El miedo y la represión generan silencio en Beijing 2022

Zumretay Arkin recuerda el día en que pensó que podría lograr que el Comité Olímpico Internacional cambiara de opinión. Era octubre de 2020, y los grupos de derechos humanos, que representaban a los musulmanes uigures, a los tibetanos y al movimiento democrático de Hong Kong, consiguieron una reunión con altos cargos del COI para hablar sobre sus preocupaciones respecto a los Juegos Olímpicos de Invierno en Beijing.

“Les explicamos cómo millones de uigures son detenidos arbitrariamente en campos de concentración”, comenta. “Le conté al COI las historias de supervivientes de violaciones y torturas, de esterilizaciones forzadas y de represión. Y sobre familias que llevan años sin saber algo de sus parientes.

“Todos nosotros compartimos experiencias personales de pérdida y sacrificio”, añade Arkin, que huyó de Xinjiang cuando ella tenía 10 años. “¿Y saben qué fue lo primero que dijo [el entonces] vicepresidente del COI, Juan Antonio Samaranch Jr.?”

Hace una pausa. Niega con la cabeza. “‘El mundo es un lugar complicado'”.

“Ese fue el tono con el que el COI nos trató durante toda la reunión”, señala. “Fue extremadamente desdeñoso. Simplemente se mostraron como: ‘Sí, de acuerdo, pero no estamos aquí para cambiar el mundo‘”.

Mandie McKeown, de la Red Internacional del Tíbet, también estuvo presente. “Recuerdo que una de mis colegas uigures les contó su situación, y cómo tenía muchos familiares desaparecidos. Y el COI simplemente se giró y dijo: ‘Muchos países han tenido malos derechos humanos; miren Guantánamo’. Fue un increíble whataboutery“.

El COI sí ofreció su solidaridad, según los presentes. Pero también recalcó que no era las Naciones Unidas, y que su función principal era unir a la gente a través del deporte. McKeown sintió en ese momento que el COI estaba escondiendo su cabeza bajo la tierra. Todavía piensa lo mismo. “El COI se encuentra en un enorme agujero”, dice. “Y está intentando salir de él ignorándolo”.

Naturalmente, China ha negado constantemente las violaciones de los derechos humanos, y Michael Payne, exdirectivo de mercadotecnia de la organización que todavía mantiene estrechos vínculos con el movimiento olímpico, ofrece una opinión informada sobre la gimnasia mental del COI como respuesta a esta situación.

“El COI debe caminar por una línea muy fina, es decir, entre la defensa de sus valores y garantizar que los Juegos Olímpicos no estén sujetos a una determinada agenda política, respetando al mismo tiempo a su anfitrión”, explica. “Cualquier cosa que el COI hubiera dicho apoyando a los grupos de derechos humanos se habría filtrado inmediatamente a los medios de comunicación y habría abierto la caja de Pandora”.

El miedo y la represión generan silencio en Beijing 2022 - olimpiadas-1280x853
Un miembro del personal se prepara para la llegada de Thomas Bach antes de la ceremonia del Mural de la Tregua Olímpica en Beijing. Foto: Wang Zhao/AFP/Getty Images

Algunos miembros del COI creen en privado que es injusto que ellos reciban tantas críticas mientras que los grupos multinacionales que trabajan en China rara vez sufren el reproche. Tal vez tengan razón. Sin embargo, el COI creó su propio camino al concederle los Juegos a China.

Ahora tiene que seguirlo. El único consuelo es que podría haber resultado un desastre de relaciones públicas aún más grave. El mes pasado, 225 personas murieron durante las protestas en la ciudad de Almaty, en Kazajistán, que perdió por poco ante Beijing en 2015.

Mientras tanto, una pregunta persistente flota inquietantemente en el aire de la capital china antes de la ceremonia de apertura del viernes. ¿Muchos de los que están estrechamente relacionados con estos Juegos adoptarán una línea más dura que la del COI? El panorama no es alentador. Los patrocinadores se mantienen visiblemente callados. También algunos organismos de difusión, aunque la BBC es una notable excepción. Quizás la mejor esperanza sea que los atletas alcen la voz. Si no es así, estos Juegos Olímpicos de Invierno serán considerados como otro Gran Salto Atrás para los derechos humanos.

Una persona decidida a despertar al mundo de su apatía es Lhadon Tethong, una tibetana exiliada que llegó a los titulares internacionales cuando publicó en su blog sus viajes por Beijing antes de los Juegos Olímpicos de 2008, hasta que fue deportada.

Tethong es cofundadora de la Red de Acción por el Tíbet, que recientemente publicó un informe sobre los internados coloniales de China en el Tíbet que constituye una lectura inquietante.

La red ‘calcula de forma conservadora’ que al menos 800 mil niños tibetanos, el 78% de ellos entre 6 y 18 años, son separados de sus familias durante semanas y en ocasiones meses para vivir en escuelas que pretenden sustituir su identidad tibetana por una china.

