‘Mi ex me aseguró que las había borrado todas’: las mujeres afectadas por el intercambio de imágenes íntimas en internet
'Mi ex me había asegurado que las había borrado todas… No tenía motivos para pensar que lo haría'. Ilustración: Susanna Gentili/The Guardian.

Ruby nunca olvidará la primera vez que entró a la base de datos AnonIB. Se trata de un sitio denominado “pornovenganza” y, en enero de 2020, una amiga le envió un mensaje de texto para pedirle ayuda. Ruby es profesora de secundaria, acostumbrada a apoyar a los adolescentes, y su amiga acudió a ella para pedirle consejo cuando descubrió que sus fotos estaban en el sitio.

“No envió el hilo en el que ella aparecía”, dice Ruby, de 29 años. “Le daba vergüenza, así que envió un enlace general del propio sitio”. Cuando Ruby lo abrió, “no podía creer lo que estaba viendo. No podía creer que existiera una infraestructura semejante: algo tan bien organizado, tan sistemático, abastecido por la gente que vivía a nuestro alrededor”.

AnonIB está clasificado por países -Estados Unidos tiene el mayor número de entradas, Reino Unido es el siguiente- pero luego se desglosa por regiones, ciudades y áreas locales. “Y cuando digo ‘local’, no se trataría de ‘Londres’ o ‘Birmingham’, sino que cualquier ciudad de cualquier tamaño tendría categorías más pequeñas y específicas, como ‘estudiantes de la Universidad de Birmingham'”, explica Ruby. El hilo de la ciudad de Ruby (55 milhabitantes) se alargaba hasta 16 páginas y con cada foto íntima de mujeres y menores, había comentarios con toda la información de identificación posible aportada por los usuarios locales: nombres, apellidos, las escuelas a las que fueron, quiénes eran sus parientes. También había muchas “peticiones” de fotos de determinadas mujeres, con frecuencia denominadas “victorias” (“¿Alguna victoria sobre XXXX?” “Debe haber más de esta zorra por ahí”. “Ahora puedo mirar a su novio a los ojos sabiendo que vi a su vieja desnuda”).

Ruby estaba horrorizada. “Estaba impactada. Asqueada de que existiera, pero también confundida”, comenta. “¿Cómo era posible que estuviera permitido?”. Pero lo peor estaba por llegar. Cuatro meses después, descubrió que habían añadido sus propias fotos al sitio.
AnonIB ha utilizado varios nombres durante los últimos años, siempre alguna variación de “tablero de imágenes” y “anónimo”. La policía holandesa lo cerró, pero desde entonces reapareció y actualmente está alojado en un dominio ruso. En los últimos meses, el sitio comenzó a ser de pago.

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Sitios como AnonIB publican fotos que se pueden buscar según la localidad de los usuarios. Foto: JGI/Tom Grill/Getty Images/Tetra images RF/Posed by model

Sin embargo, este sitio no es un caso único. Se trata solo de un ejemplo de lo que un informe del mes pasado de Revenge Porn Helpline (RPH) denominó “cultura del coleccionista”, un fenómeno que RPH identifica como “una tendencia emergente” que “aumenta a un ritmo acelerado”. En este caso, coleccionar significa publicar, recopilar e intercambiar fotografías íntimas de mujeres.

“Es uno de los aspectos más deshumanizados del abuso de las fotos íntimas que observamos”, dice Zara Ward, practicante experimentada de la línea de ayuda de RPH. “Las mujeres son premios que se pasan, se comparten y se intercambian como una versión distópica de Pokémon. Con frecuencia desconocemos la forma en que estas personas obtuvieron las imágenes en primer lugar -podrían ser de los ex, amigos o hackers-, pero se trata de un lugar en el que las mujeres no se subirían a sí mismas de forma consentida. Todo lo que vemos en los comentarios son mujeres cosificadas, humilladas y expuestas de forma sistemática y agresiva”.

