‘Un viaje a ninguna parte’: madres que huyen de la guerra en Ucrania
Vira, de 26 años, con Marta, de 3, en un alojamiento temporal en una escuela reacondicionada en Maramures, Rumania. Foto: Lewis Khan/Save the Children

Las historias de cuatro madres que huyen de Ucrania revelan las desgarradoras decisiones que han tenido que tomar las familias durante tres meses de guerra.

Las familias se esforzaron por empacar cuando se vieron obligadas a huir de sus hogares. Algunas llevaban solo algunas mudas de ropa, juguetes para sus hijos y artículos médicos, sin saber si se irían durante semanas, meses o incluso años.

Más de 6.3 millones de personas, de las que se cree que la mitad son niños, huyeron de Ucrania con la esperanza de encontrar seguridad en los países vecinos, en el que ha sido el mayor desplazamiento de personas en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Rumania ha recibido 924 mil personas.

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FOTO: Iryna*, con su hija Nikolina*, de 10 años.

Iryna*, que está embarazada de siete meses, tenía 24 horas para decidir si se iría o no de Ucrania con su hija Nikolina*, de 10 años. Mientras la violencia se apoderaba del país, Yevgeniy, un voluntario de la iglesia, se ofreció a ayudarlas a cruzar la frontera con Rumania, pero con un toque de queda que entraría en vigor al día siguiente, Iryna casi no tuvo tiempo de tomar una decisión.

Ella no se quería ir, pero tomó la angustiosa decisión de dejar a su madre –que estaba demasiado enferma para viajar–, su casa y su vida en Ucrania por el bien de sus hijos. “Por mi hija y mi bebé aún no nacido decidí que, si existe la posibilidad, tengo que ir”, comentó. “Tienen toda su vida por delante”.
Cuando Iryna y Nikolina llegaron a la estación de Kiev encontraron escenas caóticas. Miles de personas intentaban subir a los trenes que iban hacia el oeste y el que ellas esperaban tomar estaba lleno.

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FOTO: Nikolina, afuera de su hogar temporal en Maramures, Rumania.

Tras darse cuenta de que Iryna estaba embarazada, el conductor del tren les ofreció un baño fuera de servicio, que estaba limpio. Fue un viaje difícil y aterrador. “En cada parada teníamos mucho miedo. Había fuertes peleas, así que cerrábamos la puerta en esas paradas. Yo decía: ‘Nikolina, no te muevas’, y no nos movíamos en absoluto”.

Cuando por fin llegaron a Rakhiv, en el oeste de Ucrania, Yevgeniy se reunió con ellas y las trasladó hasta la frontera. Cruzaron a pie a Rumania, país en el que han recibido una cálida acogida.
Ahora viven en la región de Maramures con una familia de acogida en un departamento que la organización Save the Children ayudó a conseguir para ellas.

Nikolina se está adaptando a su nueva vida y está demostrando cuán resilientes pueden ser los niños: “Las personas se preocupan por nosotras y nos hablan más que en Kiev. Me gusta estar aquí”, comenta.

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FOTO: Mariya* y Denys*

Cuando Mariya* recibió una llamada de sus familiares el 24 de febrero, fue como cualquier otra mañana en su vida normal como madre y profesora. Fue el momento en que cambió todo. “Me dijeron que habían sido bombardeados”. Cinco minutos después, los misiles cayeron sobre la provincia de Dnipropetrovsk, donde viven Mariya y Denys*. “Fue el día más aterrador de nuestras vidas”, comenta.
Tomó la decisión “muy dolorosa” de irse, pero solo después de que un amigo la convenció de que era demasiado peligroso quedarse y le sugirió que huyeran juntos. Abordaron el primer tren que pudieron tomar en dirección oeste desde Dnipro hacia Rumania. “No sabíamos dónde íbamos a vivir ni cómo. Era un viaje a ninguna parte. Nunca había venido aquí, no sabía a dónde iba”.