Sin embargo, escucha algo nuevo y preocupante, dice: que niños de tan solo cuatro y cinco años ahora son enviados a un kínder en régimen de internado de lunes a viernes.

“¿Te lo imaginas?”, pregunta. “Estos son los años en los que el lenguaje se está formando de manera más crítica, y en los que se está formando su identidad, y están viviendo en escuelas chinas con maestros chinos que hablan en chino, y no con sus padres que es donde deberían estar”.

“Las cifras todavía no son claras. Pero estamos hablando, básicamente, de bebés que son apartados de sus familias, obligados a vivir en estas escuelas, a hablar otro idioma, enfrentándose a un adoctrinamiento político a la edad más tierna en años en un entorno tan extremo que incluso después de algunos meses, los tibetanos reportan que sus hijos ya no son capaces de relacionarse con sus familias en tibetano. Solo quieren hablar en chino o mandarín”.

Pero no solo se trata del Tíbet o de Xinjiang. También se trata de Hong Kong. Y también el problemático caso de la tres veces olímpica Peng Shuai, con la que Bach se reunirá en persona en los próximos días. Antes de los Juegos de 2008 en Beijing, el expresidente del COI, Jacques Rogge, sugirió que la celebración de los Juegos podría ayudar a China a liberalizarse. El actual presidente del COI, Thomas Bach, no ha hecho tales promesas. Se reiría de él hasta Lausana.

Sin embargo, los atletas y los periodistas que han viajado a Beijing con teléfonos desechables y laptops no tienen mucho de que reírse, ya que se les ha advertido que se enfrentan a un “estado de vigilancia orwelliano” y a posibles problemas por alzar la voz. La confianza en el país anfitrión es escasa.

Así pues, a medida que se acercan las Olimpiadas más polémicas -sin duda desde Moscú 1980, y posiblemente desde Berlín 1936-, los presentes se enfrentan a una difícil decisión: alzar la voz o permanecer en silencio. No es tan sencillo como parece, ya que algunos grupos instaron a los presentes en Beijing a que guarden silencio por su propia seguridad.

“Los periodistas y los atletas se dirigen a un entorno peligroso”, señala Minky Worden, director de iniciativas globales de Human Rights Watch. “Y la cuestión es que nadie sabe lo peligroso que es. Todo esto no tiene precedentes en la era olímpica moderna”.

El miedo y la represión generan silencio en Beijing 2022 - beijing
Un policía vigila cerca del principal centro de medios de comunicación en Beijing. Foto: Paul Hanna/UPI/Rex/Shutterstock

Tampoco resulta alentador que China ocupe el puesto 177 de 180 países en la clasificación mundial de la libertad de prensa de Reporteros sin Fronteras, solo por delante de Turkmenistán, Corea del Norte y Eritrea. No obstante, Payne, que además de ser una persona conocedora de las Olimpiadas recientemente escribió una historia contundente sobre los Juegos, Toon In!, sostiene que el COI se asegurará de que los atletas y los medios de comunicación se expresen con seguridad, incluso si eso irrita ocasionalmente a las autoridades chinas.

“El COI, durante 100 años, ha trabajado arduamente para evitar que los Juegos -y, en particular, el anfitrión- se politicen”, señala. “Por ejemplo, cuando el jefe de Estado inaugura los Juegos, el COI ya estableció el guion de lo que puede decir. En Salt Lake, el presidente Bush intentó cambiarlo. Y el COI lo vetó”.

Mientras tanto, la vieja patraña de que el deporte y la política no se mezclan se volverá a hacer añicos en la ceremonia de apertura del viernes, la cual será boicoteada por los burócratas de muchos países occidentales, entre ellos Gran Bretaña y Estados Unidos, los cuales se han referido a estos Juegos Olímpicos como los “juegos del genocidio”.

Algunos opinan que es un tributo a la capacidad de negociación de Bach y al poder del deporte para unir a la gente el hecho de que ningún país haya elegido un boicot total de los atletas. Tal vez. No obstante, el COI aún no está fuera de peligro. Durante las próximas tres semanas intentará realizar un acto de malabarismo en la cuerda floja al tiempo que es sacudido por fuerzas poderosas procedentes de todas partes.

En un comunicado enviado a The Guardian, el COI confirmó que se reunió con los grupos de derechos humanos y les dijo que los Juegos Olímpicos son el único evento que reúne al mundo entero en una competencia pacífica.

“El COI no tiene ni el mandato ni la capacidad de cambiar las leyes o el sistema político de un país soberano”, añadió. “Considerando la diversa participación en los Juegos Olímpicos, el COI debe permanecer neutral en todas las cuestiones políticas mundiales”.

Es posible. Pero en este caso también me vienen a la mente las palabras del arzobispo Desmond Tutu, un gran amigo del movimiento olímpico. “Si eres neutral en situaciones de injusticia, estás eligiendo el lado del opresor”, advirtió célebremente Tutu. “Si un elefante tiene su pie en la cola de un ratón y dices que eres neutral, el ratón no apreciará tu neutralidad”.

Síguenos en

Google News
Flipboard