Kanye West y Drake: el final de una disputa demasiado prolongada
Drake y Kanye West. Foto compuesta: Getty Images

El concierto benéfico de Kanye West y Drake, transmitido en línea, atrajo una gran cantidad de publicidad previa. No solo por las causas detrás del mismo, ya que pretende liberar a Larry Hoover, líder de una pandilla de Chicago que ha estado en prisión desde una condena por asesinato en 1973, y recaudar fondos para organizaciones sin fines de lucro que trabajan con exconvictos y por los derechos de las personas privadas de la libertad, sino porque representa el final de la larga y en ocasiones incomprensible disputa entre dos de las mayores estrellas del pop.

A pesar de la expectativa de reconciliación entre Drake y West, es difícil no sentir cierta inquietud durante los largos preparativos de la presentación, transmitida en vivo en todo el mundo a través de la plataforma de juegos Twitch. West es un artista errático en vivo. Puede ser fantástico, pero las cosas pueden desviarse terriblemente, muchas veces en forma de sermones extemporáneos sobre el escenario. El espectáculo de esta noche se siente especialmente arriesgado: si sale mal, ¿qué precio tendrán sus objetivos y sus buenas causas?

Pero tras una larga actuación de apertura de un coro de gospel, que interpreta una versión de O Fortuna, de Carl Orff, con una letra modificada para reflejar la fe evangélica de West, y una versión de su Ultralight Beam, así como de Easy on Me, de Adele, que rara vez es interpretada, rápidamente se descubre que cualquier temor es infundado. West bombardea al público con un éxito tras otro: Jesus Walks, Gold Digger, Touch the Sky, Stronger, Flashing Lights, N****s in Paris y una feroz Black Skinhead. La presentación logra ser a la vez extravagante y minimalista, solo West, envuelto en nubes de hielo seco, actúa encima de una gigantesca estructura blanca que parece una alarma de humo invertida, y su presentación es sorprendentemente convincente.

Con unas enormes botas que uno sospecha son de su propio diseño, se pasea por el enorme escenario, agachado casi al máximo mientras rapea. Por momentos, sigue al operador de la cámara, actuando directamente hacia el lente, con los ojos encendidos. Es un recordatorio de una hora de duración de lo grandioso que puede ser West, del alto nivel que establece la música, eclipsado frecuentemente por su comportamiento errático o sus transgresiones tontas. Incluso la petición a su exesposa Kim Kardashian West para que lo acepte de nuevo aparece incluida, con relativa sutileza, en un nuevo verso de Runaway (“I need you to run right back to me / More specifically, Kimberly“). Su set finaliza con una versión de Forever de Drake, interpretada a dúo, “FREE THE MANDEM” se lee en la sudadera de Drake, los dos se miran fijamente mientras actúan.

Cuando está solo en el escenario, Drake se dirige al público. “Solo quiero decir que aprecio que Kanye me reciba esta noche“, dice, y pasa a elogiar a su exnémesis por recorrer “uno de los mejores catálogos de la música, y punto”. Después: “Espero que no les importe que haga lo mío un rato“.

Es un comentario aparentemente humilde que, como resulta, viene con un toque de “uh-oh” adjunto. Después de una versión de apertura de 24 de West, el set de Drake se basa casi por completo en su reciente álbum Certified Lover Boy y su EP precedente, Scary Hours 2. Interpreta Girls Want Girls, Way 2 Sexy, No Friends in the Industry y In the Bible. “Vine a hacer algo nuevo para ustedes esta noche”, exclama. Una estrategia arriesgada en el mejor de los casos, pero aún más arriesgada cuando tu nueva música es tan regular y más de lo mismo como la de Drake. Es música atrapada en un patrón de retención lucrativo; se complace en activar el Auto-Tune y en balbucear en un tono herido sobre desprecios, discusiones y otros delitos contra su persona.

Para ser justos, las estadísticas de streaming son tan disparatadas como siempre, este álbum superó a Donda de West en Spotify, pero esta noche, con el contenido del irregular álbum reciente de West ignorado discretamente en favor de los éxitos consagrados, se siente como una decepción. Tampoco ayuda el hecho de que muchos de los temas que interpreta incluyen apariciones de invitados que no están presentes, sus partes aparecen en la pista grabada, así que lo que obtenemos es un hombre que gesticula mientras su nuevo álbum suena de fondo.

West regresa para la última interpretación que consiste en God’s Plan, pero el momento más revelador ocurre antes en el set de Drake, cuando la cámara cambia a West, entre el público, radiante de alegría. ¿Por la visibilidad de la causa de Hoover? ¿Por el dinero recaudado para organizaciones benéficas? ¿Por el hecho de que se terminó una larga disputa? ¿Por el hecho de haber triunfado durante la velada? Es difícil saberlo.

Síguenos en

Google News
Flipboard