Los 300 mil hackers voluntarios que se unen para luchar contra Rusia
'Desde 2014 hemos estado en una guerra híbrida y en una guerra directa contra Rusia' Ilustración: Sergiy Maidukov/The Guardian

Kali aprendió a utilizar la tecnología jugando con el teléfono de su abuelo. Ahora, este adolescente suizo está intentando paralizar la presencia digital del gobierno ruso y los ferrocarriles bielorrusos.

Kali -y muchos otros que contribuyeron a este artículo- declinó compartir su nombre real debido a que algunas de las acciones que realiza son ilegales y porque teme las represalias rusas. Él es una de las aproximadamente 300 mil personas que se inscribieron en un grupo de la aplicación de chat Telegram llamado “Ejército Informático de Ucrania”, a través del cual se les asignan a los participantes tareas diseñadas para combatir contra Vladimir Putin. De este modo, intentan igualar el terreno entre una de las superpotencias del mundo y Ucrania, que se enfrenta a los bombardeos y a la invasión.

El creciente ejército de hackers logró interrumpir los servicios web rusos, según NetBlocks, una empresa que supervisa la conectividad global a internet. Señala que la disponibilidad de las páginas web del Kremlin y de la Duma -la cámara baja del Parlamento ruso- ha sido “intermitente” desde que inició la invasión. Las páginas de los medios de comunicación de propiedad estatal, de varios bancos y del gigante energético Gazprom también han sido objeto de ataques.

“Los ataques en masa han logrado interrumpir las páginas web del gobierno ruso y de los medios de comunicación respaldados por el Estado”, señala Alp Toker, director de NetBlocks. Añade que Rusia ha intentado mitigar los ataques y disuadir a los hackers filtrando el acceso a determinadas páginas web, lo que ha provocado más interrupciones.

Al igual que muchos de sus compañeros, Mykhailo Fedorov, viceprimer ministro y ministro de Transformación Digital de Ucrania, dirigió a Kali al grupo de Telegram, que tiene una versión en ucraniano y otra en inglés. Fedorov, de 31 años, ha estado utilizando su muy extendido perfil de Twitter para implorar a los ejecutivos de las empresas tecnológicas más grandes del mundo que corten sus vínculos con Rusia. El 26 de febrero, publicó el enlace del grupo de Telegram, creado por su departamento ministerial. “Necesitamos talentos digitales”, dijo. “Habrá funciones para todos”.

Aunque su país de origen ha mantenido durante mucho tiempo una política de neutralidad militar, Kali se vio impulsado a actuar cuando vio el tuit de Fedorov. “Quería ayudar y utilizar mis habilidades de ataque para ayudar a Ucrania”, dice a través de Telegram. “Soy de Suiza, pero soy un hacker fuerte y lo lamento mucho por todos los ucranianos. Lo hago porque me solidarizo con Ucrania y quiero ayudar de alguna manera. Creo que si hackeamos la infraestructura de Rusia se detendrán, tal vez, porque ya nada funcionará”.

Kali comenta que a sus padres no les gusta mucho lo que está haciendo, aunque intenta no contarles mucho al respecto. Y no es el único.

Caroline, una veinteañera del área metropolitana de Nueva York, les dijo a sus padres que se había alistado en el ejército informático justo unas horas antes de que habláramos por teléfono. “Están empezando a preocuparse”, dice.

Tras ver con horror cómo los videos de Twitter e Instagram revelaban el devastador impacto que el conflicto está causando en la población civil ucraniana, Caroline se sintió obligada a actuar cuando vio el tuit de Fedorov. Ella observó cuán destructiva fue la difusión de desinformación durante la campaña presidencial de Donald Trump. “Las elecciones de 2016 me abrieron los ojos a las desafortunadas consecuencias de estas cosas, y a cómo afectan verdaderamente algunas de nuestras relaciones en el mundo real”.

