1% de las granjas opera 70% de las tierras cultivables del mundo
Foto: Andreas160578/Pixabay.com

Uno por ciento de las granjas del mundo opera el 70% de los campos de cultivo, ranchos y huertos a nivel global, de acuerdo con un informe que destaca el impacto de la desigualdad de tierra sobre las crisis climáticas y naturales.

Desde la década de 1980, los investigadores hallaron que el control sobre la tierra se ha concentrado mucho más tanto directamente, mediante la propiedad, como indirectamente, a través de la agricultura por contrato, lo que resulta en más monocultivos destructivos y menos minifundios atendidos cuidadosamente.

Tomando en cuenta por primera vez el creciente valor de la propiedad y el crecimiento de poblaciones sin tierras, el informe calcula que la desigualdad de la tierra es del 41 por ciento mayor de lo que se creía previamente.

Los autores del reporte dijeron que la tendencia fue conducida por los instrumentos financieros de corto plazo, que cada vez más dan forma al ambiente global y a la salud humana.

“En el pasado, estos instrumentos solo preocupaban a los mercados. No nos afectaban de manera individual. Pero ahora alcanzan todos los aspectos de nuestras vidas porque están ligados a la crisis ambiental y la pandemia”, dijo Ward Anseeuw, alto especialista técnico de la Coalición Internacional para el Acceso a la Tierra (ILC, por sus siglas en inglés), que dirigió la investigación junto con un grupo de socios que incluyen a Oxfam y al Laboratorio sobre la Desigualdad Global (World Inequality Lab).

El estudio publicado hoy martes se basa en 17 nuevos trabajos de investigación, así como en el análisis de los datos y la literatura existentes.

Señala que los cálculos previos de la desigualdad de la tierra se basaron exclusivamente en la propiedad y el tamaño de las granjas individuales. Sobre esta base, la desigualdad de la tierra disminuyó hasta la década de 1980, luego de la cual se volvió más amplia.

Esa tendencia se acentuó más bajo la nueva metodología que toma en cuenta factores adicionales, como la propiedad múltiple, la calidad y el valor de la tierra y la cantidad de personas sin tierra.

 La falta de tierra fue menor en China y Vietnam, y mayor en América Latina, donde el 50 por ciento de las personas más pobres sólo poseían el uno por ciento de la tierra.

Asia y Africa cuentan con los niveles más elevados de minifundios, donde la aportación humana tiende a ser mayor que los factores químicos y mecánicos y en los que es más posible que los marcos de tiempo sean por generaciones en lugar de ciclos de inversión de 10 años. En todo el mundo, entre el 80% y 90% de las granjas son de propiedad familiar o de pequeños propietarios. Pero abarcan sólo una parte pequeña y menguante de la tierra y de la producción comercial.

En las últimas cuatro décadas, el cambio principal de pequeño a grande se dio en Estados Unidos y Europa, donde la propiedad está en menos manos, e incluso granjeros individuales, bajo estrictos contratos para los minoristas, los conglomerados comerciales y los fondos de inversión.

Ward dijo que estos arreglos se están propagando ahora al mundo en desarrollo, lo que está acelerando la disminución de la calidad del suelo, la sobreexplotación de los recursos hídricos y el ritmo de la deforestación.

“La concentración de la propiedad y el control resulta en un mayor impulso para los monocultivos y la agricultura más intensiva pues los fondos de inversión tienden a trabajar en ciclos de 10 años para generar beneficios”, señaló.

Esto está conectado también a problemas sociales como la pobreza, la inmigración, los conflictos y la propagación de enfermedades zoonóticas como el Covid-19.

Para enfrentar esto, el informe recomienda una mayor regulación y supervisión de los sistemas opacos de la propiedad de la tierra, un cambio en los regímenes fiscales para apoyar a los pequeños propietarios y una mejor gestión ambiental, y un mayor apoyo a los derechos sobre la tierra de las comunidades.

“Los pequeños agricultores, los agricultores familiares, los pueblos indígenas y las comunidades pequeñas son mucho más cautelosos con el uso de la tierra. No se trata sólo sobre los beneficios en la inversión; se trata de cultura, de identidad y de dejar algo para la próxima generación. Tienen mucho más cuidado y, en el largo plazo, producen más por unidad de superficie y destruyen menos”.

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