Los suicidios indican una ola de ‘doomerism’ por la intensificación de la crisis climática
Un incendio forestal se acerca a la casa de una mujer en la isla de Eubea, Grecia, en agosto de 2021. Foto: Bloomberg/Getty Images

Fue un acto impresionante y espeluznante. Un hombre, activista contra el cambio climático y budista, se prendió fuego en las escaleras de la Corte Suprema de Estados Unidos. Se sentó erguido y no gritó de inmediato a pesar de la agonía. Los agentes de policía sumergieron desesperadamente los conos de tránsito anaranjados cercanos en la fuente de mármol de la Corte y le echaron agua. No fue suficiente para salvarlo.

La muerte de Wynn Bruce, un fotógrafo de 50 años que vivía en Boulder, Colorado, fue un golpe para aquellos que lo conocían. “Fue muy perturbador”, dijo April Lyons, una psicoterapeuta que conocía a Bruce de una clase de danza terapéutica a la que asistían ambos. “Él era una persona firme, una persona compasiva y amable. No teníamos ni idea de que fuera a hacer esto“.

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Los activistas organizaron una vigilia en el tribunal supremo de Nueva York por Wynn Bruce. Foto: Karla Ann Cote/NurPhoto/Rex/Shutterstock

El padre de Bruce, Douglas, comentó que estaba seguro de que el hecho de prenderse fuego –el 22 de abril, que es el Día de la Tierra– fue “un intrépido acto de compasión respecto a su preocupación por el medio ambiente“. No hay pruebas explícitas de esto, a pesar de que Bruce publicó en Facebook un emoji de fuego junto con la fecha del Día de la Tierra en la que se iba a suicidar.

Para algunos, sin embargo, el terrible acto fue un indicio de la angustia contenida que muchas personas ahora albergan por la intensificación de la crisis climática. La muerte de Bruce resultaba inquietantemente familiar.

Hace cuatro años, casi en la misma fecha, David Buckel, un abogado de derechos civiles, se dirigió al Prospect Park de Nueva York a primera hora de la mañana, se echó gasolina y se prendió fuego. A diferencia de Bruce, Buckel, que tenía 60 años, dejó una nota de dos páginas enviada por correo electrónico a los medios de comunicación minutos antes de su muerte en la que afirmó que “mi prematura muerte por un combustible fósil refleja lo que nos estamos haciendo a nosotros mismos“.

La muerte de Bruce “sí me hizo pensar en lo que hizo David y también en el increíble dolor que este tipo de actos les causa a las personas que los quieren“, comentó Terry Kaelber, que era el esposo de Buckel. La pareja era vegetariana y cumplía con diligencia su tarea de reciclaje. Buckel, un entusiasta de la composta, se sentía algo inquieto por la depredación del medio ambiente. “Pero nunca puedes esperar esto”, dijo Kaelber. “Mi corazón está con la familia de Wynn”.

Las muertes también provocaron un sentimiento de frustración por el hecho de que no solo se contemplan estos actos horribles, sino que después tienen un impacto efímero cuando se producen. Kaelber comentó que, después de que retiraran las flores de condolencia cerca del pasto calcinado de Prospect Park, algunos activistas contra el cambio climático se pusieron lazos rojos para recordar el sacrificio de Buckel. Pero eso también desapareció al poco tiempo.

No tenemos líderes en este tema, ninguno, nadie“, señaló Kaelber. “Así que entiendo la desesperación que tiene la gente, pero la respuesta no es hacer lo que ellos hicieron. Podrían haber tenido más impacto uniéndose a las personas que impulsan el cambio. Imaginen que, en cambio, Wynn se hubiera encadenado a sí mismo y a 100 budistas a las puertas de la Corte Suprema.

“Creen que hacer esto va a impulsar a la gente, y puede que así sea para algunas personas, pero mi primer pensamiento respecto a Wynn fue que a nadie de la Corte Suprema le importará. Solo será algo pasajero en los medios de comunicación. Es trágico”.

Pocas personas preocupadas por la crisis climática llegan a autolesionarse por ello, por supuesto, y mucho menos a prenderse fuego en un eco de Thich Quang Duc, el monje vietnamita que se prendió fuego en protesta por la persecución de los budistas en 1963.

En cambio, los activistas contra el cambio climático se han manifestado en grandes números, se han unido a campañas de retiros de inversiones, se han pegado a las carreteras y se han encadenado a equipos de perforación petrolera. “Es tan claro para mí que tengo que tomar esta postura”, dijo Peter Kalmus, un científico climático de la NASA, mientras se esposaba a un edificio de JPMorgan Chase durante una protesta en Los Ángeles el mes pasado. “Nos estamos dirigiendo hacia una maldita catástrofe, vamos a perder todo“.

No obstante, la mayoría de nosotros que nos preocupamos por el cambio climático lo hacemos de forma discreta. Los estudios han demostrado que, aunque está aumentando la alarma por la intensificación de los incendios forestales, las sequías, las inundaciones y la inquietud social, no somos muchos los que hablamos de la angustia climática con los demás, para evitar discusiones políticas o, simplemente, para no hundir el estado de ánimo.

Aquellos que sí se pronuncian suelen ser activistas jóvenes, las investigaciones han demostrado que la mitad de las personas de entre 16 y 25 años creen que es posible que la Tierra esté condenada, mientras que tres cuartas partes sienten ansiedad cuando piensan o escuchan sobre el cambio climático. Algunos hablan abiertamente de que no quieren traer a sus hijos a un mundo más caliente y duro.

