es? “Es tan riesgoso como elijas volarlo”. dice Browning. A diferencia de Zapata, que vuela muy alto, Browning se eleva solo unos pocos metros sobre el suelo, “tan alto como aceptaría caer. Lo peor sería un tobillo torcido o una pierna rota”. Aunque ha alcanzado más de 187 kilómetros por hora. 

A ras de piso, el peligro también existe

Las cosas pueden salir mal, incluso en el suelo. Atrás de mí, en la plataforma de lanzamiento, hay un cliente en su último intento del día para volar. De repente salen llamas del jetpack, y por unos aterradores segundos parece que sí habrá un momento de Ícaro. Pero Ryan se ocupa con un extintor. Algún tipo de falla en la parte trasera del motor, piensan, e investigarán. 

“En cuatro años de hacer esto, esta es la única vez que hemos usado el extintor”, dice Browning, quien parece, por primera vez, un poco agitado.

El cliente está bien, y extrañamente despreocupado, aunque admite: “Bueno, esta no es la manera en que pensé que acabaría el día”. Puedo retener mi orden y esperarme al traje volador con bolsas de aire. Por mientras, ¿qué pasa con el otro superpoder, el único que se acerca un poco? “Es gracioso que menciones la invisibilidad”, dice Browning. “De hecho tengo un plan para eso”. 

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