¿Las personas ‘demasiado emocionales’ tienen la clave de la felicidad?
'Es difícil explicar por qué el ruido y la luz de la televisión se sienten como un puñetazo en la cara'. Ilustración: Nathalie Lees/The Guardian

“Siento que soy demasiado sensible para este mundo”, dice Lena, quien no soporta las multitudes ni las luces brillantes. Melissa hace que su esposo vea las películas antes que ella para ver si será capaz de soportar cualquier tipo de violencia, sangre o terror. Cuando sus hijos adultos llevan a los nietos, tiene que retirarse a otro cuarto porque sus “risas fuertes, el hablar por encima de los demás, sus malas palabras y sus olores me abruman”. Lucía dice que puede sentir “todas y cada una de las fibras de su ropa” y que a veces siente mucha irritación e incomodidad. A veces, tiene que interrumpir las relaciones sexuales con su pareja porque le produce “demasiada irritación”.

Lena, Melissa y Lucía se describen a sí mismas como altamente sensibles, una etiqueta que se puede aplicar hasta al 20% de nosotros, de acuerdo con la psicóloga que vive en Estados Unidos, Elaine Aron, quien comenzó a estudiar la alta sensibilidad a principios de los años 90 y publicó su influyente libro The Highly Sensitive Person en 1996.

“Cuando a estas personas les llega información, la procesan de forma mucho más profunda y compleja”, explica Genevieve von Lob, psicóloga clínica que trabaja con muchas personas altamente sensibles, especialmente niños. “Tienden a asimilar mucha más información procedente de muchos tipos de estímulos diferentes. Y entonces la procesan con mayor profundidad que una persona no sensible, y debido a que están asimilando tantas cosas al mismo tiempo pueden llegar a estar mucho más sobreestimulados, sobrecargados y abrumados”.

Cuando The Guardian pidió a sus lectores que compartieran sus experiencias sobre la alta sensibilidad, más de 300 personas respondieron. En aproximadamente 40 mil palabras, escribieron que se sentían agotados por su capacidad de sintonizar con las emociones de los demás, o agotados por trabajar en oficinas de espacios abiertos o por ir al supermercado. Era frecuente que lloraran con los anuncios emocionales, pero también que se sintieran consternados y profundamente afectados por los acontecimientos políticos. “La austeridad me parece horrorosa”, escribe uno. “Trabajo en una escuela que se ha visto directamente afectada por los recortes. Imparto clases a niños que sufren los efectos de la negligencia de los servicios públicos y padres que son económicamente inestables. Si sigue aumentando la pobreza en este país, sé que pasaré mucho más tiempo llorando en mi salón de clases”.

Varias personas indicaron que usaban audífonos “para bloquear el mundo”, y que evitaban las redes sociales para que un comentario inadecuado no les arruinara el día, o la semana. Las críticas en el trabajo pueden acompañarlos durante años, el perfume de otras personas se siente como una agresión y las relaciones pueden ser complicadas.

“Es difícil explicarle a alguien por qué el ruido y la luz de la televisión por la mañana se siente como un puñetazo en la cara, o por qué la textura de su cobija rasposa favorita me hace querer llorar, sin sonar como una persona demente”, escribió una mujer. “Desearía que no fuera una persona altamente sensible: ha hecho que mi vida sea mucho más difícil”. Otros recordaban que les dijeron que se “fortalecieran” cuando eran niños, o que durante décadas vivieron con la sensación de que había algo malo en ellos.

Como resultado, muchas personas altamente sensibles tienen una baja autoestima, señala von Lob. “Frecuentemente, es posible que hayan sufrido acoso en la escuela. La sociedad tiende a considerarlo como una debilidad, y pueden tener etiquetas como ‘frágil’ o ‘demasiado emocional’. Creo que las personas altamente sensibles con frecuencia se sienten solas e incomprendidas, y que no son normales. El mundo les resulta demasiado difícil, demasiado ruidoso. No es de extrañar que les cueste aceptarse a sí mismos y que les cueste valorar sus cualidades debido a los mensajes que han recibido”.

Pero aunque nuestro mundo ruidoso, frenético y siempre activo puede ser un lugar implacable, existe un poco de esperanza. Cada vez comprendemos mejor lo que significa ser altamente sensible y cómo hacer frente a sus desagradables efectos secundarios.

La autoaceptación es la clave, dice von Lob. La alta sensibilidad es innata, y no es algo que se deba diagnosticar o “tratar”, aunque las personas pueden aprender mecanismos de afrontamiento en los momentos en que la vida se vuelve abrumadora. “No puedo dejar de insistir en la necesidad de disponer de tiempo de descanso no estructurado: dormir y descansar mucho”, señala von Lob. Las personas altamente sensibles “tienen que ir a su ritmo. Debido a que asimilan mucho más y tienen emociones más intensas, necesitan tiempo para procesar las emociones en su cuerpo, por lo que el movimiento puede ser de gran ayuda: paseos, kickboxing, danza o yoga, cualquier tipo de movimiento que les guste. Puesto que son personas que piensan profundamente, tienen mundos interiores muy ricos, y para ellos es realmente importante tener ese tipo de conexiones significativas y más profundas en las relaciones”.