“Vivir en la verdad climática es como vivir en una pesadilla. Es absolutamente horrible y puedo entender la razón por la que la gran mayoría de los estadounidenses no lo hacen”, señaló Margaret Klein Salamon, una psicóloga clínica que se convirtió en activista contra el cambio climático. “Pero lo peor es que todos actúan con normalidad, es como si fuéramos zombis. La sensación de impotencia y desesperanza está reteniendo las conversaciones y la acción política”.

Salamon dirige una organización, llamada Climate Awakening, que facilita “conversaciones sobre las emociones climáticas”, tanto en persona como de forma virtual, que alientan a las personas a abrirse sobre sus temores climáticos. Salamon explicó que muchas personas describen que viven en una especie de pesadilla despierta e impotente en la que se está desarrollando una catástrofe evidente pero la sociedad la ignora despreocupadamente.

Algunas personas lo han descrito como si estuvieran en un funeral, pero todos los demás lo consideran como una fiesta“, señaló Salamon. “La gente sigue yendo a la universidad, planeando su jubilación, haciendo todas las cosas como si el futuro fuera a ser igual que el pasado, cuando sabemos que eso no es cierto. Existe una ilusión de normalidad”.

Hay intentos regulares de liberarnos de la inercia política, ya sean las condenas cada vez más exasperadas de la huelguista escolar sueca convertida en líder del movimiento Greta Thunberg, el gran éxito de la película de Netflix No miren arriba, que satiriza la actitud indiferente de los políticos y los medios de comunicación respecto a las advertencias científicas, o los pronunciamientos cada vez más frenéticos de António Guterres, el secretario general de la ONU, que dijo que seguir utilizando los combustibles fósiles es una “locura” y obra de “radicales peligrosos”.

Este deseo de liberar a la gente de un manto de autocomplacencia también puede haber motivado a Bruce y Buckel, aunque Susan Clayton, profesora de psicología y estudios medioambientales en el College of Wooster, advierte que es arriesgado suponer todos los motivos que hay detrás de un suicidio. Sin embargo, como criaturas sociales que se alimentan de las señales de los demás, a todos nos afecta lo que Clayton denomina “ignorancia colectiva“.

“Si hay un incendio y nosotros buscamos a nuestro alrededor y vemos que nadie está haciendo nada, puedes sentir que también se espera que tú no hagas nada, sin darte cuenta de que otras personas están pendientes de ti por la misma razón”, explicó. “Tenemos esta sensación de que la gente que nos rodea no solo no hace nada por este problema, sino que ni siquiera actúa como si fuera importante“.

A pesar de los esfuerzos de varios activistas y de las promesas de los gobiernos para frenar el peligroso calentamiento global, las emisiones de carbono aumentaron a nivel mundial el año pasado cuando volvimos al statu quo contaminante anterior a los confinamientos por el Covid-19. Los incendios forestales ya son una amenaza durante todo el año en el oeste de Estados Unidos. El viernes se alcanzaron los 51ºC en Pakistán, mientras que India se ha calentado con un calor tan extremo y récord que han muerto docenas de personas y los pájaros caen del cielo.

La ONU alertó que una mala percepción del riesgo, basada en el “optimismo, la subestimación y la invencibilidad”, está alimentando estas catástrofes. Las empresas petroleras y de gas planean, sin obstáculos, un tramo masivo de proyectos de perforación de “bombas de carbono” que nos propulsarán firmemente hacia la catástrofe climática.

Hay muchos motivos para estar ansiosos, no obstante, algunos científicos climáticos sostienen que no podemos dejar que una ola de “doomerism” se convierta en algo paralizante. Todavía hay esperanza de que la acción conjunta evitará lo peor, de que se está creando un ímpetu por un mundo más limpio y verde. El activismo es una buena válvula de escape para las preocupaciones climáticas, señaló Clayton, no solo para ayudar a afrontar el problema, sino como un foro para hablar con otras personas que tienen preocupaciones similares.

“El doomerism climático puede ser perjudicial, porque nos quita la capacidad de acción, la capacidad que todavía tenemos para determinar nuestro futuro”, indicó Michael Mann, científico climático de la Universidad Estatal de Pensilvania. “Me temo que el fatalismo y la derrota nos llevan por el camino de la falta de acción, o algo peor”.

“Sería mucho mejor que las personas canalizaran esas emociones hacia el objetivo común de decirle la verdad al poder y responsabilizar a nuestros legisladores para que aborden la creciente crisis climática”.

Con poco revuelo, la semana pasada se celebraron dos funerales en memoria de Wynn Bruce, uno en Boulder y otro en Minnesota, donde aún vive su padre. Los asistentes hablaron de su amabilidad y amistad. Los medios de comunicación destacaron la forma de su muerte como una terrible curiosidad, en lugar de indagar en sus motivos, y rápidamente pasaron a otros temas. El planeta seguía calentándose.

“No creo que los actos de David o Wynn impulsen el cambio, pero tal vez me equivoque, y que Dios los bendiga si sucede”, dijo Kaelber. “Pero realmente no es la manera de hacer las cosas. Existe una mejor manera”.

Si tú o alguien que conoces está en crisis, llama en México al 800 911 2000 (Línea de la vida).

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