Esto ocurre en múltiples plataformas: Mega, Dropbox, Discord, en cualquier lugar donde los grupos pueden compartir contenido. En Reddit, los usuarios anónimos publican imágenes de mujeres (probablemente despistadas) con pies de foto como “intercambio de desnudos de mi novia” y “intercambio de novias. También tengo videos de sexo oral”. Los interesados suelen ser dirigidos a cuentas personales en Snapchat o en la aplicación de mensajería Kik.

Aunque es imposible saber hasta qué punto es común, la evidencia sugiere que es algo generalizado. (Cuando Ruby fue añadida al hilo de AnonIB en mayo de 2020, era la foto número 72 mil). Un estudio general sobre el abuso de fotos íntimas en Australia, Nueva Zelanda y el Reino Unido sugiere que uno de cada cinco hombres ha sido perpetrador, y durante el confinamiento -cuando la actividad en línea reemplazó las interacciones en la vida real- se duplicaron las llamadas a la línea de RPH. (Sus cifras muestran que las mujeres tienen cinco veces más probabilidades en comparación con los hombres de que se compartan sus fotos íntimas).

“Tradicionalmente, pensamos en la ‘pornovenganza’ como alguien que publica tus fotos en Pornhub y que luego te envía el enlace, o que envía fotos y videos a todos tus amigos y familiares para herirte y humillarte”, dice Elena Michael, del grupo de campaña #NotYourPorn. Y, de hecho, esto es contra lo que supuestamente protege la ley actual. El artículo 33 de la 2015 Criminal Justice and Courts Act (Ley de Justicia Penal y Tribunales de 2015) declara ilegal la divulgación de “fotografías y películas sexuales privadas con la intención de causar angustia”.
Sin embargo, señala Michael, esa no es más que una de las modalidades de este tipo de abuso. “La realidad es que la mayor parte del abuso de fotos íntimas es clandestino. Se lleva a cabo sin consentimiento, pero también, muchas veces, sin intención de que la superviviente los descubra”.

Sophie Compton, que también lucha contra el abuso de las fotos íntimas a través de la organización My Image My Choice, cree que la “cultura del coleccionista” podría constituir la mayor parte de los casos. “Llevo 18 meses hablando con las supervivientes y es inmenso, quizás más predominante que cualquier otra forma“, comenta. “He visto los sitios y los foros y la misoginia casual, el lenguaje vil, es absolutamente escalofriante. Los perpetradores no perciben a las víctimas como seres humanos, sino únicamente como valores y acciones con los que se puede comerciar. Podría ser cualquiera y todo el mundo, y en sitios como AnonIB, que clasifican el contenido según la ubicación, podría ser la persona que está a tu lado en Sainsbury’s”.

Clare McGlynn, profesora de Derecho en la Universidad de Durham, señala que éste es el “mensaje más duro”. “Las personas prefieren pensar que los perpetradores del abuso de fotos íntimas son pervertidos u ‘otro’ tipo de persona extremadamente maliciosa”, explica. “La verdad es que se trata de hombres y menores de la vida cotidiana. Los grupos cerrados, los chats de muchachos, el establecimiento de vínculos a través de imágenes explícitas y las ‘bromas’ se han convertido en algo absolutamente generalizado“.

En ocasiones, se filtra y el resto del mundo puede echar un vistazo. McGlynn menciona el grupo de rugby de la Universidad de Oxford Brookes que retó a los jugadores a conseguir el mayor número posible de fotos de desnudos de “chicas Brookes” para compartirlas y calificarlas.

También existe el grupo privado de Bristol, “solo para hombres”, creado para compartir imágenes de parejas y exparejas, que consiguió 7 mil miembros en cuestión de días.
La profesora Nicola Henry, especialista en temas socio jurídicos de la Universidad RMIT de Australia, ha estudiado los motivos de los perpetradores, analizando 77 plataformas, paneles de imágenes, foros comunitarios y sitios de blogs en los que se comparten e intercambian imágenes, y entrevistando a los perpetradores

“A pesar de que la atención de los medios de comunicación se centra en la venganza contra una expareja como motivación principal, es más frecuente que esté relacionado con la gratificación sexual o con impresionar a los compañeros en internet”, explica. “Por ejemplo, en algunos sitios se comparten imágenes de esposas y novias para obtener comentarios positivos de otros usuarios”. (“Puede que fuera un poco para presumir”, dijo uno de los perpetradores que entrevistó. “Después de haber acumulado una buena colección, como que empecé a sentirme orgulloso de ella”, dijo otro).

