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Lo que realmente piensan los gatos sobre los abrazos, la felicidad y los humanos

Hacen lo que quieren, todo el tiempo, y nos pueden enseñar mucho sobre cómo vivir el presente, estar satisfechos y aprender de nuestra experiencia.

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Quería saber la cantidad exacta de tiempo que paso pensando en la vida interior de mis gatos, así que hice lo que la mayoría de la gente hace en momentos de duda, y consulté Google. De acuerdo con mi historial de búsquedas, en los dos años que han pasado desde que me convertí en dueña de un gato he buscado en Google variaciones de “el gato me quiere, ¿cómo lo sé?” y ” ¿mi gato es feliz?” 17 veces. También me suscribí inadvertidamente a las actualizaciones relacionadas con los gatos del sitio web de conocimientos Quora, que me envía un resumen diario por correo electrónico. (Ejemplo: ¿Los gatos pueden estar enojados o decepcionados con su dueño?)¿Qué tanto quiero a mis gatos? Permítanme contar las formas. El chasquido limpio de la mandíbula de Larry, de tres años, cuando me contempla con curiosidad indiferente es mi sonido favorito en el mundo. Me encanta el tono y la cadencia de los maullidos de mi gatito Kedi, de seis meses, mientras me sigue por la casa (los chillidos indignados y agudos significan que quiere comida; los chirridos más graves sugieren que le gustaría jugar). Me encanta el peso de Larry en mis pies en la noche y la caricia rasposa de la lengua de Kedi en mi párpado en la mañana.

Pero, ¿cómo puedo saber lo que estos pequeños individuos piensan y sienten realmente? Me temo que los autores de las listas en línea escritas con letra cursiva probablemente no me proporcionen las últimas investigaciones científicas, y probablemente solo digan lo que creen que quiero escuchar. Para adentrarme de verdad en el alma felina, tendré que ir a la fuente.

No hace falta entender las costumbres de un gato para adorarlo… Sirin Kale y su gato Larry. Foto: Linda Nylind/The Guardian

A pesar del hecho de que los gatos son la mascota más común en los hogares del Reino Unido después de los perros, sabemos relativamente poco sobre ellos. Esto, dice el doctor Carlo Siracusa, de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Pensilvania, “se debe en parte a problemas prácticos”.

Los perros son sencillos de estudiar: puedes llevarlos a un laboratorio y se conformarán. Pero los gatos son criaturas intensamente territoriales. “El comportamiento de un gato se ve tan alterado por su entorno que si lo llevas a un laboratorio“, explica Siracusa, “lo que verás no reflejará verdaderamente cuál es el comportamiento normal del gato”.

Pero existe otra razón por la que hay pocas investigaciones sobre los gatos. “Existe un estigma”, dice Siracusa. Los gatos han sido injustamente difamados durante gran parte de la historia de la humanidad. En la Edad Media, se consideraba que los gatos eran los compañeros de las brujas, y en ocasiones los torturaban y quemaban. “Han sido estigmatizados como malignos porque se piensa que son amorales”, comenta el filósofo y escritor John Gray, autor de Feline Philosophy: Cats and the Meaning of Life. “Lo cual, en cierto sentido, los gatos son, solo quieren seguir su propia naturaleza”.

Lo que sabemos sobre la vida interior de los gatos domésticos suele estar determinado por los científicos que realizan estudios en sus casas. No es de extrañar que muchos de estos científicos sean propietarios de gatos. “Por supuesto que soy una amante de los gatos”, dice la Dra. Saho Takagi, de la Universidad de Kioto. “Cuando comencé a criar gatos, me sentía atraída por su carácter misterioso. ¿Qué piensan estos gatos? ¿Cómo perciben el mundo? Estas son las preguntas que me motivan en mi investigación”. Takagi sostiene un gato en su foto en la red profesional para científicos, ResearchGate.

‘Los gatos son elegantes. Se nos acercan. Chocan sus cabezas. Después tienen algún contacto con nosotros y se alejan’. Foto: Nick David/Getty Images (Modelo posando)

Es coautora de un artículo que se publicó el mes pasado y en el que se descubrió que los gatos rastrean mentalmente la ubicación de sus dueños por su voz, incluso cuando no pueden verlos.

A los gatos que participaron en el estudio se les reprodujo el audio de sus dueños llamándolos por su nombre. Cuando la fuente de la voz de su dueño se movía, parecían más sorprendidos.

“Estos hallazgos sugieren que los gatos se preocupan bastante por sus dueños”, dice. “Es posible que observen con atención cada acción de su dueño, pensando en lo que va a ocurrir después”.

Una crítica generalizada respecto a los gatos es que estas pequeñas criaturas caprichosas solo utilizan a los humanos para tener una cama caliente y una fuente confiable de proteína. Pero “los gatos sí se encariñan con las personas”, dice Siracusa. “También se encariñan con otros animales”. Explica que los gatos suelen demostrar su afecto mediante la proximidad, por no decir la interacción física, “estando en la misma habitación que tú o físicamente cerca de ti”. Los gatos más demostrativos dormirán sobre o cerca de sus dueños, o de otros gatos. “Los gatos que crecen juntos tienen más probabilidades de ser compañeros preferidos”, explica. “Pero, como regla general, a los gatos no les gusta que los agarren, los abracen y los besen. A la gran mayoría de los gatos no les gusta eso”.

