¿Podrán los Grammy 2022 producir tanto dramatismo como los Oscar de la semana pasada?
HER, Olivia Rodrigo y Jon Batiste. Foto compuesta: Rex, Getty

Desde hace tiempo existe el convincente argumento de que una parte importante de las personas que sintonizan las ceremonias de premios del mundo del espectáculo lo hacen con cierta alegría por la desgracia ajena. No les interesa tanto ver la ostentación y el glamour o que los artistas que se lo merecen sean justamente premiados sino más bien ver eventos que salen mal o que se salen de lo normal. Es un argumento que se ha visto reforzado en la última semana, con la discusión sobre la bofetada que Will Smith le dio a Chris Rock en los Oscar, que no da señales de disminuir a medida que surgen en masa artículos de opinión y publicaciones en blogs sobre el tema.

Por lo tanto, la gran ceremonia de premios de esta semana se encuentra luchando por hacerse notar tras la gran ceremonia de premios de la semana pasada. Los Grammys han seguido adelante con valentía, haciendo anuncios sobre lo que tienen preparado, sin desplazar a Smith y Rock de los titulares: qué precio tiene la primicia de Bruno Mars y Anderson. El grupo retro-soul de Paak, Silk Sonic, abrirá el espectáculo, que la aparición de los Foo Fighters fue reemplazada por un apresurado tributo a su difunto baterista Taylor Hawkins, o incluso la saga de la boyband coreana BTS –de los cuales dos tienen Covid-19, y puede que se presenten o no–, comparada con una estrella de Hollywood golpeando a otra en la televisión en vivo.

Cualquier persona que lo sintonice por esa sensación de alegría por la desgracia ajena siempre se puede aferrar a la posibilidad de que asista Kanye West –que tiene prohibido presentarse como resultado de su última crisis en las redes sociales, pero que sin embargo obtuvo cinco nominaciones por su álbum Donda– y al hecho de que el evento sea presentado por Trevor Noah, objeto de una reciente invectiva en Instagram de West que incluyó insultos racistas.

Bajo estas circunstancias, probablemente sea mejor intentar silenciar el parloteo y concentrarse en la música. El ganador antes de que se anuncien los ganadores parece ser Jon Batiste, que tiene 11 nominaciones gracias a su partitura para la película de animación de Pixar Soul y a su álbum We Are. Dicho esto, cabe señalar que la competencia en la categoría de álbum del año es intensa y no solo porque incluye a Taylor Swift, que presenta la continuación del ganador del álbum del año del año pasado, y el enormemente exitoso debut de Olivia Rodrigo, que recibió siete nominaciones, lo que se asemeja bastante a su coronación como nueva reina del pop para adolescentes y preadolescentes. La anterior titular, Billie Eilish, también cuenta con siete nominaciones, aunque su álbum Happier Than Ever tuvo una recepción relativamente fría, lo que, considerando que gran parte de ese álbum estaba dedicado a explorar el horror de la fama, posiblemente supuso un alivio.

Además, entre los álbumes nominados merodea Love for Sale, el segundo trabajo en colaboración de Lady Gaga y Tony Bennett: este último tiene 95 años y vive con Alzheimer, y nunca se puede subestimar la disposición de los Grammys a ponerse sentimentales y tratar un premio como una especie de medalla por sus largos años de servicio.

Aun así, Batiste debería ganar algo. Es un artista infinitamente fascinante, su formación es jazzística, aunque se niega a etiquetar su propia música como tal; su deseo de conectar con un público más amplio lo ha llevado a hacer de todo, desde grabar álbumes completos en los trenes del metro hasta liderar la banda titular de The Late Show With Stephen Colbert. Y We Are es una obra excepcional: urgentemente política, llena de canciones fantásticas y que desafía los géneros, como lo demuestra el hecho de que su nombre aparece en categorías dedicadas al jazz, al R&B, al R&B tradicional y a la música folclórica americana. También deberían premiar a HER, otra artista con múltiples nominaciones y un gran álbum en la forma de Back of My Mind. El año pasado ganó el Grammy a la mejor canción del año por “I Can’t Breathe”, una hazaña que no resulta inconcebible que pueda repetir con “Fight for You”, una canción que ya ganó un Oscar.

Por otra parte, Justin Bieber no ha tenido suerte: su petición en juego de que los Grammys lo consideren un artista de R&B y no de pop parece haber caído en saco roto. Sin embargo, logró obtener ocho nominaciones con el escaso álbum Justice, algo que debería servir de consuelo.

Mientras tanto, los espectadores patrióticos en busca de pruebas de que el pop británico está floreciendo al otro lado del Atlántico se encuentran en una situación poco favorable. Ed Sheeran obtiene una nominación por el omnipresente sencillo “Bad Habits” y nada por el álbum que lo acompaña =, que fue objeto de una recepción comercial notablemente más tenue en Estados Unidos que en otros lugares. Arlo Parks parece abrir el camino en la categoría de mejor artista nuevo, mientras que Glass Animals quizás tenga más posibilidades: son más grandes en Estados Unidos que en su propio país, gracias al viejo recurso de las giras ininterrumpidas. Dicho esto, las posibilidades de que triunfen sobre la ubicua Olivia Rodrigo parecen escasas, de hecho, hay bastantes posibilidades de que ella arrase.

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