Independientemente del motivo, el impacto puede ser devastador. Ruby se enteró de que sus imágenes aparecían en AnonIB cuando una excompañera de la escuela le envió un mensaje dándole la noticia. Las fotos fueron tomadas cuando ella tenía 17 años, en unas vacaciones de chicas. En una de ellas, se había quemado con el sol y estaba acostada con el torso desnudo mientras una amiga le ponía crema aftersun en la espalda. En la otra, demostraba el tamaño de las toallas del hotel, que no eran lo suficientemente grandes para cubrirla.

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Las mujeres tienen cinco veces más probabilidades de ser víctimas de abuso de fotos íntimas. Foto: PA/Modelo

“Dentro de la escala de las cosas, no eran tan explícitas, aunque en el contexto de ese sitio web, parecían sugerentes”, comenta. “Las subí durante unas tres semanas después de las vacaciones en un álbum privado de Facebook. Probablemente tenía unos 400 amigos de Facebook en ese momento, así que quien las publicó fue una de esas personas. Me resigné a que nunca sabré quién fue”.

Sin embargo, como maestra local, tuvo que informar a su empleador; no tiene ni idea de si sus alumnos han visto las imágenes. Y como consecuencia inmediata, se encontró huyendo de la fila de una oficina de correos simplemente porque los adolescentes que se encontraban afuera de repente la hicieron sentir incómoda. Creó un grupo de WhatsApp para otras víctimas locales del hilo; en su pequeña ciudad, las noticias viajan rápido y los amigos comparten sus historias. “Para algunas de ellas fue mucho peor”, comenta. “Sus fotos solían ser mucho más explícitas. Algunas no se lo han podido contar a su familia o amigos. Algunas estaban embarazadas y tan angustiadas que tuvieron que acudir de emergencia al hospital”.

“Una chica quería dedicarse a las artes escénicas, pero lo pospuso. Postergó su inscripción en la escuela de arte dramático porque, en ese sector, la imagen lo es todo. No sabía si podría soportar la ansiedad de que la buscaran en Google”.

Para Helen, de 28 años, es como si se tratara de una persona completamente diferente a la que era antes de que compartieran sus fotos íntimas en una sala de chat encriptada. Esta primavera, recibió un “aviso” anónimo en su cuenta de Facebook de que se habían recopilado fotos explícitas de ella en una carpeta de Google Drive y que las habían publicado en internet. El informante -que posteriormente fue localizado en Australia- adjuntó algunas de las fotos y comentó que pensaba que a ella le gustaría saberlo.

Recuerda que se derrumbó en la cama, impresionada; salió a correr, se tiró al piso para llorar, volvió a correr y se tiró de nuevo. Las imágenes del mensaje fueron tomadas durante una relación de cinco años que había terminado dos años atrás. “Mi ex me aseguró que las había borrado todas”, cuenta Helen. “Estuvimos hablando como amigos hasta semanas antes de que esto ocurriera. No tenía motivos para pensar que lo haría”.

Después de más de 18 meses, todavía le cuesta trabajo. “Estoy soltera”, dice, “y salir con alguien es muy difícil. Solía ser abierta, confiada, orgullosa de mi sexualidad. Esto dañó algo que amaba de mí misma, lo convirtió en algo por lo que tengo que luchar de nuevo”.

“Tengo momentos de vergüenza que no puedo controlar, momentos en los que aflora este miedo que no puedo predecir. Ha habido momentos en los que coquetear con alguien de repente me parece que es cruzar un límite que no puedo entender. He evitado en gran medida la intimidad porque me resulta demasiado aterrador darle esa confianza a otra persona“.

