Por qué El callejón de las almas perdidas debería ganar el Oscar a mejor película
Básicamente sobrecargados… Cate Blanchett, a la izquierda, y Bradley Cooper en El callejón de las almas perdidas. Foto: Kerry Hayes/AP

Al momento de escribir este artículo, El callejón de las almas perdidas representa la más remota de las opciones para el premio de la Academia: es la más desconocida en las casas de apuestas, y absolutamente nadie le otorga votos. Pero el hecho de que no vaya a ganar el Oscar a la mejor película no significa que no debería hacerlo. Se trata de una película grande y descarada al viejo estilo, repleta de intérpretes importantes que emanan clase, y realizada con un aplomo aparentemente sencillo por el director Guillermo del Toro, que por supuesto cuenta con un historial de este nivel, ya que ganó este mismo premio en 2018 con La forma del agua.

Ahora bien, es cierto que La forma del agua tuvo un poco de suerte al ganar por encima de Dunkerque, El hilo fantasma y ¡Huye!, pero quizás su excentricidad y sus referencias a El monstruo de la Laguna Negra la convirtieron en algo distintivo. Desde luego, El callejón de las almas perdidas es una película evidentemente menos extraña, pero al igual que La forma del agua, tiene sus raíces en el pasado pulp de Hollywood; un remake de una película noir de Tyrone Power de 1947, uno de los tipos de noir raros y extraños, en contraposición al tipo de sombrero y pistola hermético, o a la desventurada presa fácil enamorada. El noir no ha formado parte de la conversación seria de los Oscar desde hace muchos años: aunque la definición es bastante flexible y algunos podrían argumentar a favor de Joker, el último contendiente probablemente fue LA Confidential a mediados de los 90. Así que podemos estar agradecidos con Del Toro por esto, aunque solo sea por eso.

Sin embargo, El callejón de las almas perdidas es mucho más que un ejercicio de género costosamente revestido: es una de esas películas cuya actuación innegablemente brillante la eleva a un nivel que quizá no hubiera alcanzado de otra manera. En ocasiones uno se pregunta para qué sirve exactamente Bradley Cooper, pero la respuesta está aquí mismo: detrás del encanto banal y casero se encuentra un intérprete de astuta inteligencia, que le otorga a su papel de Stan Carlisle, un estafador de ferias que intenta y fracasa en su gran estafa, una dimensión genuinamente trágica. A los guapos y sosos protagonistas estadounidenses se les llama el nuevo Gary Cooper con bastante frecuencia, pero es posible que Cooper tenga más en común con su predecesor que un simple apellido.

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Maldad objetiva… Willem Dafoe, a la izquierda, y Bradley Cooper en El callejón de las almas perdidas. Foto: AP

También resulta afortunado que Del Toro cuente con Cate Blanchett, en el papel de la elegante analista que financia el juego del falso médium de Carlisle dándole información sobre los tipos adinerados que lo contratan para sus lecturas. En manos de un actor de menor categoría, el papel no daría para mucho, pero como todo lo que hace Blanchett, está sobrecargado. Lo mismo se puede decir de Rooney Mara, que tiene lo que normalmente sería una tarea bastante desagradecida como la esposa de Carlisle, cada vez más abandonada; el hecho de que Del Toro pueda colocar a alguien de su calibre le da peso a cada ángulo de la película. Willem Dafoe, por su parte, se encuentra en su terreno como operador de la feria de frikis: su charla con Carlisle sobre cómo atrapa a sus frikis es una clase magistral de maldad objetiva.

En otra época, El callejón de las almas perdidas podría tener una buena oportunidad de ganar el gran premio, pero aun así resulta un poco misterioso que ninguna de sus estrellas esté nominada a ninguno de los premios de interpretación. Es de suponer que es demasiado pronto en el ciclo de renacimiento del cine noir que esperemos esté en surgiendo.

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