Añade que pasar tiempo en la naturaleza puede ser útil. “Y simplificar la vida, es decir, tener menos desorden y una agenda menos apretada. Por esta razón trabajan bien con el autoempleo o con la posibilidad de estructurar su propia jornada laboral”. Es importante, dice, no compararse con otras personas, “porque si te comparas con el mundo convencional de las personas no sensibles, nunca serás capaz de hacer lo que ellos hacen, pero tú tienes tus propias fortalezas únicas”.

Y es que ser altamente sensible es una fortaleza, o un “superpoder”, como dijo más de un encuestado. “Las ventajas son que me convierte en una persona que es muy buena para escuchar y para conversar“, dice Samira. “Soy capaz de encontrar fácilmente los significados subyacentes, soy muy intuitiva y tengo una rica vida interior con un fuerte vocabulario emocional”. Otras personas comentan que escuchan matices en la música que una persona promedio podría no percibir, o que sienten una profunda empatía hacia sus amigos. Las personas altamente sensibles tienden a notar cosas en el entorno a las que otros quizás no les presten atención, y obtienen mayor provecho de las artes.

Louise, investigadora, creció creyendo que estaba “mal” ser muy sensible. No fue hasta sus 30 años, cuando no se sentía feliz en su trabajo, que se fue de vacaciones para ver esculturas y se reencontró con su amor por el arte. “Aquellas vacaciones me cambiaron por completo: conocí a personas igualmente sensibles y por primera vez me di cuenta de que ser sensible estaba bien. Las personas que conocí ahí no pensaban que ser “sensible” fuera malo, y se sentían cómodas hablando de su propia sensibilidad, de su capacidad para encontrar alegría en las cosas bellas, para sentir profundamente el mundo que las rodea”, dice. “Conocer a personas que aceptaban su naturaleza tranquila y alegre fue transformador y volví a aceptar mi propia sensibilidad.

Comencé a leer y a crear de nuevo y reflexioné detenidamente sobre mi carrera y sobre cómo no me nutría. Me di permiso para ser la persona sensible que realmente era”.

Empezó un doctorado y: “Varios años después, mi vida se ha transformado. Mi sensibilidad se ha convertido en mi fortaleza y es la razón del éxito de mi investigación, que implica trabajar con personas vulnerables. Mi trabajo se basa en un pensamiento profundo y una profunda conexión humana. Soy sincera en cuanto a mi necesidad de una oficina tranquila y mis jefes han sido excelentes, ya que comprenden el impacto de la sobreestimulación en las oficinas más grandes. Ojalá me hubiera dado cuenta antes de que ser altamente sensible podría ser una fortaleza, en lugar de una debilidad“.

Se ha planteado la cuestión de si la alta sensibilidad es un signo de autismo, sin embargo, Michael Pluess, profesor de psicología evolutiva e investigador de sensibilidad en la Universidad Queen Mary de Londres, señala que, aunque ambos presentan un sistema sensorial más sensible, “la sensibilidad y el autismo probablemente son dos cosas bastante distintas” (es posible que a los niños altamente sensibles se les diagnostique originalmente un trastorno del espectro autista). Asimismo, no se trata de ser introvertido, ya que existen extrovertidos que también son altamente sensibles. El trabajo de Aron gira en torno a la idea de que la sensibilidad es un rasgo de la personalidad, aunque otros investigadores lo abordan desde una perspectiva biológica o fisiológica.

A Pluess no le gusta el término “personalidad altamente sensible”; prefiere pensar en la sensibilidad como un continuo. “Todo el mundo es sensible, no podríamos sobrevivir sin ser sensibles al entorno, pero algunas personas son más sensibles que otras, y tener una mayor sensibilidad tiene beneficios y también desafíos”.

Se trata de saber que ser altamente sensible no es una debilidad, comenta von Lob. De hecho, podría ser exactamente lo que necesitamos, si solo la sociedad pudiera reconocer y nutrir a las personas con estos rasgos. Se cree que existen tantos hombres como mujeres con alta sensibilidad, pero por razones culturales relacionadas con las ideas de “masculinidad” estos rasgos no son considerados como algo deseable, en perjuicio de todos nosotros. “Algunos de los puntos fuertes son que son muy conscientes de sí mismos, tienen una gran capacidad de empatía”, explica von Lob. “Así que eso es muy bueno en las funciones de liderazgo. Suelen ser personas creativas, por lo que podrían ser los visionarios de nuestro mundo: proponen formas de pensar distintas a las habituales. Tienen un gran sentido de la justicia y la equidad. Son muy buenos oyentes y cuestionan las normas que no tienen sentido. Son muy conscientes, porque se fijan en los detalles. Necesitamos este tipo de habilidades y conciencia en el mundo en este momento”.

Tanto la respuesta a la pandemia como la emergencia climática son áreas vitales que podrían aprovechar las capacidades de las personas altamente sensibles, señala von Lob. “Pueden utilizar su pasión, su conocimiento intuitivo y su autoconciencia para formar parte de la solución”.

Isadora suele usar tapones para los oídos cuando sale a la calle para amortiguar algunos de los ruidos “estridentes”, no soporta el olor de los productos de limpieza ni los olores de la cocina, y la música alta de los restaurantes le resulta insoportable. Sin embargo, dice, “a pesar de las dificultades, me alegra ser altamente sensible porque creo que el mundo podría beneficiarse de más personas sensibles. Existe un exceso de insensibilidad”.

Se cambiaron algunos nombres.

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