Helen ha procurado saber lo menos posible sobre lo que fue publicado y dónde. “En cierto modo decidí no saber”, comenta. “Podría ser mucho. Estuve mucho tiempo con esa persona”. La policía interrogó a su expareja y también le envió un mensaje en el que admitía haber compartido las fotos, pero añadiendo que “nunca tuvo la intención de hacerle daño”. Dijo que lo hizo para su propio “fetiche”.

“Por muy doloroso que fuera que lo confirmara, me alegré de que al menos tuviera una confesión que la policía podía utilizar”, explica. “Después resultó que su afirmación de no querer hacerme daño era precisamente lo que lo protegía de cualquier acusación”.

Ruby y las demás víctimas del grupo de WhatsApp de su localidad tampoco han encontrado ningún recurso en la ley. Ella denunció su caso ante la policía, la cual le dio un número de referencia para el delito y la remitió a Apoyo a las Víctimas. Otras personas de su grupo no recibieron ninguna respuesta. En uno de los casos, dijo una mujer, el agente bostezó y dijo que era la vigésima denuncia de AnonIB del día. Se necesitó mucha presión colectiva para que sus casos fueran remitidos como ciberdelincuencia a la Unidad Regional de Crimen Organizado. Desde entonces no se ha producido ninguna novedad.

“Realmente sentimos que la policía no nos apoyaba, pero la ley no apoya a la policía”, señala Ruby. “Sí, existe la página web, la infraestructura: ¿por qué permitimos el acceso a ella en el Reino Unido?

“Pero también tenemos el elemento local. Algunas de las imágenes del hilo eran capturas de pantalla de FaceTime. Se podía ver claramente la imagen en la esquina del hombre de los avisos. Identificamos positivamente al menos a dos de ellos. Sabemos quiénes son, dónde viven y se lo dijimos a la policía, pero ni siquiera fueron a sus casas. Los perpetradores tienen muchas justificaciones admisibles. ‘Lo hice por diversión y no pensé que ella lo vería’. ‘Me pagaron diez libras para subir fotos de chicas de mi zona’. Hacerlo por gratificación sexual es una justificación admisible. Estamos luchando para que se elimine el elemento del motivo de la ley. Compartir fotos íntimas sin consentimiento es lo fundamental y eso es lo que debería ser ilegal”.

Existen indicios de que la situación cambiará. En 2019, la Comisión de Derecho comenzó la revisión de las leyes en torno al abuso de las fotos íntimas; se espera que el informe final que se publicará esta primavera convierta el intercambio no consentido en un delito. Sin embargo, advierte McGlynn, cambiar la ley es un proceso muy lento, y solo una parte de la solución.

“También es necesario cambiar la cultura, la educación y la labor en las escuelas”, señala. “La evidencia de los estudios indica que, al igual que las adolescentes se ven presionadas a enviar fotos de desnudos, los adolescentes también se sienten presionados a conseguir fotos de desnudos y a compartirlas, para ganar prestigio. El coleccionismo de trofeos digitales se está convirtiendo en algo que forma parte de ser un chico y un hombre, eso es lo que tenemos que cambiar”.

Mientras tanto, Ruby no está segura de que valga la pena saber que sus imágenes están en internet, que pasan a manos de otras personas, que son intercambiadas, compartidas, coleccionadas y comentadas por amigos y desconocidos.

“De verdad es muy difícil”, comenta. “En el hilo de nuestra ciudad, hay chicas que reconozco, con las que no he hablado desde que tenía 16 años. Sientes una sensación de obligación moral. ¿Se los digo, incluso cuando sé que no va a conseguir nada con la denuncia y que no hay nada que puedan hacer? ¿Es mejor que no lo sepan o es mejor que lo sepan y se sientan tan angustiadas como nosotras? Decidí que no voy a aparecer y desbaratar su vida. Tal vez la ignorancia es una bendición”.

Se cambiaron los nombres de algunas sobrevivientes.

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