‘Como regla general, a los gatos no les gusta que los levanten, los abracen y los besen’. Foto: eclipse_images/Getty Images

Este malentendido de que los gatos no se preocupan por sus dueños suele provenir de los humanos que se sienten decepcionados de que sus gatos no se comporten como otros humanos, o como mínimo, como los perros. “Los gatos no son personas”, suspira Siracusa, “y no son perros. Los humanos se abrazan y se besan. Los perros se emocionan mucho y saltan.

Los gatos no hacen nada de eso. Son mucho más elegantes. Se nos acercan. Chocan sus cabezas. Después tienen algún contacto con nosotros y se alejan”.

Esto se debe a que descienden del gato salvaje africano, una criatura solitaria. “Los gatos no son sociales”, señala la veterinaria clínica Karen Hiestand, de la Universidad de Sussex. “No necesitan amigos”. Aunque, en los hogares con varios gatos, estos pueden optar por mostrar su afecto mediante el acicalamiento social, es decir, lamiéndose unos a otros. Ver a Larry y Kedi acicalarse mutuamente suele ser la mejor parte de mi día.

Los gatos pueden optar por demostrar su afecto acicalándose o lamiéndose mutuamente. Foto: deepblue4you/Getty Images/iStockphoto

Los gatos se pueden sentir deprimidos, dice Hiestand. Pero no lo llames depresión. “Existen problemas relacionados con el uso de la terminología de la salud mental en especies no humanas”, explica. “Yo tengo mi propia opinión: si parece un caballo y se escucha como un caballo, entonces llámalo caballo”. El problema cuando hablamos de detectar a los gatos deprimidos, dice Hiestand, “es que el comportamiento de los gatos es increíblemente sutil. No nos damos cuenta de que los gatos se sienten abatidos porque un gato abatido se queda quieto y no hace mucho. Pensamos que, si se sienten abatidos, sisearán y se pelearán. Pero esa es una acción de último recurso para ellos. Antes de eso existe un mundo de miseria. Simplemente no nos damos cuenta”. Los cambios de comportamiento pueden ser una señal de angustia en los gatos: cuando Siracusa comenzó a trabajar desde casa debido a la pandemia, su gata, Elsa, se sintió desorientada y molesta por su inesperado cambio de comportamiento. (Presta atención a los cambios en sus hábitos de aseo, o en el consumo de alimentos). Curiosamente, cuando Siracusa le dio probióticos a Elsa, pareció mejorar su estado de ánimo. “Los trastornos del comportamiento se ven influenciados por el sistema inmunológico, y el sistema inmunológico está influenciado por el intestino”, explica.

‘No nos damos cuenta cuando los gatos se sienten abatidos porque un gato abatido se queda quieto y no hace mucho’. Foto: Kseniya Ovchinnikova/Getty Images

Los gatos también conservan recuerdos: Yo misma lo he comprobado de primera mano. Cuando Larry se quemó una pata en mi parrilla de inducción el año pasado, dejó de caminar por mis muebles de cocina durante meses. Si lo agarraba y lo ponía sobre la encimera, saltaba, asociando la zona con el recuerdo del dolor. “Los recuerdos relacionados con las emociones, explica Siracusa, y los recuerdos que provocan un sentimiento negativo son especialmente buenos para nuestra supervivencia. Los gatos aprenden de la experiencia y retienen la información que los mantendrá alejados de los problemas o los ayudará a obtener una ventaja”.

Los gatos también retienen recuerdos más prosaicos. Takagi ha realizado experimentos en los que alimentan a los gatos con varios recipientes de comida durante un periodo de tiempo. Los investigadores averiguaron qué tipos de comida les gustaban más a los gatos y los servían en un recipiente específico (lo que les permitía crear recuerdos de lo que se les servía y en qué momento), y después cambiaban los recipientes. Descubrieron que los gatos podían recordar si ya habían buscado previamente en un recipiente determinado cuando buscaban un premio concreto y las circunstancias en las que esto ocurrió. “Esto demostró que se trataba de una experiencia única que podía ser utilizada y recuperada posteriormente”, comenta Takagi. “Este tipo de memoria se llama memoria episódica, y es equivalente a los recuerdos en los humanos”.

Incluso sueñan. “En la práctica”, explica Hiestand, “hay algunos agentes anestésicos que utilizamos cuando operamos a los gatos que son alucinógenos. Siempre pienso: ¿qué está alucinando el gato? ¿Son ratones gigantes? En ocasiones, ves cómo mueven sus patas, como si estuvieran corriendo en sus sueños”. Ella considera que estos sueños no son tan distintos a la experiencia humana de soñar: “Repasar los acontecimientos del día y almacenar cosas en sus bancos de memoria”, dice Hiestand. “No hay razón para pensar que sus cerebros funcionan de forma tan diferente a los nuestros en ese sentido“.