Los 300 mil hackers voluntarios que se unen para luchar contra Rusia - Mykhailo-Fedoro
Mykhailo Fedorov, viceprimer ministro y ministro de Transformación Digital de Ucrania. Foto: Ukrinform/Rex/Shutterstock

Solo había un problema: no sabía qué era Telegram. A diferencia de Kali, esta exmaestra de preescolar no es una gran hacker. Al principio, le preocupaba que la aplicación -fundada por los multimillonarios rusos exiliados Pavel y Nikolai Durov- fuera una trampa. Pero, tras investigar un poco al respecto, la descargó y se unió al grupo.

Se sintió sobrepasada cuando los administradores del grupo le pidieron a los hackers que bombardearan las páginas web estatales rusas con ataques distribuidos de denegación de servicio (DDoS), mediante los cuales las páginas web son bombardeadas con tráfico para imposibilitar el acceso a las mismas. Esta es la forma en que muchas páginas web del gobierno ruso han quedado inhabilitadas desde que comenzó la invasión.

No obstante, Caroline se dio cuenta de que se estaban perdiendo cosas en el torrente de información. Los mensajes en la versión ucraniana del grupo, por ejemplo, pueden acumular cientos de comentarios en menos de una hora. Por ello, ha estado ayudando al grupo en inglés recopilando información para una página web sobre cómo apoyar a Ucrania y luchar contra las campañas de desinformación rusas.

“Disfruto actuando como ese filtro, como ese viento que empuja las velas hacia la dirección correcta”, comenta.

Todos los días dedica varias horas a compartir información en el chat de Telegram para ayudar a las masas de suscriptores. “No lo puedo explicar”, dice. “Simplemente es algo tan innatamente humano que me ha inspirado, cuanto más me involucro. Reconozco que no soy especial ni mucho menos, así que lo único que hago es reunir toda esta información para intentar desmantelar estas campañas de desinformación que se están llevando a cabo”.

Enrique es un informático lituano en sus treinta y tantos años. Consideró que unirse al grupo de Telegram era “lo correcto”. “Crecer con tus padres contándote historias de cómo fueron exiliados a Siberia te acompaña toda la vida”, comenta. “Nos asusta que seamos los siguientes”.

En gran medida no prestó atención a la ocupación rusa en el Donbás, una zona del este de Ucrania que el ejército de Putin invadió en 2014 y reclamó como territorio ruso. Sin embargo, a medida que las noticias se volvían más urgentes en la televisión lituana, no pudo seguir ignorando la situación. Se enfoca menos en destruir el internet ruso y más en incorporar a rusos comunes para que se levanten contra su dictador.

“Espero que el mundo pueda presionar tanto a la población rusa como para que esté dispuesta a reevaluar su educación, a entender que la gente les pide que ayuden, a ver lo que realmente está ocurriendo y tal vez así se levanten”, comenta.

La valentía del pueblo ucraniano ha inspirado a Enrique. Eso incluye a las personas que salieron a la calle para defender a su país, y a las que tomaron sus teclados. Ucrania cuenta con 290 mil empleados en el sector informático y es el centro de subcontratación tecnológica del mundo. Mientras muchos de ellos han renunciado a sus trabajos cotidianos para luchar en el ejército, otros se han alistado en el ejército informático.

Eso incluye a Sam, que trabaja para una empresa global de tecnología publicitaria. Ha estado utilizando su experiencia para enviar lo que él denomina “contrapropaganda” a los rusos a través de plataformas publicitarias. “Desde 2014 hemos estado en una guerra híbrida y una guerra directa contra Rusia”, explica. “Era lo mismo, pero a menor escala. Entendemos la forma en que actúa Rusia: hacen propaganda aquí, después dentro de su país, y luego intentan compartir su visión con la comunidad mundial”.

La industria publicitaria ucraniana ha enviado lo que Sam denomina videos “agresivos” que muestran a soldados rusos capturados suplicando a sus madres e intentando convencerlas sobre la realidad de la guerra en Ucrania. Otros destacan el impacto de las sanciones sobre Rusia y la fuerza del ejército ucraniano. “Harán que todo el mundo actúe”, dice Sam.

Alrededor de cien especialistas en publicidad de 50 agencias están diseñando y difundiendo anuncios para intentar concienciar a Rusia y Bielorrusia sobre lo que está haciendo Rusia, esquivando las prohibiciones publicitarias y los cierres de las plataformas.

