‘Esto es una revolución’: los rostros de las protestas de Colombia
Elizabeth Alfonso, Tata Pedro Velasco e Isabela Morales. Foto: Nadège Mazars/The Guardian

Las protestas en Colombia que comenzaron a finales de abril por una propuesta de aumento de impuestos se han transformado en un clamor generacional ante las profundas desigualdades del país.

Cincuenta y ocho personas han muerto en seis semanas de disturbios, al menos 45 de ellas asesinadas por la policía, y hay decenas de personas desaparecidas. Los manifestantes han levantado más de 2,000 barricadas en todo el país, con afectaciones a empresas y al gobierno, además de interrumpir el acceso a los servicios de ayuda humanitaria. Se prendió fuego a estaciones de policía y edificios cívicos, y las imágenes de calles llenas de humo y escaramuzas entre manifestantes de primera línea y policías antidisturbios se han convertido en una realidad cotidiana.

Pero los manifestantes dicen que están más decididos que nunca a luchar por un cambio.

Algunos marchan en apoyo de un acuerdo de paz con el grupo rebelde de izquierda de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que se firmó en 2016. Se suponía que ese acuerdo pondría fin a una guerra civil que duró cinco décadas y mató a más de 260,000 personas, aunque el gobierno de Iván Duque, quien asumió la presidencia en 2018, ha retrasado su implementación.

Otros marchan por salarios más altos, el fin de la corrupción y el acceso equitativo a la atención médica y la educación.

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Tata Pedro Velasco, líder del pueblo indígena misak

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Tata Pedro Velasco. Foto: Nadège Mazars/The Guardian

“Las comunidades indígenas de Colombia marchan debido a problemas históricos. El conflicto armado continúa en nuestros territorios mientras no se implemente el acuerdo de paz con las FARC. Queremos que termine la guerra en Colombia, pero el gobierno del [presidente] Iván Duque no. El gobierno nunca ha ayudado al campo ni a los pobres, solo protege sus propios intereses. Los pueblos indígenas han pagado durante mucho tiempo el precio de la guerra de Colombia. Hemos vivido las guerras coloniales y ahora estamos viviendo la guerra de Duque. El espíritu del gobierno es el mismo que el de los colonizadores”.

Andrés Oyola, 40 años, desempleado

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Andrés Oyola. Foto: Nadège Mazars/The Guardian

Hay tantas razones para marchar. Estoy en defensa de los que han desaparecido, en defensa de los activistas ambientales asesinados y en contra de la falta de oportunidades que tienen los jóvenes aquí. Perdí mi trabajo como ecologista en la agencia de parques nacionales debido a la pandemia de principios de año, así que marcho en solidaridad con los que han perdido sus empleos, que no pueden estar aquí ellos mismos porque están buscando trabajo”.

Jimmy Ávila, 49, ganadero

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Jimmy Ávila en Plaza Bolívar. Foto: Nadège Mazars/The Guardian

“Estoy aquí para ser parte de la solución. Quiero la reconciliación en Colombia. Soy del campo, he vivido entre la guerrilla y los paramilitares, como tantos otros. Perdí a mis dos padres en la guerra. Me han robado ganado, me han obligado a huir. Me han extorsionado. La guerra ha dejado víctimas en todo el país. Queremos que Colombia sea un país mejor, queremos algo más para nuestros hijos, que algún día nos lo agradezcan. Pero los que están en el poder en este país están haciendo las cosas muy mal. Nos están reprimiendo, cuando este país necesita reformas para ser un lugar más justo. Esta huelga continuará hasta que eso suceda”.

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Karen Martínez, 17 e Isabela Morales, 21, estudiantes

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Isabela Morales y Karen Martínez. Foto: Nadège Mazars/The Guardian

“Queremos estudiar y queremos que sea factible. Siempre hay dinero para armas y bombas, pero no para educación. Simplemente se roban el dinero y el gobierno tiene el descaro de llamarnos vándalos. Estamos estudiando para nuestro futuro, pero ¿cuál es ese futuro? No hay perspectivas reales en Colombia. ¿Por qué deberíamos vernos obligadas a mudarnos al exterior para encontrar trabajo? Aquí todo está al revés. El único sueño que puede tener un joven en Colombia es salir”.

Alejandra Martínez, 30, empresaria

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Alejandra Martínez. Foto: Nadège Mazars/The Guardian

“Estoy aquí en defensa de mi hijo de cuatro años. Si quiere protestar en 10 años, no quiero que la policía lo mate. Si la policía quiere que nos vayamos, van a tener que matarnos a todos. Salimos en paz y ¿cuál es la respuesta? La policía o sus aliados nos disparan. El estado colombiano es un asesino más grande que el coronavirus”.

Jefferson, 25, estudiante de medicina

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Jefferson forma parte de las brigadas de salud autónomas que intervienen para atender a los heridos tras los enfrentamientos entre policías y manifestantes. Foto: Nadège Mazars / The Guardian

He visto la violencia de primera mano. He atendido a personas que han recibido disparos en el ojo, que se ahogan con gas lacrimógeno. Y todo esto hace que la gente se enoje más, en lugar de tener miedo. Quedarse en casa no es una opción, porque allí moriremos de hambre. El salario mínimo, que es todo lo que todos aquí pueden aspirar a ganar, no cubre nuestras necesidades. No tenemos miedo de nada ahora”.

Carlos Andrés Espitia, 23, manifestante en la primera línea

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Carlos Andrés Espitia en Portal de las Américas, rebautizado Portal Resistencia. Foto: Nadège Mazars / The Guardian

“Los políticos corruptos quieren mantenernos en la pobreza para que ellos puedan seguir siendo ricos. Quieren que nos vayamos a casa, pero después de un mes todavía estamos aquí. Las generaciones mayores nunca hicieron de Colombia un lugar mejor, pero los jóvenes tienen los cojones para cambiar este país. El gobierno se queja de las barricadas que hemos puesto, pero le roban a la gente todos los días. Les estamos mostrando qué es lo que se siente. Tal vez cuando se detengan podamos hablar de cómo nuestros bloqueos dañan a sus bolsillos. Esto es una revolución y no nos iremos hasta que Duque se haya ido”.

Elizabeth Alfonso, de 51 años, dirige un comedor de beneficencia en un lugar de protesta

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Elizabeth Alfonso. Foto: Nadège Mazars/The Guardian

No podemos solucionar los problemas de la juventud de este país nosotros mismos, pero podemos apoyarlos en su propia lucha por mejores oportunidades. La gente ha donado la comida que estamos cocinando para nuestros hijos en primera línea, a quienes la policía les dispara todas las noches. Dos de mis hijos están allí, y cada noche no sé si volverán vivos a casa. Todo lo que están haciendo es luchar para resucitar a Colombia de entre los muertos. Para convertirla en el hermoso país que puede ser. A cambio, vivimos bajo helicópteros y a nuestros hijos los desaparecen por la fuerza. Necesitamos una nueva constitución que garantice salarios justos, educación gratuita y un futuro para los jóvenes”.

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