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FOTO: Mariya en Maramures, Rumania

Cuando llegaron a Rumania, tras un viaje extenuante –especialmente para Denys, que estaba enfermo durante el trayecto–, recibieron una bienvenida increíblemente cálida. “Los rumanos son muy, muy amables. Nunca había escuchado nada sobre ellos, pero cuando llegué aquí, resultaron ser gente empática, amable y comprensiva”.

También están recibiendo el apoyo que necesitan para reconstruir sus vidas destruidas. “Recibimos comida y agua. Nos dieron vales para los niños. Con estos vales podemos pagar en todo el supermercado y valen 200 lei. Son casi 50 dólares”.

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FOTO: Milena* en Maramures, Rumania

Milena*, de 22 años, temió por su vida cuando sonaron las sirenas y cayeron las bombas cerca de su casa en la provincia de Ivano-Frankivsk. Ella vive junto a un importante gasoducto y temía que lo hicieran explotar.

Al principio, ella y su bebé de un año, Bodhan*, se refugiaron en el sótano de sus padres en Ivano-Frankivsk, no obstante, su hermano le dijo que Ucrania no era segura, por lo que decidió tomar a Bohdan y a sus primos y dirigirse a Rumania.

Milena organizó el viaje, por dónde conducir, a qué hora y cómo iban a llegar a la frontera.
Sus padres todavía están en Ucrania. Su padre se quedó y su madre ayuda a los refugiados en Lviv. Milena se sintió desconsolada por tener que dejarlos, pero sintió que se tenía que ir por el bien de su hijo. “Mi corazón está en Ucrania”, explica. “Es doloroso dejar mi hogar y mi país. Fue difícil despedirnos de los hombres de nuestra vida en la frontera. No sabíamos si los volveríamos a ver”.
“Solo empacamos las cosas más esenciales para mi hijo de un año, ropa cálida, comida, documentos y laptops. Save the Children ha sido estupenda: (nos ha dado) comida, refugio y vales de dinero”.
Tiene previsto regresar a Ucrania siempre y cuando se calme el conflicto.

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FOTO: Vira* con Marta* y Alona*

“Recuerdo las emociones. Era difícil dejar Ucrania. Nadie se quería ir”, recuerda Vira*, madre de dos niñas. Se enfrentó a la misma difícil decisión que millones de ucranianos comunes cuando su país se vio envuelto en la violencia.

“Me estaba destrozando. Te quieres quedar, pero también tienes hijos que proteger. Mi madre me preguntó si me quería ir, y yo le contesté que ‘no puedo, estoy destrozada, tengo que quedarme y tengo que irme'”.

Vira tenía una buena vida en Ucrania, en la que trabajaba como enfermera y criaba a Marta*, de tres años, y a Alona*, de seis meses. La guerra le arrebató esa vida. Nos resulta difícil imaginar la magnitud de esa pérdida.

La parte más difícil fue despedirse de sus padres. “Ellos no se irán, ni siquiera en una situación crítica. Mi madre (que trabaja como paramédica) va a ayudar. (Irse es) algo imposible”.

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FOTO: Vira con Marta

Decidió no decirle a Marta el motivo por el que se iban, sino que lo abordó como una gran aventura. No obstante, para Vira, que nunca había estado en el extranjero, cruzar la frontera con Rumania fue una experiencia traumática. “Tuve una especie de ataque de pánico. Me daba miedo la frontera y no quería salir de Ucrania”.

El recibimiento que han tenido en Rumania ha ayudado a aliviar el dolor de la partida. “Hemos tenido mucho apoyo aquí. Nos han dado mucho más de lo que esperábamos”, comentó. “Juguetes, ropa, comida, todo. Teníamos todo eso en Ucrania, pero aquí, la magnitud de todo, ¡parecía que los niños veían todo esto por primera vez en su vida!” Este es el tipo de diferencia que marca tu apoyo para familias como la de Vira.

*Los nombres fueron cambiados para proteger sus identidades.

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