A Enrique le ha impresionado el trabajo en equipo del ejército de voluntarios informáticos. “Nunca he visto a tantas personas con ganas de hacer algo en toda mi vida”, comenta. “Si pides que los participantes estropeen algo [lo rompan] o ejecuten algo, lo tendrás”. La inmediatez de las redes sociales -y la emoción de ver resultados instantáneos- se ha convertido en algo embriagador. “Todo es en vivo”, dice. “Todo lo transmiten a todo el mundo. Todo está en internet y resulta fácil entender cómo dañar“.

Alex, un ingeniero de software ucraniano, señala que la mayor parte del tiempo se utiliza el grupo de Telegram para ataques DDoS. “Me gustaría que se pudieran hacer más cosas en términos de ayuda para la parte informática [de la guerra]”. No desea aislar a Rusia del internet, sino encontrar una manera de mostrarle a los rusos imágenes de la guerra.

Esto es lo que Anonymous, un colectivo de hackers, afirmó haber hecho con los canales de televisión rusos este mes. “Mi forma ideal sería hacer algo que les demuestre la verdad [a los rusos]”, explica Alex. Sin embargo, las propuestas de ataques DDoS son realizadas con entusiasmo. Cuando los enlaces de las páginas web objetivos aparecen en el grupo de Telegram, dice, “todas quedan fuera de servicio” en menos de media hora.

No obstante, algunos expertos en ciberseguridad se muestran preocupados. “Existen algunos riesgos al disponer de este ejército de voluntarios”, señala Alan Woodward, profesor de ciberseguridad de la Universidad de Surrey. Le preocupa la falta de responsabilidad sobre quién dirige el plan de batalla y la estrategia general. “En el mejor de los casos, lo que están haciendo es dirigir la interferencia”, apunta. “Puede ser una molestia para los rusos, pero los ataques que hemos observado hasta ahora en realidad no han afectado la capacidad de combate rusa de manera decisiva”.

Woodward señala que un ejército de 300 mil hackers invariablemente incluirá algunas malas hierbas. “Es posible que estos voluntarios empiecen a atacar objetivos que no son realmente los que desea el gobierno ucraniano”, explica. “Esto podría ser accidental. ¿Cuántas veces el ransomware se ha extendido y ha afectado, por ejemplo, a un hospital? No creo que nadie quiera eso”.

También existe el riesgo de que los rusos puedan aprovechar una convocatoria tan abierta para generar titulares negativos. “Nunca sabes del todo quién está en un grupo de voluntarios”, dice. “No solo podrían hacer algo indeseado en nombre de Ucrania, sino que también podrían hacer algo que contribuya directamente a la retórica de los rusos”.

El temor a la infiltración también es algo que le preocupa a Agnes Venema, académica de seguridad nacional e inteligencia en la Universidad de Malta. “Su utilidad depende de qué tan bien los puedas investigar, qué tan bien los puedas coordinar y qué tan hábiles sean”, señala. “Cambiarle el nombre al yate de Putin es simpático, pero ¿el hackeo de las televisiones rusas para reproducir el himno ucraniano ayuda a los ucranianos a alcanzar sus objetivos estratégicos?”

A pesar de sus dudas, Venema considera que el agrupamiento de las fuerzas voluntarias es extraordinario. “No soy partidaria de utilizar superlativos, pero diría que este nivel de compromiso cívico no tiene precedentes”, afirma. Sin embargo, señala, podría ser rápidamente contraproducente. En cuanto los hackers comienzan a recibir órdenes del ejército ucraniano, perderán su condición de civiles y podrían ser considerados combatientes, indica. “Eso significa que estas personas son objetivos militares legítimos”, explica.

El hecho de que quienes defienden el derecho a la existencia de Ucrania lo sepan o se preocupen al respecto es otra cuestión. “A mí no me preocupa”, dice Kali, que mientras hablábamos estaba intentando realizar un DDoS contra una página web de noticias rusa que los administradores del ejército informático ucraniano marcaron como fuente de desinformación. “Nunca me ha preocupado”.

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