La vida que tienen nuestros gatos cuando no estamos es un misterio. Foto: bryantscannell/Getty Images

Sin embargo, lo que los gatos no pueden hacer es proyectar el futuro, porque sus lóbulos frontales no están desarrollados. “Los gatos no pueden hacer planes a largo plazo”, comenta Siracusa. “Algunas personas piensan que [cuando] salen de casa, y su gato hace popó en el sillón, es para que cuando regrese tenga una experiencia desagradable. Pero los gatos no tienen la capacidad de planificar de esta manera”. Eso significa que Kedi no intenta molestarme cuando derriba mi tendedero: no puede conceptualizar que yo puedo responder negativamente al ver la ropa recién lavada desparramada por el piso.

Entonces, ¿qué está pasando en esos pequeños cerebros gatunos? “Es una pregunta difícil”, responde Siracusa. “Creo que la mayor parte de sus pensamientos giran en torno a cómo mantenerse a salvo. Mantenerse alejados de los depredadores. Hacer cosas interesantes, como comer un jugoso ratón. Debido a que viven en un mundo humano, lo más probable es que tengan pensamientos relacionados con nosotros. La nueva secadora que compramos hace un ruido terrible. Pero la mayoría de sus pensamientos están relacionados con mantenerse a salvo, y ser felices“. Hace una pausa y luego se ríe: “Pero supongo que esos son mis pensamientos internos, proyectados en los pensamientos internos de un gato”.

Durante la semana que tardo en investigar y escribir este artículo, me obsesiono, incluso más que antes, con la felicidad y el bienestar de mis protegidos. Observo detenidamente sus caritas puntiagudas, atenta a cualquier destello de emoción detrás de sus ojos ámbar translúcidos. Incluso le envío videos de ellos a la especialista en comportamiento felino Anita Kelsey, autora de Let’s Talk About Cats. “Está emocionado de verte”, dice como respuesta a un video de Kedi acercándose a mí en la mañana. “Sabe que su comida llegará pronto. Tiene una explosión de energía poco después de despertarse. Es un comportamiento típico”.

Un gato tendido de espaldas, al que le hacen cosquillas en la panza. Foto: Catherine Falls Commercial/Getty Images

No es suficiente. Por supuesto, puedo ver lo que hacen delante de mí: lamerse el trasero, saltar hacia las moscas, dormir adorablemente de espalda, con sus barrigas esponjosas pidiendo a gritos que les hagan cosquillas. Pero la vida que tienen cuando no estoy cerca sigue siendo un misterio. ¿Me añoran o son impasibles? La respuesta, por supuesto, es espiarlos. La empresa de seguridad doméstica, Canary, me proporciona cámaras de seguridad internas que se activan con el movimiento. ¿Qué revelan? Los gatos tiran plumas de mi escritorio. Arrancan trozos de mi carísima silla ergonómica de oficina. Beben de vasos de agua abandonados. Existen alegremente, despreocupadamente, sin que los moleste mi ausencia física.

La mayoría de los gatos no añoran a sus dueños ausentes, de la misma manera en que tampoco buscarán una pelota cuando se lo ordenen o adoptarán el veganismo. Son gatos. Hacen lo que quieren, todo el tiempo. “Los gatos son una ventana al exterior del mundo humano”, comenta Gray, “son ellos mismos, y siguen siendo ellos mismos. Se adaptan a las costumbres humanas. Pero no adoptan las costumbres humanas”.

En otras palabras, deberíamos dejar de intentar proyectar características humanas sobre estas criaturas inescrutables. “Los gatos son gatos y los humanos son humanos y no podemos convertirnos en gatos”, dice Gray. “Creo que la pregunta en realidad debería ser: ¿podemos aprender algo de ellos que sea beneficioso para nosotros? Creo que sí. Al observar algo tan diferente a nosotros, que vive junto a nosotros, podemos desprendernos de los hábitos más perjudiciales que conlleva ser humano. Por ejemplo, preocuparse por el futuro y no vivir lo suficiente en el presente, o conformarse con la vida que tenemos“. También, dormir mucho.

Catnapping… los gatos entienden la importancia de dormir lo suficiente. Foto: Kseniya Ovchinnikova/Getty Images

Me sorprende, hablando con Gray, que los antiguos egipcios lo entendieran bien. Ellos adoraban a los gatos: su deidad Mut, la diosa madre, era frecuentemente representada como un gato. “Es porque son muy dueños de sí mismos e imperiosos”, explica Gray. “Hacen lo que quieren. Y viven como quieren”. Tal vez una mejor relación entre humanos y gatos se aproximaría a estas antiguas formas. Después de todo, no hace falta entender las costumbres de un gato para adorarlo.

Mi viaje de una semana por el alma felina termina cuando desconecto mis cámaras y regreso a Larry y Kedi a una existencia sin monitoreo. Antes de hacerlo, enciendo la cámara y veo las imágenes por última vez. Veo a un gatito que extiende su pata hacia el ojo que todo lo ve de un intruso tecnológico. Y a mí, detrás de la cámara, luchando por la felicidad que les llega a nuestros amigos felinos con tanta facilidad.

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